Triste calificativo para un pobre país rico. Sin embargo, esa es la realidad de la Venezuela del año 2012. De la Venezuela del siglo XXI. De la que todos nos ufanábamos y creíamos teníamos como el paraíso terrenal. Como la tierra de la esperanza a la que acudieron en oleadas, durante las décadas de los cincuenta y sesenta, excelsos grupos migratorios de gente noble, honesta y trabajadora de Europa; principalmente de España, Portugal e Italia, así como de muchas naciones del medio oriente, del norte, del centro y de Sur América.
Esos grupos mezclados entre ellos y con los autóctonos dieron vida, color y sabor a esa nueva generación de venezolanos que con su belleza, hidalguía, caballerosidad, honestidad y dignidad eran recibidos como buenos mensajeros en otras latitudes, por el sólo hecho de que adolecíamos del espíritu migratorio, ya que todo, bueno casi todo, lo teníamos aquí y en consecuencia, nada teníamos que buscar en otras tierras.
Sin embargo, hoy día todo eso ha cambiado. Con la excepción de las reinas de belleza, quienes son nuestras mejores embajadoras, en la generalidad de los casos somos mal vistos y hasta repudiados. Muchos para poder sobrevivir tienen que permanecer ilegales y aguantar vejaciones en esos países en los que antes nos recibían con bombos y platillos. Es decir, ahora somos indeseables.
Las causas que motivaron este desmejoramiento han sido variadas, desde no saber sembrar el petróleo, pasando por la administración de gobiernos mediocres, incapaces, degenerados, populistas y corruptos hasta lo más sencillo, no saber apreciar lo que tenemos. Y tristemente ese es el resultado y en eso nos hemos convertido en estos tiempos de supuesta revolución. A ello se suman nuevas presiones y descrédito interno; propaganda clandestina xenofobita y acciones en la que los máximos jerarcas del gobierno irresponsablemente pregonan e incitan la fuga de talentos con la célebre frase de: “que se vaya el que quiera”, o en las que la amenaza trasnochada y vil de la libertad, de la intervención o de la persecución y las posibilidades de surgir si no te adaptas servilmente al sistema, son nulas.
En eso hemos convertido en estos últimos años a nuestra “por ahora” República Bolivariana de Venezuela. Esa es la Venezuela que construyó Carlos Andrés Pérez en sus dos gobiernos, Jaime Lusinchi, Luis Herrera Campins, Rafael Caldera y Luis Alfaro Ucero y que nosotros como borregos y como una sociedad de cómplices y cobardes les dejamos construir. Somos “por ahora”, un nación emigrante. ¿Es eso lo que merecemos?
A esa Patria maltrecha, ultrajada y adolorida es a la que se le fugan sus cerebros más valiosos, su juventud, su clase media formada y consolidada con sacrificios a través de décadas porque sencillamente no quieren vivir en otra Cuba, Irak, Libia,Uganda o en un país en el que se despilfarran millones y millones de Bolívares en un sainete de procesos electorales casi cada mes para complacer al “líder”, sin culpables, dónde la trampa electoral, el atropello, la violación de la Constitución en “referendo popular” y del Estado de Derecho, es el pan nuestro de cada día.
A esa Venezuela, no la del neoliberalismo salvaje, sino la del populismo salvaje, la de la buhonería salvaje, la de la marginalidad salvaje o la delincuencia salvaje (los cientos de muertos los fines de semana en manos del hampa es la mejor muestra) es a la que abandonan sus hijos que prefieren ser inmigrantes o ciudadanos de cuarta categoría en países del primer mundo, que esclavos en una República de Quinta categoría. Por lo menos eso es lo que comentan centenares de jóvenes y familias temerosas que huyen hacia Canadá, Australia, Estados Unidos o hasta la misma España de donde hasta ayer venían grupos migratorios buscando mejor futuro en Venezuela como tierra de promisión.
Al pensar con dolor en lo que se ha convertido esta República, veo con más estupor el inmoral deseo de que el se quiera ir que se vaya, así como la equivocada política de abrir nuestras fronteras a grupos de indeseables que vienen de otras comarcas con sus vicios y su miseria a convertirnos en una nación de Quinta Clase, cuando pudiéramos ser un país de Primer Orden. ¿Por qué ese salvaje deseo de que se vayan los talentos y la clase honesta y trabajadora? ¿Será acaso cierto el principio de que en el país de los ciegos el tuerto es rey?
Ojala que estas líneas sirvan de reflexión porque aún estamos a tiempo de evitar tantas lágrimas, ante la dura despedida de un ser querido, de ese balsero venezolano que empleando cualquier medio de transporte disponible se va a otras latitudes a buscar lo que en estos momentos el gobierno de su patria no le ofrece; respeto al ser humano, libertad, justicia, dignidad y posibilidades de surgir.
ALMA LLANERA INSTRUMENTAL
El inicio de una nueva vida dejando atrás tantos recuerdos para no saber cuando volver, es traumático y desalentador. Si lo dudamos, preguntémoselo a los que ya vivieron esa amarga experiencia de ser emigrantes. Venezuela, llámese como se llame o como la quieran llamar, es la tierra de Guaicaipuro, María Lionza, Bolívar, Páez, de Pérez Bonalde con su“Vuelta a la Patria”,tuya, de tus hijos, de Pedro Elías Gutiérrez y de millones más en la que hemos nacido o venido para luchar en esta ribera del Arauca vibrador, dónde los hombres deben ser iguales y dónde todos somos hermanos de la espuma, de las garzas, de las rosas y del sol.
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentario: Firmar con su correo electrónico debajo del texto de su comentario para mantener contacto con usted. Los anónimos no serán aceptados. Serán borrados los comentarios que escondan publicidad spam. Los comentarios que no firmen autoría serán borrados.