Los sectores democráticos deben encarar las
elecciones regionales del 16-D con el propósito de cerrar las grietas
detectadas en los comicios pasados, mejorar los mecanismos de supervisión que
fallaron, denunciar los desmanes del régimen en connivencia con el CNE y
obtener nuevas gobernaciones donde se sabe que es posible lograrlo. Luego del
doloroso traspié del 7-O hay que recobrar el pragmatismo y la sensatez
Los millones de electores que votaron por
Capriles tienen suficientes motivos para sentirse defraudados por los
resultados del 7-O. Cuesta entender que el peor Presidente desde Cipriano
Castro haya sido reelecto. La nación se hunde en un caos de anarquía,
ineficiencia, corrupción y desidia nunca vistos.
Estos factores se agravan porque la
gigantesca masa de recursos petroleros que han ingresado al país en la última
década, habrían sido suficientes para colocarnos en una plataforma de
lanzamiento hacia los primeros lugares entre las sociedades más prósperas del
continente y el mundo.
Esa fortuna ha servido solo para enriquecer
unos cuantos boliburgueses, formar una inmensa clientela oficialista,
fortalecer la tiranía cubana y permitir el crecimiento económico de Nicaragua y
Bolivia. Dentro de nuestro territorio lo que se encuentra es inseguridad
personal, inflación, escasez de productos básicos, informalidad, caos urbano,
falta de medicamentos, colapso de la infraestructura. No es sencillo entender
cómo con este panorama pudo haber triunfado el comandante y, además, lograrlo
sin que exista fraude electrónico de por medio.
Tampoco resulta sencillo explicarles a los
votantes que la oposición subestimó la capacidad de movilización y acarreo del
PSUV, la profundidad de la hegemonía alcanzada por el aparato comunicacional
del régimen, el dominio casi absoluto ejercido por el oficialismo en las
ciudades más pequeñas y en los centros rurales, la enorme capacidad de gasto
del Estado clientelar (el más rico de América Latina) y los aberrantes
beneficios que proporciona el ventajismo sin límites ni contrapesos que practica
el teniente coronel, apoyado en la complicidad del CNE.
La trama de todos estos factores condujo a la
derrota del 7-O. Ante este descalabro numerosos electores han reaccionado
emocionalmente, como ocurre cuando se pierde a un ser querido. Los votantes
entraron en un período de duelo en el cual se mezclan la decepción, la rabia y
la impotencia. El peligro de esta reacción es que puede conducir a la
desmoralización y la parálisis. Esta es precisamente la respuesta que busca el
Gobierno. El voto es un arma de ataque y defensa. Sirve para avanzar en el
plano democrático y defender las posiciones ya obtenidas. Ganar gobernaciones
levantará una muralla contra el Estado comunal y comunista.
El desánimo de los opositores representa un
aliado del chavismo para las elecciones del 16-D. Lograr el triunfo mediante la
ausencia de los electores en los centros de votación resulta ideal para el
caudillo y sus candidatos. Sin ningún costo, podrían obtener la legitimidad de
origen de los paracaidistas que aspiran a ser gobernadores y diputados
regionales. Conseguirían mantener los comicios como norma democrática,
alimentando la ficción de la participación ciudadana.
Los duelos hay que vivirlos. La negación del
sufrimiento es dañina sea cual sea la pérdida de que se trate. Pero de los
duelos hay que salir porque pueden transformarse en patologías letales para el
alma y el cuerpo. El organismo puede enfermarse y el alma envenenarse. El dolor
tiene que ir abriéndole espacio a las ganas de luchar de nuevo, sin dejar de
evocar lo que desapareció, pero sí convirtiendo el recuerdo en energía para
corregir errores y plantearse nuevas metas.
Los sectores democráticos deben encarar las
elecciones regionales del 16-D con el propósito de cerrar las grietas
detectadas en los comicios pasados, mejorar los mecanismos de supervisión que
fallaron, denunciar los desmanes del régimen en connivencia con el CNE y
obtener nuevas gobernaciones donde se sabe que es posible lograrlo. Luego del
doloroso traspié del 7-O hay que recobrar el pragmatismo y la sensatez.
Con el voto de los electores democráticos resulta factible triunfar en los estados que actualmente cuentan con mandatarios opositores y sumar, además, Anzoátegui, Aragua, Mérida y Bolívar. En todas esas entidades nuestros aspirantes son mejores que los escogidos por el teniente coronel, cuentan con equipos más eficientes y programas de gobierno concebidos para profundizar la descentralización, mantener la democracia, defender la propiedad privada, mejorar los servicios públicos y la infraestructura. Los escogidos por el dedo atómico del caudillo, en cambio, buscarán acabar con la descentralización, implantar el comunismo y el Estado Comunal, y, por esta vía, transferirle aún más poder al autócrata.
Protesta contra los abusos, el ventajismo, el
CNE: vota el 16-D.
cedice@cedice.org.ve
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