Para las próximas elecciones se viene
hablando mucho de una posible abstención masiva, de hecho hasta la fecha
escogida, 16 de diciembre, parece seleccionada desde el principio con toda la
mala intención de fomentar un vacío de participación.
(Aunque
el shock asestado por la anunciación sucesoral de Chávez, a mi parecer activó
toda una marejada emocional que podría aprovecharse desde luego, como una
campaña para estimular el voto lagrimal, lo cual podría hacer pensar que la
confianza en el acarreo y la extorsión, recursos cariñosamente propinados por
el régimen a “los que quieren patria”, no es tanta, y por lo tanto, también
entre las huestes oficialistas se teme la abstención, quien sabe…)
De todas maneras, comenzaré por exponer la
argumentación menos valida posible en contra de la abstención, la cual,
faltaría más, es mí argumentación personal sobre el porque iré a votar…
Este servidor irá a votar porque nunca
perderé la menor ocasión para expresarme en contra de este régimen. Que eso
sirva o no les confieso que para mi no opera como particular motivación, porque
la sola expresión de mi voluntad opositora en cualquier ocasión pública, me
produce tal satisfacción personal, que para mi eso es mas que suficiente, de
hecho, incluso en peores condiciones iría a votar, lo haría de todas maneras ¡hasta
para elegir la reina de una fiesta patronal en el caserío mas apartado!
Se trata desde luego de una visión atemporal
y “sin tregua” de la lucha política, que no pretendo que sirva de ejemplo.
Así que a votar iré sobretodo como ejercicio
de gratificación personal, mas bien ciudadana, de la misma forma como saldría a
marchar, a protestar, a manifestar, todas las veces que hiciese falta, si
todavía ese fuera el caso, tal como lo hice en innumerables ocasiones,
especialmente antes de que la “nueva política” impusiese el callejón único
electoral, calle ciega de una sola vía, sin iluminación y llena de malandros, a
recorrer como vía de peregrinación pudorosa y ascética, para disputarle “su
trono” a un monarca supremamente antidemocrático, patológicamente aferrado al
mando, y que tiene, nada más y nada menos, todo el poder, todo el dinero y
todas las armas.
Siempre he manifestado que contra un régimen
como este se debe ir a elecciones, pero no solo en modalidad “correcta”, sino
con toda la intención de provocar un impasse y la crisis consiguiente…
lamentablemente, gran parte de nuestra supuesta “dirigencia”, nunca lo ha
pensado así y participa en forma “electoralmente casta”, lo cual para mi indica
que lo único que se busca en el fondo, mas allá de la eventual conquista de
algunos ámbitos regionales/locales, es la obtención de una tajada (o tajadita)
de la gran torta rentista, para materializar los ansiados espacios propios de
reparto clientelar. (salvo honrosas excepciones)
Ahora bien vamos a lo realmente importante en
este momento: pues todos debemos estar claros en que, acorde con la secuela de
decepción y frustración dejada por el 7 de octubre, estimular el acto suicida
de la “abstención castigo” -a modo de “operación remate”- será
Dejando de lado cierto abstencionismo
proveniente sobre todo, de un sifrinaje de millas acumuladas que siempre tiene
a Maiquetía bajo la manga, y que no aguanta dos pedidas para atornillarse en
una posición tozudamente antipolítica y antipopular, en donde incautamente
prefieren el derrumbe de la oposición porque con eso piensan que lograrán
escarmentar a “la política y los políticos”… dejando de lado este grupo
poblacional blindado en sus prejuicios, el resto de la ciudadanía,
especialmente de la ciudadanía en plenitud de facultades cognitivas, debería
ser perfectamente capaz de comprender que su decisión de abstenerse podría
afectar por encima de todo, su calidad de vida en los años por venir: su
“propia personal” y la de la comunidad donde vive…
No se trata de permitir que el “candidato
malo” gane, que ya de por si debería asumirse como un soberano disparate, se
trata de permitir, con un ejercicio de máxima irresponsabilidad, que un estado
que se encuentra abyectamente confrontado con una determinada parte de la
sociedad, termine de consolidarse en una posición aún mas poderosa y por ende
aún mas ventajosa, para la transición que viene, la cual asomará a la vuelta de
la esquina en cuestión de semanas, meses a lo sumo…
Sin duda, los resultados del 16 de diciembre
podrían resultar influyentes para precalificar, por ejemplo, a los actores de
una futura elección anticipada, aunque creo que sería preferible no seguir
insistiendo en cierto “principismo primario”, de todas maneras, eso no es lo
crucial, no…
Lo crucial es que servirán para medir cuan
convencida y resuelta es esa porción de la sociedad que se opone, y
supuestamente se seguirá oponiendo cívicamente, a la continuidad de este
régimen, en otras palabras, lo que viviremos el próximo domingo servirá sobre
todo para calibrar la determinación opositora en su voluntad de seguir actuando
como un colectivo, en la lucha por un cambio en la conducción del país… porque
toda abstención que perjudique a las candidaturas de oposición ese día, así
como podrá interpretarse como repudio a cierta dirigencia de la unidad, también
podrá leerse perfectamente como una capitulación más, de todo ese sector del
país que pretende (pretendía) encarar a la hegemonía chavista.
De hecho, sería difícil contrastar ese punto,
en vista de futuras discusiones y definiciones, que habrán de ocurrir.
Por lo tanto, el favor más valioso para su
continuidad, que pudiera recibir un chavismo que en vista de cierta mortandad
inoportuna, anda necesitado de urgentes “buenas nuevas” a pesar de su reciente
“triunfo”, sería el confinamiento sumiso de todos nosotros en nuestros hogares
el 16 de diciembre, para poderle cumplir el apremiante deseo surgido a última
hora: nuestra rendición ciudadana, justo en la víspera de lo inevitable…
Eso sí sería morir en la orilla…
federicoboccanera@gmail.com
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