La oposición se arriesga a que su
votación experimente una involución de serias consecuencias
Tras su triunfo en las presidenciales, el oficialismo busca ahora cerrar el círculo con una victoria
aplastante sobre sus adversarios en las regionales de diciembre.
En el plan de
vuelo de la nomenclatura no cuenta solamente el número de las gobernaciones que
se puedan obtener: como en las parlamentarias de 2010, el número de votos
representa un dato esencial, que definirá la correlación de fuerzas políticas
en Venezuela y, como es lógico, el apresto con que cada una de ellas asistirá a
las batallas que Chávez anunciará el 10 de enero, cuando comience el nuevo
sexenio.
A los escépticos y pesimistas no les faltan razones para dudar de la
suficiencia de la estrategia electoral de la MUD, pero -al menos por ahora-
sólo cabe desafiar al poder participando masivamente, para dejarle en claro que
nadie está dispuesto a colaborar con el propósito de impedir que "el
proceso" logre instalar una atmósfera de acatamiento, obediencia y
rendición general.
Si el electorado de la MUD no asiste a
las urnas, la oposición se arriesga a que su votación experimente una
involución de consecuencias muy serias en los desarrollos futuros de la
política.
Un retroceso, producto de la desilusión, la ignorancia o la
irresponsabilidad, minaría severamente la capacidad de resistencia de los
venezolanos, que necesitamos acopiar ánimo y determinación para encarar los
seis años que, en teoría, tenemos por delante.
La docilidad que el Gobierno
busca tiene su germen precisamente en la abstención y desmovilización de
quienes, desencantados por los resultados del 7-O, son presas fáciles de las
maniobras del aparato de propaganda del régimen, que nunca ha dejado de
trabajar para fabricar un clima de resignación y de inexorabilidad
revolucionaria.
Es verdad que la oposición requiere revisar su agenda política
para optimizar su desempeño en una lucha que trascienda de lo estrictamente
electoral: sin embargo, también es verdad que el voto constituye un eje
fundamental de su hoja de ruta, sea cual sea la característica que ella
adquiera tras su necesaria evaluación.
La revolución -que internamente
reconoce los avances de sus contrarios- busca precisamente reventar la
estrategia incrementalista adoptada por la MUD en el 2006, para dejar sin
política al país no chavista, que -náufrago y sin brújula-, se resignaría
finalmente a los designios del comandante y su "proceso".
De este
modo, quedaría pavimentada la autopista que conduce hacia el "chavismo sin
Chávez", cuya viabilidad no depende del triunfo electoral del chavismo,
sino de otro tipo de victoria política: ésa que se alcanza en el campo de las
percepciones, donde, por la vía de la rendición, la revolución habrá
garantizado su largo plazo, sin Chávez a la cabeza.
Argelia.rios@gmail.com
@Argeliarios
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