domingo, 18 de noviembre de 2012

ARGELIA RÍOS, DE LAS MISIONES A LAS COMUNAS.

No, lo que está planteado no es la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Una jornada electoral como el que ella requeriría, resultaría muy azaroso. 
Pese a que los resultados del 7-O le sonrieron al oficialismo, su alto mando reconoce que el país ya no se encuentra en condiciones de asistir a un experimento de esa naturaleza: la receptividad entre el pueblo chavista no está garantizada. La “constituyente” que el oficialismo manosea es un proceso que busca recrear una atmósfera artificial, necesaria para reciclar las expectativas de los auditorios del “proceso” y generar un clima que beneficie la reoxigenación del marketing alrededor del “empoderamiento popular”. 
De lo que se trata es de estimular a las bases simpatizantes a la discusión del plan socialista 2013-2019, a modo de atenuar la esperanza de concreciones tangibles que ellas poseen en torno al sexenio que está por iniciarse y, desde luego, de revivir las pasiones que el tiempo ha decolorado.
Desgastadas como herramienta política, las misiones ya no pueden seguir siendo el eje simbólico del proyecto: el Estado comunal representa un intento -entre otros muchos que veremos- por sustituir esa apolillada iconografía, para tratar de restablecer aquella vieja efervescencia popular que, poco a poco, ha ido desapareciendo hasta llegar al actual cuadro de desmovilización de las filas bolivarianas. 
Es cierto que las comunas se enmarcan dentro del permanente objetivo hegemónico del “proceso”: sin embargo, también es verdad que ya no estamos en un genuino “moméntum constituyente revolucionario”, y que los esfuerzos por instaurarlas se están produciendo a pesar de lo que el país valoró al concederle al comandante una nueva oportunidad. 
El planteamiento que ahora se le está formulando al país -y que otra vez prioriza los temas del poder y de la híper-política- colisiona de frente con su oferta de trabajar con eficiencia y amplifica, también, las dificultades que enfrenta el gobierno para mejorar radicalmente la gestión, de la cual depende la sobrevivencia de la revolución en un largo plazo sin el Chávez a la cabeza.
No hay sorpresas: las revoluciones siempre necesitan pueblos enfervorizados con falsos y permanentes “procesos constituyentes”. 
La venezolana no es distinta: también ella ha visto extinguirse los entusiasmos que una vez generó y que la nomenclatura roja pretende hoy alentar, con unas comunas llamadas a sustituir a las misiones como el nuevo símbolo de sus contenidos propagandísticos… 
Ni el propio chavismo sabe con qué se comen las comunas: dejemos que se enreden ellos en ese debate, para el cual no está disponible, por cierto, la voz potente y pedagógica de un presidente cada vez más ausente.
argelia.rios@gmail.com

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