El país está en un extraño y peligroso limbo,
con Hugo Chávez ausente, en medio de rumores, protestas y cadenas nerviosas que
muestran un chavismo fragmentado, además de la improvisación y la incapacidad
de Nicolás Maduro, quien hoy manda sin la legitimidad popular requerida.
El régimen, en medio de sus debilidades,
aprieta para demostrar fuerza, aterrorizar y ganar terreno en la confrontación.
Por ello la negativa de una medida humanitaria a favor del comisario Iván
Simonovis, contrariando no solamente las normas internacionales que exigen el
respeto de su vida y su integridad física sino los criterios más básicos de
humanidad. Nada menos podríamos decir de la jueza María Lourdes Afiuni,
disminuida en su cárcel-casa, sin la debida atención medica, humillada, emblemas
ambos del canibalismo político que ejerce el régimen de Nicolás Maduro.
El terrorismo de Estado se intensifica. Los
nuevos ataques en contra de Globovisión, discriminada en el proceso de
conversión del sistema de televisión digital, aunque todavía no surtirá sus
efectos, reflejan, además de la persecución emprendida, el mayor desprecio por
los derechos de los ciudadanos. La sola iniciativa constituye una violación del
derecho de informar veraz y oportunamente, que le corresponde a la planta
independiente; y, del derecho de todos de ser informados en igual forma.
En medio de todo ello, se inicia una nueva
etapa, el poschavismo, lo que hace afinar las posturas y las estrategias tanto
de los oficialistas como de los opositores. Los primeros, al menos los no tan
ciegos, enfrentados en una lucha por el poder, más pragmática que ideológica,
deberían entender la necesidad de consensos, de espacios comunes, para evitar
mayores males, pero no tienen la capacidad para responder a esta exigencia. La
oposición, por su parte, más sensata en el actuar, deberá lograr y consolidar
la unidad interna para ser representativa de la mayoría y poder afrontar con
éxito el enorme reto de la transición.
Hay oposiciones y eso no es malo ni síntoma
de divisionismo. Por el contrario, como siempre lo he dicho, esa diversidad
enriquece la unidad. En los contrastes está precisamente la armonía. La Mesa de
la Unidad Democrática representa una oposición organizada. Es importante y
todos aplaudimos sus logros. Sin embargo, la MUD no es la única estructura, el
único punto de vista de los opositores ante la debacle nacional. Lejos de ser
perfecta, la MUD debe ser reestructurada, ampliada y revisada para adaptarla a
la realidad política que exige una visión amplia de las cosas, en la cual el exclusionismo
no tiene cabida.
Hay visiones diversas en los opositores que
deben respetarse, sin críticas desmedidas ni descalificaciones inconvenientes
para sumar y vencer. El consenso en la oposición debe responder a una visión
incluyente que tome en cuenta todos los factores, desde los estudiantes hasta
los empresarios, con las amas de casa, los dirigentes locales, los
profesionales, los intelectuales, los artistas y, por supuesto, todos los
partidos políticos democráticos y las agrupaciones que como la nueva Junta
Patriótica tienen mucho qué decir en estos momentos.
Para salir adelante, más con elecciones a la
vista, se requiere con urgencia un consenso, más bien un pacto, no para
distribuir posiciones y cargos en un eventual gobierno de la unidad democrática,
tampoco para repartir espacios, sino para asumir compromisos y gobernar, para
sacar al país de este desastre en el que nos ha sumido el chavismo,
afortunadamente en sus últimos momentos.
vitoco98@hotmail.com
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