jueves, 8 de noviembre de 2012

FERNANDO OCHOA ANTICH, EL PSUV DE RODILLAS ANTE CHAVEZ


         La designación por el  dedo de Hugo Chávez de los candidatos a gobernador de su partido es una dolorosa muestra de lo que significa la excesiva concentración del poder en un sólo hombre y lo deformante del culto a la personalidad. Todos los movimientos políticos, de izquierda y de derecha, que toman ese camino terminan transformándose en instrumentos para destruir la libertad y la democracia. 

          No importa el origen del poder: puede ser electoral o por la fuerza. Al lograr el caudillo destruir, a través del  terror, el liderazgo colectivo del partido, doblega a los que permanecen a su servicio para que se  imponga exclusivamente su voluntad. Adolfo Hitler y José Stalin son dos excelentes ejemplos de esta tragedia. Destruyeron el liderazgo colectivo de sus organizaciones políticas para poder después hacer y deshacer con el destino de Alemania y Rusia.

         Esa es la situación del PSUV. La concentración del poder en Hugo Chávez comenzó desde 1998. La  primera crisis fue dentro de la logia militar de 1992. Esa división era ideológica. El sector que se opuso a Hugo Chávez no coincidía con la visión marxista que, desde el inicio de su gobierno, con habilidad, fue imponiendo. Eran los tiempos en que importantes sectores de la oposición pensaron que Francisco Arias Cárdenas podía significar algo dentro del chavismo. La mayoría de los comandantes del 4 de Febrero fueron expulsados del MBR-200 por cuestionar el liderazgo omnímodo de Hugo Chávez. A partir de ese momento, el fortalecimiento de su figura política por los continuos triunfos electorales condujo a  un permanente culto a su personalidad, cuya última expresión ha sido  la designación a dedo de los candidatos a gobernador.
         
        Esa decisión de Hugo Chávez tiene, sin lugar a dudas, motivos  poco claros. No es fácil explicarse el gran número de candidatos a gobernador que, a última hora, fue reemplazado por otros miembros del PSUV. En esas designaciones hay algo curioso: el número muy elevado de candidatos a gobernador de origen militar. La única explicación que le encuentro a esa decisión es que Hugo Chávez haya tenido que complacer al ala militar del partido después de haber tomado la decisión de designar como vicepresidente y heredero a Nicolás Maduro. Me imagino la molestia de ese sector al conocerse la noticia y la cara de sorpresa de Diosdado Cabello. Lo inaceptable para los líderes regionales del PSUV es que se hayan escogido como candidatos a figuras políticas nacionales sin ninguna relación con los estados para los cuales fueron seleccionados.

         Hay algunos casos que, por tener una particular significación, debo señalar, aunque en todas las gobernaciones hubo imposiciones. Me refiero a los problemas surgidos en Carabobo, Táchira, Mérida, Trujillo, Anzoategui, Lara, y Monagas. En Carabobo, la imposición de Francisco Ameliach sobre el liderazgo natural de Rafael Lacava se hizo en medio de un acto público, mostrando el verdadero humor y la forma arbitraria como Hugo Chávez impone su voluntad, El caso triste, fue escuchar a Rafael Lacava que, con voz temblorosa, tuvo que aceptar al día siguiente la decisión arbitraria del caudillo, traicionar las  esperanzas de su pueblo, y reconocer el liderazgo de Francisco Ameliach. En el Táchira, otro “héroe” del 4 de Febrero, José Vielma Mora, le perdonaron curiosamente el castigo, y lo enviaron a una derrota segura para terminar de destruirlo.

         En cada una de las imposiciones se repite la historia. El caso de Mérida es importante resaltarlo. El líder natural del PSUV es Florencio Porras, uno de los oficiales que atacó Miraflores mientras Chávez se escondía en el Museo Militar, y que desde entonces siempre ha cuestionado el culto a la personalidad con que se quiere rodear la imagen de Hugo Chávez. Sencillamente, para imponer a Alexis Ramírez, se expulsó al líder incómodo y se obligó a Diosdado Cabello a ir a Mérida a ofender a su antiguo compañero. Este caso se asimila a lo ocurrido con los líderes naturales del chavismo en los estados Lara y Monagas. En medio de una gran crisis, se les retiró el apoyo a los gobernadores Henri Falcón y José Gregorio Briceño, acusándolos de mil cosas para destruirlos y poder imponer otros candidatos.

         El caso de Trujillo es muy doloroso. Escuchar a Hugo Cabezas retirar su candidatura y observar después la imposición de Henry Rangel Silva, muestra el desprecio por la opinión de los miembros del PSUV. El único camino para no ser destruido políticamente es arrodillarse ante el líder omnipotente y aceptar sin discusión sus decisiones. No hay partido, no hay dirigencia colectiva, sólo la voluntad del caudillo. Claro está que hay formas de obtener su beneplácito. Allí está Aristóbulo Istúriz, candidato a la gobernación de Anzoategui. Tomó por bandera destruir las gobernaciones y las alcaldías para reemplazarlas por los consejos comunales, e imponer una estructura organizativa del Estado similar a la de Cuba. El objetivo es uno sólo: diluir el poder popular para que Hugo Chávez pueda permanecer eternamente en el poder y repetir la historia de Fidel Castro…


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