Al
tratarse de los problemas de salud que aquejan al presidente de la República,
los rumores saltan a la palestra del venezolano común. La opinión pública luce
enredada ante la escasa información que el gobierno mismo aporta o brinda sin
hacer traslúcida las realidades que pesan ante la necesidad de informar
oportuna y verazmente.
Aunque
la jerga popular dice que los celos matan, en el medio callejero los rumores
también matan. Sobre todo, en el ámbito político. Más, cuando corren a la
velocidad del chisme sin tener idea a quién afecta y de qué modo. Puede que el
rumor sea más real que la verdad o que la verdad se alcance mediante el rumor.
Pero si es así, ¿cuál verdad sería la que pretende aducirse? O por lo
contrario, ¿en qué error o equivocación podría incurrirse? A pesar de que el
rumor resulta de sólo habladurías, casi siempre deriva en serias confusiones.
Aunque por el revuelo que genera, nada es seguro. En cualquier caso, pone a la
gente en ascuas. O sea, a correr pues lo que viene detrás del rumor estremece o
desacomoda lo que consigue a su paso. Pero asimismo sucede con la
desinformación cuando ésta hace sentir su perversidad.
Al
tratarse de los problemas de salud que aquejan al presidente de la República,
los rumores saltan a la palestra del venezolano común. La opinión pública luce
enredada ante la escasa información que el gobierno mismo aporta o brinda sin
hacer traslúcida las realidades que pesan ante la necesidad de informar
oportuna y verazmente. Acá, la intensidad de los rumores, tanto como su ambigüedad,
dejan ver la fuerza de su embalaje.
Cabe
preguntarse: ¿qué gana el gobierno al esconder la información como si de un
tesoro escondido se tratara? Se ha venido dando todo un debate sobre si se debe
conocer o no detalles en relación con el estado de salud del jefe de Estado. O
sobre el uso de recursos del Estado para exaltar la figura del primer
mandatario. Igualmente, sobre el destino de dinero para proselitismo político,
realidad ésta que ha llamado la atención de la ciudadanía que no ve razón alguna
para mantener oculta la información necesaria que evidencie los manejos y
recurrencias cometidas por el alto gobierno. Con este comportamiento está
avivándose el fuego de los rumores, con su carga de insinuaciones que sólo
contribuyen a exagerar o desvirtuar los hechos.
En
medio de este vacío de información está provocándose una desconfianza de tal
magnitud, que grava a su vez el peso de los problemas sociales y políticos
sobre un país dividido. Peor aun, fracturado y a punto de partirse en partes disociadas
de objetivos de desarrollo.
En el
fragor de tan perniciosa situación, el alto gobierno cree que con esta
estrategia de fatídica desinformación sobre la salud presidencial podrían
manipularse los sentimientos de la población afecta al proceso por un mero
interés proselitista ante la proximidad de las elecciones presidenciales. El
manejo mítico de la figura del líder es vista como razón para mantener un nivel
de atracción hacia él. De esta manera, se busca que el problema sea considerado
como una herida de batalla para así incitar las movilizaciones necesarias que
hagan ver al resto de la sociedad que el estado de salud del presidente es un
problema que puede envolver al país en una sola bandera política. Sin embargo,
la bola de rumores que tal situación motiva, no es más que el resultado de una
estrategia de burda manipulación sobre
la sensibilidad del venezolano.
Mientras
esto ocurra, la agenda gubernamental queda en el aire. Sin la fuerza del líder
que la impone, queda al descubierto la razón para que el gobierno actúe tal
como lo está haciendo: sin brújula que canalice las deformidades que viene
ensayando con ínfulas de un socialismo obtuso. De ahí el interés de estimular
la mayor “empatía” posible través del estado de salud del presidente. Pero la
respuesta pudiera desmoronar la estrategia puesta en marcha. O sea, la de
manipular la opinión pública buscando lo menos posible informar. Y en
consecuencia, sacarle provecho y rentabilidad política a la figura de un
presidente debilitado en términos de apoyo político toda vez que el pasado 12-F
la oposición demostró su garra. Aún así, el país sigue viéndose atrapado entre
rumores y vacíos de información.
VENTANA
DE PAPEL
¿DESPEDIDA
O CULTO A LA EXTRAVAGANCIA?
La
partida del presidente de la República hacia Cuba, mantuvo en ascuas al país
político. Primeramente, por la injustificada ocupación de la red nacional de
radio y televisión en horario comprometido. En segundo lugar, la significación
de su despedida y movilización entre Miraflores y la rampa 4 del aeropuerto de
Maiquetía representó un insulto a la dignidad de un país que busca su
desarrollo de espalda a una politiquería de oficio. Pero a juicio de los
hipócritas estrategas y creativos gubernamentales el problema es buscar el
mayor apoyo electoral aprovechándose de un principal conector emocional en
pleno funcionamiento y que no es otro que la figura del presidente, sin que
para ello importe consecuencias que afecten el malestar padecido.
¿Pero
cómo alimentar la esperanza de cambio de la clase empobrecida sin utilizar el
carisma presidencial en beneficio político? El impacto de tan cuestionado
evento visto desde la perspectiva del afecto al gobierno, es determinante. Por
eso, la necesidad de exaltar la personalidad presidencial, es fundamental para
los fines consabidos. El secretismo seguirá siendo la norma y la incertidumbre,
el medio necesario desde el cual continuarán operándose artilugios y eventos de
cualquier naturaleza con el propósito de usufructuar la sensibilidad del
venezolano sin criterio político pero capaz de darle su apoyo a la actual
gestión de gobierno. Ante eso, resulta difícil entender que fue lo que se vio
este viernes, si en efecto fue una despedida o un culto a la extravagancia.
¿BURGUESÍA
DE IZQUIERDA?
El
análisis político de las realidades nacionales, resulta de lecturas basadas en
observaciones realizadas a través de informaciones no sólo plasmadas en
periódicos y revistas, libros o divulgaciones por la Internet. También
provienen del hecho de considerar el acervo informativo expuesto por reportes
televisivos y radiales. Y aunque repetitivos en sus argumentos, los discursos
presidenciales no dejan de dibujar una panorámica del devenir de alguna manera
interesante. Sin embargo, en más de una ocasión se le va más de un enredo,
producto de algún disparate conceptual o de interpretación histórica o de las
realidades circundantes. El hombre que ostenta ser invencible por el poder que
“por ahora” detenta, cae en necedades que muchas veces suenan a ridiculeces.
Particularmente, cuando cree sabérselas todas más una.
En la
cadena nacional del miércoles 15-F, el presidente de Venezuela quiso dárselas
de “sobrado” pero salió trasquilado pues lo traicionó su subconciencia o deseos
reprimidas de buen capitalista. A pesar de su manifiesto bolivarianismo, pasó
por alto que ese día debía conmemorarse la declaración del general Simón
Bolívar de su condición de hombre demócrata. Más aún, cometió el equivoco de
aludir al concepto de “burguesía” sin mayor sentido de lo que dicho término
implica. Ofreció una declaración que pecó de ignominiosa. Expresó: “a la
burguesía opositora, la invito para que se vengan con nosotros, la burguesía de
izquierda”. Lo dijo tan rápido que quizás a muchos pudo escapársele tan
despeñada barbaridad conceptual. Según él, ahora hay burguesía de
izquierda.
LA
ENVIDIA SE LOS COME
Se ha
dicho que la reacción del oficialismo ante el presagio de su inminente derrota
el próximo 7-O, es producto del miedo que sobrellevan estos compatriotas
“cabeza roja” pues saben la suerte que les espera. Sin embargo, más allá de tan
incurable culillo, el chavismo respira ahora por la herida que la envidia viene
causándole desde que estos gobernantes se dieron cuenta de la incapacidad que
aflora en cada decisión tomada. Los inesperados, aunque explicables resultados
de las elecciones primarias, exacerbaron tan primitiva condición.
La
gallarda elección de un sólido contendiente del candidato que se ha creído
invencible, hizo mella en sus intenciones de mantenerse en el poder. La
reaparición de una dolencia en la humanidad presidencial, pudo generarse del
malestar que esta nueva situación política nacional ha sacudido la escena
política. La desinformación que aplica el alto gobierno en todos sus frentes de
acción, está asociada a la envidia socialista por la que se ha visto carcomida
la gestión pública. El molestia se refleja hasta en el tren ministerial. Muchas
presunciones de quien lucía imbatible, se han mermado por la desazón que lo
tiene trancado. Por eso tanto escándalo televisado. Además del miedo que sufren
los rojitos, la envidia se los come.
amonagas@cantv.net
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