Hoy el país tiene la
inflación más alta del mundo. Así como los peores índices de transparencia
administrativa del continente. El régimen busca modificar todo sin que, en
verdad, lo puedan hacer de manera sensata. Hacer ver a Cuba como el 'mar de la
felicidad', es patético, cuando en realidad es el país más usurero y
desarrapado de América.
No hay duda alguna de que
Venezuela vive momentos profundamente críticos. Es tal el nivel de criticidad,
que la incertidumbre pasó a convertirse en el mejor aliado, no sólo a las
ejecutorias del Ejecutivo Nacional. Igualmente, a las decisiones que
escasamente toma quien más pueda atreverse a salirle al paso al difícil devenir
que constituirá los días por venir. Particularmente, tratándose de un año
marcado por el complicado proceso electoral que se avecina. En todo caso, es
innegable reconocer que los problemas que afectan al país, son culpa del
(des)gobierno que azota los procesos de conducción social que definen la
movilidad política nacional.
Esta situación tiende a
magnificarse. Más, cuando se sabe en manos de quien están las altas decisiones
del régimen que no por altas no dejan de ser rastreras en cuanto a calidad e
intención. Cabe referir, especialmente,
la relacionada con el nombramiento del Henry Rangel Silva como ministro de la
Defensa la cual deja mucho que desear dado la picardía que marca su hoja de vida.
Por ejemplo, se sabe de su presunta implicación en el escándalo de la valija
contentiva de los ochocientos mil dólares enviados a la campaña electoral de
Cristina Fernández de Kirchner por el gobierno venezolano. En 2008, el
Departamento del Tesoro de Estados Unidos ordenó congelar cualquier cuenta
bancaria o bienes que Rangel Silva pudiese tener bajo jurisdicción
estadounidense, bajo el argumento de que existían evidencias de que el militar
había apoyado materialmente a las FARC en sus actividades de narcotráfico. En
2010 declaró a un periódico que los militares estaban “casados” con el proyecto
político del presidente, a quien juraban “lealtad completa”. Fue tan obsceno,
que se atrevió a decir que “la llegada de un gobierno diferente al chavismo a
Venezuela sería inaceptable”.
Poco después, su genuflexión
fue recompensada. Es ascendido a general en jefe, el máximo grado militar.
Ahora, sin abandonar la jefatura del Comando Estratégico Operacional, Chávez le
encarga la conducción del ministerio más influyente. No sólo por los recursos
financieros que maneja. Asimismo por los compromisos que sobre él recaen. Así
que con este cuadro de realidades, no puede negarse lo mal que está Venezuela.
Aún cuando muchos de los afectos al régimen no quieran entenderlo por
ignorancia, o aceptarlo por temor a ser despedidos o imputados ante el menor
error cometido.
Es insólito lo sucedido
durante estos últimos trece años en los que el fisco nacional recibió casi un
billón doscientos mil millones de dólares. Y a pesar de tan multimillonarios
ingresos, el régimen dejó perder la infraestructura con la cual contaba el
país. Peor aún, no construyó alguna nueva por lo que pudiera arrogarse algún
mérito. Contrario a esta ola de desmanes, el régimen se ha endeudado hasta los
tuétanos. Encima de esto, pretende arriesgar la estabilidad de las ya precarias
reservas internacionales. Ha destruido buena parte de su industria y su
producción agropecuaria. Volvió añicos a PDVSA.
Hoy el país tiene la
inflación más alta del mundo. Así como los peores índices de transparencia
administrativa del continente. El régimen busca modificar todo sin que, en
verdad, lo puedan hacer de manera sensata. Hacer ver a Cuba como el “mar de la
felicidad”, es patético, cuando en realidad es el país más usurero y
desarrapado de América. Entonces, la pregunta, ciertamente es preocupante por
cuanto no deberían existir razones ni empachos para que hoy Venezuela haya
relegado la posibilidad de ser un país desarrollado económica, social y
políticamente con la potencialidad física y espiritual que ha demostrado.
Entonces, ¿qué está pasándole? ¿Qué está pasando? Pudiera ser que muchas
respuestas contesten esta pregunta. Pero en todo caso, hay que salirle al paso
a las dificultades más rápido que temprano. De otra manera, la ruina nacional
será inminente. Sobre todo, si persiste en mantenerse la desvergüenza como
hecho.
VENTANA DE PAPEL
UNA HERENCIA DESPRECIADA
Venir de un maestro
universitario, compromete una vida. Alcanzar el éxito suficiente como para que
los demás puedan considerarlo a uno digno hijo de un padre meritorio, no es
fácil. Sin embargo, es posible. Más aún, es un deber de quien mantiene el apellido
y de ello pueda enorgullecerse. Pero no todos los hijos de hombres magnánimos,
logran tan altruista propósito. En algunos casos, son consumidos por apetencias
propias de coyunturas políticas o económicas.
Este preámbulo cabe para
referir las decisiones tomadas por algunos funcionarios del actual régimen
quienes pudiendo actuar apegado del lado justiciero de situaciones tan críticas
como el representado por las expropiaciones de importantes espacios académicos
decretado por el alto gobierno en contra de la Universidad de Los Andes,
olvidan el esfuerzo de sus padres quienes en vida defendieron el blasón
universitario emplazado desde la autonomía y las libertades que le imprimen
sentido a la Universidad venezolana.
Particularmente, resulta
contraproducente que quienes viniendo de un maestro universitario, sólo por
acomodaticios intereses populistas, aludidos en nombre de una mentirosa
revolución, además montada sobre un socialismo de pasquín, se atrevan a
confinar el significado y accionamiento de la Universidad autónoma negándole
sus derechos de desarrollo a favor del afianzamiento de una ciencia nacional.
En otras palabras, es como renunciar o
abandonar un inmenso y espléndido legado de valores y de ejemplos. Es como
vivir con una herencia despreciada.
DESORDEN AUTORIZADO
Con la venia del régimen, la
ciudad turística y estudiantil de Venezuela, Mérida, es ahora escenario de los llamados moto-taxis.
Aunque su presencia fue regulada por un reglamento aparecido en Gaceta Oficial
a los fines de oficializar su aplicación, el desorden generado a causa de ellos
es propio de estos cambios revolucionarios que han venido desatándose para
complacer los gustos del “pueblo”.
El problema tiene distintas
lecturas, aunque todas llevan a un común denominador relacionado con dos
aspectos que han contribuido a afear la ciudad.
El primero, referido a los
puntos de concentración pues ocupan áreas peatonales así como de
estacionamiento vehicular a pesar de la escasez que hay de los mismos en medio
de las estrechas vías que configuran la red vial merideña. El segundo, está
enlazado con el comportamiento anárquico y desaforado de estos motorizados que
no respetan normas. Mucho menos, peatones o vehículos en movimiento puesto que
su desconsideración pone en riesgo la vida del cliente quien hace de
“parrillero” en motos sin mayores agregados de resguardo. Apenas, un semi-casco
que sumado a la velocidad que desarrollan en medio del apretujado tráfico
automotor, no constituye garantía alguna de seguridad para ninguna de las
partes comprometidas.
Y no podía ser de otra
forma, porque todo se corresponde con un desorden autorizado. Así es como se
gobierna. Dejando que las realidades se vean dominadas por un desbarajuste
integral.
“GANAR-COBRAR-GOBERNAR”
Esta es la ecuación que,
según Rafael Simón Jiménez, debe resolverse sin vicisitudes ni tampoco dudas o
miedos. En su opinión, la relación entre estas tres condiciones, debe primar
las realidades políticas que definirán las circunstancias electorales durante
2012 pues bajo las mismas se verá sometido el esfuerzo y voluntad democrática
de aquella población que vive desesperada por los abusos cometidos no sólo por
funcionarios del régimen. Sino mucho peor, por el propio presidente de la
República.
El verbo “ganar” compromete
el propósito de alcanzar la victoria el 7 de Octubre de forma contundente para
lo cual habrá que demostrarle al país que igualmente el próximo 12 de Febrero
la oposición democrática sabrá demostrar su fuerza de convocatoria mediante la
votación que deberá y podrá contarse.
El verbo “cobrar” refiere la
decisión de conseguir el triunfo electoral con la ventaja suficiente y
necesaria para convalidar ante los ojos del mundo nacional e internacional la
legitimidad del cambio logrado. Para ello, habrá de ponerse en marcha una
transición que entienda el sentido de la alternabilidad como principio
constitucional y razón de la democracia moderna.
Y el verbo “gobernar” alude
al proceso de conducción social que se implantará en el país con justicia,
equilibrio y determinación de objetivos de desarrollo económico sin atropellar
políticamente a nadie. He ahí la razón para “ganar-cobrar-gobernar”.
antoniomonagas@gmail.com
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