lunes, 3 de diciembre de 2012

EGILDO LUJAN, FUNERAL DEL ARRENDAMIENTO INMOBILIARIO, FORMATO DEL FUTURO…

Cuando nacieron algunos de los actuales burócratas que hoy exhiben su alejamiento del sentido real de servidores públicos, para hacer sentir su verbo exaltante insuflado por el dominio del ejercicio del  poder, movidos, además,  por el propósito salvador del mundo y convencidos de ser los dueños absolutos de la verdad, Venezuela todavía constituía una referencia continental –y de cita obligatoria en los demás países- sobre el lento andar  y de los notables efectos económicos y sociales de su todavía incipiente Democracia.
Para entonces, el pluripartidismo multicolor se hacía sentir, reclamaba derechos constitucionales y, lo más importante, era atentamente escuchado. ¿Qué no lograba todos sus propósitos, aun cuando argumentaba las razones para alzar su voz?. Es cierto. Pero no era visto ni sentido por los poderes públicos como ruido infernal; mucho menos, como expresión enemiga del resto de sus compatriotas que, desde las demás expresiones organizadas de la sociedad venezolana, apelaba al legítimo derecho a disentir, de manifestar su desacuerdo con la medida administrativa impuesta desde las instancias públicas.
Es por eso por lo que cuando esos mismos empleados gubernamentales “celebran” los resultados alcanzados a un año de su vigencia, por la Ley de Costos y Precios Justos, y lo relacionan con aquellos que, a su juicio, también serán alcanzados a lo largo de los próximos doce meses con la Ley que norma el Arrendamiento de Vivienda, no hay dudas de que tienen razón. Y es así porque, definitivamente, a lo que hoy es sometida Venezuela, y con ella todas las generaciones que ayer construyeron al país del presente, es al accionar de un enjuiciamiento desde las posiciones de mando, bajo el argumento de que “aquí los que transpiran olor de pueblo son los llamados a tener el control absoluto del poder”, y sus derechos están consagrados en las leyes que están haciendo posible “la transición hacia el socialismo”, es decir, hacia la consagración del Poder Popular.
En otras palabras, poco importa que la Sundecop tenga doce meses vegetando entre planillas, exigencias de actualización de costos y la evasión deliberada de su obligación “legal” de ajustar precios. Como que a la vuelta de los próximos doce meses, la hoy efectista Superintendencia Nacional de Arrendamiento de Vivienda se encuentre en lo mismo, es decir, admitiendo que “su trabajo” llegó al final, porque no habrá vivienda, apartamento o rancho para alquilar formalmente, ya que los propietarios y arrendatarios habrán acordado, “face to face”, lo que debe hacerse en estos casos: medrar y convivir en las bondades que garantiza el “mercado negro”. Sí, ese, el mismo producto que, históricamente, siempre han terminado garantizando los gobiernos que giran alrededor de una sola voz y visión de mando.
Es muy probable que la Sundecop termine consagrándose con los efectos de la tarea encomendada, forzando a los consumidores a depender de una sola marca de jabón de baño, de shampoo, de pasta dental, de cepillo dental, de toalla sanitaria, de papel sanitario, de compota, de agua mineral, de jugo industrial. Y, por supuesto, aportando, así, su cuota parte en el nacimiento de la tropical versión socialista del “nuevo hombre” del Siglo XXI, aunque su oculto guayuco mental lo ubique en las postrimerías del Siglo XIX. Pero hay una inquietud: ¿conquistará su medalla dorada la burocrática dependencia que se ha propuesto acabar con los “valores especulativos” y el concepto de “objeto de lujo” que giran alrededor del arrendamiento de viviendas?.
Desde luego, no es un reto expresivo ante la arrogancia. No. Simplemente, un recordatorio: de la misma manera que es imposible construir el nacimiento de un “nuevo hombre” a partir del propósito castrador de su derecho a pensar y expresar su sentimiento libremente, igual sucede cuando de lo que se trata es de anular la existencia, dinamismo y habilidad desplazadora de la composición y vigencia del mercado. Porque al mercado no se le sepulta con decretos, leyes, resoluciones, menos con subjetivismos voluntaristas de burócratas ombligueros.
Antes que apelar al fácil método de la acción punitiva, de la satanización de los fundamentos de la economía construida en un ambiente donde la libertad y el derecho a ser libre superan los cánones guerreristas, al igual que la concepción cuartelaria del esfuerzo productivo, sin duda alguna, sería mucho mejor hacer tanto esfuerzo como sea necesario, para que se construyan tantas viviendas como el país necesita, y los que hoy viven bajo techo prestado o rentado, puedan mañana adquirir un inmueble sin comprometer el ejercicio de su derecho constitucional a la propiedad. ¿En qué contribuye a erradicar el déficit habitacional criollo, la genérica y común acusación de que el propósito es acabar con el latifundio inmobiliario?.
Aunque, sin embargo, eso, aparentemente, pareciera no ser tan importante, como sí el hecho de seguir llenando al país de propaganda demostrativa de soluciones que, al final, no pasan de ser simples promesas reconstruidas para lo mismo de siempre: controlar el ejercicio del poder. Mejor dicho, dominarlo y, con dicho dominio, difundir supuestas acciones salvadoras, muchas de las cuales, para pena y dolor de los “muchachos” de la misma generación que hoy no detentan cargos públicos –y que no consiguen trabajo, vivienda y respuestas a sus sueños y esperanzas- terminan siendo expresión de costosas “muchachadas”, promovidas desde el bien alimentado pensamiento de la fanatización del revanchismo social. Y, desde luego, fortalecido por el reinante fundamentalismo ideológico; ese mismo que, a 14 años de ir y venir, ha terminado generando un hecho de altos costos económicos, sociales, políticos y morales, hasta proyectarse con grafismo y todo en una reinante palabra mayor: Venezuela es un país sin rumbo, y con un futuro comprometido por una situación macroeconómica y microeconómica, al mejor estilo y modelo de cualquier nación amante del tercermundismo.
egildolujan@gmail.com

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Edecio Brito Escobar
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