La desorientación de
la dirigencia opositora venezolana es uno de los elementos medulares del
problema político y económico que tenemos por delante.
No entender este asunto
es desconocer la naturaleza de la amenaza que tenemos en frente. Una de las
evidencias de esta desorientación es la ofensiva emprendida por cierta
dirigencia antichavista en relación a la puesta en marcha de un proyecto de
carácter comunista en el país.
Lo primero que habría que decir en este sentido
es que para los que han asumido esta cruzada, existe una diferencia entre
comunismo y socialismo, lo cual le brinda al oficialismo la oportunidad de
escaparse.
Basta con preguntarle a algún personero de la tolda roja si él es
comunista. Lo más seguro es que responda que no y seguidamente se autodefinirá
como socialista. Recientemente oí a una líder de la oposición decir que este
gobierno ocultaba su verdadero proyecto político enmascarándolo con el nombre
de socialismo cuando realmente su proyecto es el comunismo. Al parecer para
esta persona, el socialismo es bueno, pero el comunismo es malo.
Los antiguos griegos
decían que los Dioses castigaban a los hombres haciendo que se cumplieran sus
sueños.
Pues bien, la diferencia entre comunismo y socialismo es que el
comunismo es el sueño al que se referían los antiguos helenos, mientras que el
socialismo la manera en que, como penitencia, se cumplía ese sueño en la vida
real.
Podría decirse de otro modo, el socialismo es la pesadilla que tienen que
vivir los que soñaban de buena fe con una sociedad comunista. El viejo sueño
humano de aspirar a una estado de abundancia, felicidad, sin divisiones
sociales ni opresión, que los marxistas llamaban comunismo, devino en la
pesadilla de escasez, opresión y pobreza igualitaria llamada socialismo. Por lo
tanto el socialismo como régimen es mucho peor que el comunismo, ya que el
segundo es sólo una ingenua quimera y el primero una terrible realidad.
Me pregunto ¿Por qué
no combatir abiertamente al socialismo y optar por decir que Chávez es
comunista? ¿Cuál es la razón para que liderazgos tan valiosos como el María
Corina Machado que se ha atrevido a levantar las banderas de un capitalismo moderno frente al
socialismo del siglo XXI , asuma este discurso?
La respuesta está en la
parábola del Zorro y el sargento García. El obeso militar de la serie
televisiva es el eterno persecutor y adversario del pícaro y audaz enmascarado
de la antigua California española. De hecho, para García sería muy gratificante
vencer finalmente al Zorro y cobrar la jugosa recompensa. Sin embargo en el
fondo, García admira profundamente al bandido que persigue, por su sentido
justiciero y por su destreza en las artes militares. Le concede una superioridad
moral al enmascarado y por lo tanto finge perseguirlo. Realmente, le profesa
admiración.
A la oposición
venezolana, aglutinada en la Mesa de la Unidad Democrática, le sucede algo
similar a lo del sargento García con el Zorro. Dado que en su gran mayoría
abraza ideas socialistas (esto lo vengo señalando desde hace tiempo, ver
artículo “La alianza fofa” de diciembre de 2010
http://informe21.com/blog/pedro-elias-h/alianza-fofa ) una buena parte de la
MUD íntimamente se ve reflejada en el proyecto político chavista ya que le
recuerda los felices y combativos años juveniles de su militancia izquierdista.
Es una fascinación irresistible y semejante a la que despertaba tiempo atrás
Fidel Castro en las cumbres presidenciales, siendo casi siempre la vedette de
esos eventos, en donde mandatarios de otras naciones, casi siempre socialistas
moderados, se disputaban compartir una foto con el mandatario cubano.
La verdad es que a
María Corina Machado no le ha quedado otro remedio que acusar a Chávez de
comunista, no tanto para levantar el avejentado espectro de un modelo que es
impopular en Venezuela, sino para tratar de combatir al chavismo con un cuerpo
de ideas ideológicamente coherentes y contrarias a lo que representa sin tener
que pelear con sus compañeros socialistas de la MUD.
Lamentablemente creemos
que este esfuerzo es inútil, por ineficaz, ya que le brinda a los socialistas
del gobierno la coartada para desmarcarse de este modelo, al tiempo que les
sirve para hallar en sus aliados del Partido Comunista de Venezuela a esa
conveniente ala radical del Polo Patriótico. En política, sobre todo cuando
estás en el poder, siempre es bueno tener a alguien a la mano que esté
aparentemente colocado más hacia la izquierda.
El llamado Estado
Comunal, es una contradicción en si misma debido a que un sistema de este tipo
es enemigo acérrimo de la noción de Estado. De hecho, el concepto de comuna, es
un planteamiento más asociado al ideario anarquista, o a los preceptos del
socialismo utópico premarxista que al propio comunismo según lo definió Marx.
Ciertamente iniciativas de esta naturaleza pavimentan el camino para finalmente
pasar de un modelo de economía de mercado, a uno netamente socialista en donde
el estatismo económico sea el eje central de las consideraciones y la economía
privada se haya reducido a su mínima expresión o simplemente desaparezca.
Pero
estas propuestas no conducen al comunismo, sino que fortalecen la hegemonía de
un Estado socialista, tal y como está sucediendo en Venezuela ante la atónita
mirada de quienes deberían impedirlo.
La experiencia
histórica de los soviets en la antigua URSS nos demuestra que aquellas
organizaciones de base, de conformación obrera y campesina con las que empezó
la revolución rusa, posteriormente dieron paso a un régimen fuertemente
estatista, con la concentración de los medios productivos en manos del sector
estatal. Es decir, socialismo.
El comunismo, según la propia definición
marxista, es la sociedad sin Estado. En teoría, el socialismo es la fase previa
a aquella otra, en donde se supone que vaya desapareciendo paulatinamente el
aparato estatal.
Sabemos que lo que sucede es todo lo contrario y en vez de
desaparecer o reducirse, el Estado se agiganta más y más por medio de una
inmensa burocracia que lo controla todo.
Curiosamente la realidad ha demostrado
que la etapa superior al socialismo no es el comunismo como vaticinara el viejo
Carlos Marx sino el capitalismo. Si hay alguna duda pregúntenle a los rusos,
chinos, polacos, checos, húngaros, vietnamitas y tantos otros que pasaron hacia
finales del siglo XX de un modo de producción socialista a uno en donde
prevalecen las formas de relación económica capitalista.
Para contribuir un
poco a que la oposición venezolana identifique la verdadera naturaleza del
problema que tenemos por delante me atreveré a exponerles lo siguiente: El
socialismo tiene muchas definiciones, pero para entenderlo hay tres elementos
básicos.
El Primero: El socialismo es un sistema económico que persigue
aumentar el consumo de las personas en perjuicio del capital existente. Dicho
de otra forma, intenta facilitar el acceso de las masas a la oferta de bienes y
servicios del presente, creando las condiciones para la destrucción de esa
oferta en el futuro. Si usted de forma loable quiere incrementar el consumo de
la población pero para ello destruye los instrumentos económicos- entre ellos
el capital- que permiten generar más adelante los bienes y servicios necesarios
para el consumo de la población, entonces se estará decretando un estado de
escasez estructural dentro de una economía. Recordemos que el capital no es
otra cosa que el consumo diferido. Los agentes económicos privados, que se
mueven en base a criterios de rentabilidad y ganancia, lo que permite su
acumulación de capital, dejan de tener incentivos para dedicarse a la actividad
productiva. Esto produce un vacío que es llenado por el Estado.
Así vamos al
segundo elemento característico del socialismo: El socialismo es la destrucción
sistemática y sostenida de la economía privada y con ello de la propiedad
privada.
Esta labor de destrucción lleva tiempo y es difícil, pero finalmente
surge el tercer elemento distintivo del socialismo, el cual es el más efectivo
para lograr sus propósitos: El socialismo persigue la eliminación del sistema
libre de precios.
El proceso de
ocupación estatal sobre la sociedad se hace mediante la destrucción de la
economía privada o su anulación en la práctica. La eliminación del sistema
libre de precios, es decir, del conjunto de factores subjetivos y de
preferencias del público que determinan lo que las personas están dispuestas a
pagar por las cosas, es el camino más expedito para lograr este propósito, o
más bien debería decirse, este despropósito llamado socialismo.
En definitiva,
no son los aspectos técnicos ni físicos asociados a los costos de producción lo
que determinan los precios de los bienes y servicios, tal y como pregonan los
socialistas, sino las preferencias del público.
La interrelación entre una
oferta objetiva y una demanda siempre subjetiva produce un precio. A este
mecanismo económico se le conoce como mercado. El socialismo intenta acabar con
este mecanismo y ataca a la yugular al decretar la muerte del proceso de
formación libre de los precios.
Si todo lo
anteriormente expuesto se les parece en algo a lo que está ocurriendo hoy en
Venezuela, estamos en presencia de la ejecución de un proyecto de corte
netamente socialista. Entonces, por favor, hablen claramente y digan que el
socialismo es la pesadilla viva con la que castigan a los ingenuos que sueñan
con el comunismo.
No pierdan tiempo combatiendo un sueño iluso en el cual hoy
no creen ni los izquierdistas más ortodoxos del gobierno, combatan la
posibilidad de esta pesadilla antes que finalmente sea tarde y se convierta en
realidad.
Tal vez, para aportar
algo más en relación a este asunto del comunismo y el socialismo, sería útil
recurrir a una cita de la escritora y filósofa norteamericana de origen ruso
Ayn Rand:
“El comunismo y el socialismo persiguen el mismo objetivo: someter y
esclavizar a las personas. La diferencia entre uno y otro es que mientras el
comunismo logra este propósito a través del uso de la fuerza, el socialismo lo
hace por medio del voto. Es la misma diferencia entre el asesinato y el
suicidio”.
pedroeliashb58@yahoo.com
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