Hoy dirijo mis palabras a Ud. Sr. Nicolás
Maduro, pues en la ausencia del Presidente no quisiera que se perdieran en el
olvido. Aunque nada me asegura que llegarán a sus manos y a sus oídos, le
escribo porque la esperanza en el ser humano es parte fundamental de los
principios de mi vida.
Creo que algún día rendiremos cuenta de lo que hayamos
hecho o dejado de hacer. Cuando se nos pase como una película cada oportunidad
que tuvimos de enmendar nuestro camino y de dirigir nuestros pasos al bien,
entonces no tendremos excusa. Por lo tanto, llevo al papel las palabras que
están en mi corazón. Ojalá que Ud. haga el tanto que le corresponde.
Con mucha atención escuché su discurso en el
acto del homenaje póstumo a Noel Rodríguez, homenaje que valoro como un acto de
justicia para su memoria y para su señora madre. La vida es el primer derecho de todo ser
humano; todas las formas de arrebatarla son actos de cobardía, de violencia que
minimizan al ser humano. En el derecho a la vida se fundamentan todos los demás
derechos. Pues, ¿Qué aprovecha el hombre en la muerte? Pero, el derecho a la
vida es igual para todos los que tienen aliento en su ser. No hay distinción
entre razas, ideologías, religiones, profesiones, condición social, colores,
etc. ¡Todos tenemos el derecho a la vida, y a la vida más feliz posible!
La denuncia de todos estos hechos de torturas
y muertes ocurridas en diferentes épocas en nuestro país, y en diferentes
escenarios de la historia de la humanidad es un acto de justicia para aquellos
a quienes se les cercenó el más preciado don del ser humano, la vida. Además, constituye una pieza fundamental en
la lucha por preservarla. Por esa razón, ni Ud., ni ningún otro funcionario de
su gobierno debería pensar que algún argumento podría justificar todas las
muertes ocurridas en los 14 años de la revolución chavista.
Soy cristiana, y desde la perspectiva de mi
fe no hay justificación para ninguna muerte, el sacrificio supremo tomó lugar
en la cruz del Calvario hace más de 2.000 años. Jesucristo murió por todos,
para que en Él todos tuviéramos vida. Solo que, obstinadamente, el ser humano
ha perseverado en la destrucción de sus iguales; ha justificado guerras,
torturas, desapariciones, toda clase de violencia y maltrato para llevar a cabo
sus ideas. Pero, ninguna revolución que se erija en la muerte puede producir
bien. Es como si la sangre derramada clamara desde la tierra para vengarse.
¡Vida por vida! Y consecuentemente llevara todo al caos.
Usted, Vicepresidente, tiene en sus manos una
oportunidad de oro. Usted está en la posición adecuada, con los recursos a su
disposición para darle el verdadero valor a la vida de cada uno de sus
compatriotas.
Así como en la familia el padre es el
protector, así en una nación el primero que tiene el compromiso ineludible de
velar por la vida es el presidente, y en
nuestro caso, cuando la vida del
presidente batalla con la enfermedad, es a Ud. a quien corresponde este
deber. ¿Acaso, las vidas de todos los que
mueren cada semana en nuestro país son menos importantes? ¿Acaso, tienen
ustedes una categorización del valor de la vida? ¿Acaso, juegan ustedes a ser Dios? O ¿Acaso, se ha perdido en este gobierno el
principio de autoridad? ¿Acaso, cada quien hace lo que quiere y el gobierno no
tiene la capacidad o, la voluntad, de hacer cumplir las leyes?
Con todo el respeto, Sr. Maduro, pero ninguna
explicación es válida, ningún discurso puede devolverle la alegría a tantas
familias venezolanas truncadas de sus hijos en los años de revolución. Y ni
hablar de aquellos que han muerto en nuestro país, lejos de su terruño, porque
de alguna manera se sintieron atraídos por él, o se encontraban aquí cumpliendo
una tarea. Sus familias jamás podrán escuchar el nombre de Venezuela sin pensar
en todo el dolor de la muerte. Sin duda alguna, una terrible carta de
presentación para nosotros. Una cara sucia y cruel que no representa la esencia
del venezolano.
Recuerde que al que más se le da, más se le
exigirá y, Ud. Vicepresidente, está en una posición de liderazgo, de poder,
conviértala en una posición de acción para el bien. Mientras decide, recuerde
también que el mundo gira e inexorablemente todos, algún día, tendremos que
rendir cuentas de nuestro proceder. Mientras tanto, en la justicia del hombre
que favorece a un hermano y desprecia a otro, allí no obra la justicia de Dios.
Me despido con las palabras del sabio:
"El que guarda el mandamiento no conocerá el mal; el corazón del sabio discierne cuándo y cómo cumplirlo. Porque para todo lo que quieras hay un tiempo y un cómo, aunque el gran mal que pesa sobre el hombre es no saber lo que ha de ocurrir; y el cuándo haya de ocurrir, ¿quién se lo va a anunciar?
No hay hombre que tenga potestad sobre el aliento de vida para poder conservarlo, ni potestad sobre el día de la muerte. Y no valen armas en tal guerra, ni la maldad librará al malvado.
Todo esto he visto, y he puesto mi corazón en todo lo que se hace debajo del sol, cuando el hombre se enseñorea del hombre para hacerle mal".
Eclesiastés 8:5-9
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