El Estado tenía originalmente la función de
producir los bienes públicos indelegables por excelencia, es decir, los bienes
claves que posibilitarían la igualdad de oportunidades en la sociedad:
educación, salud, justicia, seguridad y defensa. Con esto el gasto público
llegaba al 10% del PBI.
En la década del 30 -y aún antes, a partir del gran gasto de la primera guerra
mundial-se fueron agregando más funciones al Estado, como ser obras públicas y
ocupar gente, bajo el lema "es mejor hacer un pozo y volverlo a tapar que
tener un alto desempleo". También, en esa época, se agregó la función de
regulación de la economía en dosis importantes. Cada sector debía tener su
regulación. Entre nosotros, la Junta Nacional de Granos, la Junta Nacional de
Carnes, la Junta Nacional de la Yerba Mate, la de las Papas, etc. También la
junta nacional de los bancos, es decir, el Banco Central, creado en 1935.
En la década del 40, se implementó la idea que el Estado no solo podía regular
sino que también podía ser empresario. Entre nosotros se estatizaron los
ferrocarriles, los teléfonos, la electricidad, el gas y prácticamente todos los
servicios públicos.
En las décadas del 50 y 60, el Estado debía también proteger las fuentes de
trabajo y expropiar empresas con problemas económicos para mantener la ocupación
de las empresas fallidas. Entre nosotros, el Estado se llenó de empresas,
mayormente no competitivas, al extremo de que el Estado poseía hasta un bar de
lácteos en una provincia.
Posteriormente, y eso en todo el mundo desarrollado, especialmente en Europa,
se completó este desarrollo con la idea que el Estado debía lograr o procurar
la felicidad de los habitantes, el Estado del Bienestar. Éste fue financiado
primero con altos impuestos a la actividad productiva que fueron dejando al
sector privado fuera de competencia con otros países, y luego, cuando no se
pudo continuar incrementando la presión impositiva, mediante el endeudamiento
público sin límites. Por todo ello en los países desarrollados, el gasto
público pasó de un 10% del PBI en 1870, a un increíble 45% hacia el 2008 y aún
creció más con la crisis actual del capitalismo geriátrico. Actualmente, el
gasto público general llega casi al 50% del PBI. Estas tendencias también
fueron del mismo signo en los países emergentes y en los subdesarrollados. Una
evolución insostenible en el tiempo.
Se dieron ventajas populistas muy grandes a la población en la mayoría de los
países europeos (no en todos), como ser: trabajar pocas horas por semana, tener
más de un mes de vacaciones y otras más cortas en invierno, jubilarse antes de
los 60 años, subsidios a los que viven en el campo (los subsidios agrícolas
contra los que tanto hemos luchado en el pasado), salarios de altísimo nivel no
acompañados por la productividad y otras ventajas menores como licencias por
diferentes motivos.
No hacia falta trabajar mucho, el Estado podía entregar los medios para que
cada uno se sintiera feliz y pudiera gastar lo mismo que trabajando 50 horas
por semana. Pero no se producía lo suficiente y los recursos no alcanzaban. Se
recurrió a la deuda para estirar el problema hacia delante. Se gastaron los
fondos de las reservas para jubilación y el sistema no encendió luces rojas de
alarma. La gente se acostumbró a ese nivel de vida fácil y bastante
improductivo. La industria se trasladó a China, India, Brasil y otros países.
La ocupación se hizo más difícil. Los sueldos iniciales en muchos países
europeos se estancaron en niveles bajos ("los mileuristas", es decir,
profesionales que ganan 1000 euros por mes). Finalmente llegó la crisis del Estado
Benefactor endeudado, que no es solo el problema de Grecia, Portugal, Irlanda,
España o Italia. Es una crisis de todo ese sistema, y los países que no tienen
mucha deuda explicita, deben mucho a su sistema jubilatorio, tienen deuda
invisible, que se hará sentir mucho más con el envejecimiento de la población
europea.
Por lo tanto, el problema a resolver es como volver a consumir en el mismo
nivel que se produce y a no pretender vivir por encima de las posibilidades, a
superar el estatismo del bienestar que hace estragos en muchos países
desarrollados donde se aplica sin límites. Incluso en Estados Unidos, país en
el que muchos quieren seguir gastando en el Estado aumentado la deuda pública
sin techo, sin límite, aún sabiendo que eso no es viable pues llegaría el
momento que el sistema explotaría como cualquier economía latinoamericana del
pasado. No hablemos de Japón, cuya deuda pública llega al 220 % del PBI.
Este gran gasto público de los países desarrollados financiado con
endeudamiento afecta al sistema productivo, y ya hemos hablado anteriormente de
la crisis del capitalismo en los países centrales, desarrollados. El
capitalismo como sistema productivo está más ágil que nunca en China, Brasil,
India e incluso en Rusia, país éste anteriormente comunista. Es que el
capitalismo requiere una buena dosis de libertad económica para poder optimizar
la producción, utilizando los mínimos recursos necesarios para producir cada
vez a menor costo artículos de mejor calidad y más requeridos por la población
mundial (lo que muchos llaman despectivamente "el mercado"). Estas
dificultades son más notorias en Europa ya que en Estados Unidos la parte
productiva es muy flexible y se está adaptando a las nuevas realidades, no así
el Estado, que es el problema de ese país.
La crisis del estatismo se profundizará por ser una crisis distinta a las del
pasado. Esta es una crisis de exceso de deuda, y no esta muy claro cómo se va a
resolver, pues dicha deuda sigue aumentado debido a que la mayoría de los
países centrales siguen teniendo fuertes déficits fiscales, o sea, siguen
aumentado el problema. Las alternativas son dos: o cierta quita importante de
valor presente de la deuda (como en Grecia), o inflación para licuar la misma.
Veremos que camino se toma.
Lo peor sería querer insistir con el estatismo. Se debe volver a un servicio
público de alta calidad en educación, salud, justicia y seguridad, que se ha
perdido con el estatismo, cuando esas son las funciones primordiales del
Estado, que hoy han quedado como secundarias en la realidad.
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