lunes, 26 de noviembre de 2012

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, ECONOMIA MORIBUNDA, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL

El país se sumerge en problemas de toda índole. Sobre todo, aquellos azuzados por las incompatibilidades que se incitan en una economía estructurada con incompetencia, diseñada con improvisación y conducida sin planificación.
ECONOMÍA MORIBUNDA

EL MEDICO ASESINO
La incertidumbre es una variable absolutamente autónoma. A tal extremo, que su autonomía le permite modificar escenarios ya trazados con total determinación. En el ámbito de la economía, sus efectos hacen tambalear o, peor aún, derrumbar cualquier pronóstico o realidad por acuciosa que haya sido su formulación u ocurrencia. De ahí que ante toda proyección económica, debe considerar su factible incidencia. Al menos, ese es el patrón teórico que orienta la metodología que debe seguirse en todo análisis que considere el carácter aleatorio sobre el cual se moviliza la economía de cualquier proceso que observe criterios de relativa estabilidad.

Pero esta situación se agudiza, cuando la política gubernamental pretende desconocer el impacto de la incertidumbre atreviéndose, en consecuencia, a tomar decisiones que obvian razones en la dirección de evitar complicaciones mayúsculas lo que deviene en constricciones de contundente magnitud. Y es, exactamente, lo que está a punto de irrumpir en el panorama económico venezolano de importunarse posibilidades que disfrutaría el país de aguzar la visual cuya perspectiva aprecia las potencialidades y capacidades que se tiene en cuanto a fuentes de riqueza concentradas no sólo a nivel del subsuelo. Particularmente, a instancia de las distintas organizaciones e instituciones que capitalizan la intelectualidad residente.

En virtud de lo arriba explicado, debe reconocerse la peligrosa fluctuación que caracteriza la economía venezolana toda vez que las políticas fiscal, monetaria, cambiaria y comercial además de precarias, no responden a un compromiso democrático por el cual el país debería estar apuntalando su nombre entre los primeros de la geopolítica latinoamericana. Sin embargo, las realidades económicas indican otra cosa. En concreto reflejan una confusión del manejo financiero que ha devenido en graves inconsistencias que no podría ser susceptible de una acción de contraloría.

A decir por lo que puede deducirse de la propia información que brinda el Banco Central de Venezuela, en sus breves boletines de prensa, el funcionamiento de la política económica viene torciéndose como resultado de objetivos determinados por el sectarismo que marca el régimen en su devenir perversamente ideologizado. El sesgo que recibe el hecho de considerar valores políticos como la igualdad, independencia, libertad y justicia, desfigura la posibilidad de comprender objetivos que dan lugar a unas políticas finalistas como el pleno empleo, el desarrollo económico, el equilibrio económico exterior, la estabilidad cíclica y del nivel de precios.

La ausencia de criterios que tracen el ordenamiento de la economía desde un enfoque así, conspira contra una coordinación e integración entre las diferentes políticas de tal forma que puedan alcanzarse los resultados esperados. En consecuencia, el país se sumerge en problemas de toda índole. Sobre todo, aquellos azuzados por las incompatibilidades que se incitan en una economía estructurada con incompetencia, diseñada con improvisación y conducida sin planificación. No queda de otra que reconocer que el país se encuentra supeditado a lo que pueda derivarse de una economía desfallecida, de una economía moribunda.

VENTANA DE PAPEL

NO HAY DÓLARES

Los subterfugios que utiliza el régimen para ocultar las verdaderas razones ante los obscuros manejos de las finanzas públicas, anima inmensas dudas. Dicho escamoteo de información, que además es propio de sistemas autoritarios, permite a la cúpula gubernamental administrar los recursos del Estado discrecionalmente. De esa manera, estructura un presupuesto que abiertamente beneficia a sectores subalternos mientras que, por otra parte, descalabra factores políticos que no se sometan a las altas decisiones.  Tan particular forma de administrar el erario nacional facilita operaciones fiscales que no se corresponden ni con las realidades, ni con lo que las leyes prescriben. Por ejemplo, PDVSA solía entregar  el 100% de sus recursos,  provenientes de la venta del  petróleo al Banco Central de Venezuela. 
Sin embargo, en la actualidad entrega sólo 40%, creándose así serios problemas a la economía venezolana. De hecho, no es la producción nacional la que ahora sustenta el consumo por parte de la población, sino que el comportamiento de las ventas está sostenido por la política de importaciones masivas que lleva el régimen. Esta situación deviene en un serio conflicto económico por cuanto estimula no sólo una galopante inflación. También hace que las divisas que requiere el sector productivo nacional se reduzcan sustancialmente creando un déficit que trastoca todo. Aunque el régimen pretende que esto se vea como si la economía estuviese creciendo. 
Lejos de tan absurda pretensión, la cuenta corriente o el dinero en efectivo de la nación cayó un 50%, lo que significa que no hay divisas porque el gasto se hizo mayor y las divisas no alcanzan. Por causa de las recientes elecciones, ha habido un incremento desmesurado del gasto fiscal con la finalidad de aparentar una bonanza. Pero con ello se provocó una violenta recogida de divisas con el oneroso resultado de no poder retenerlos. Esto se complica porque en el fondo de la situación, simplemente no hay dólares.

EL PAÍS DE LAS PATALETAS

La anomia está comiéndose a Venezuela. En un país con tal cantidad de leyes, resoluciones y reglamentos, amén de una Constitución de la cual se ha dicho que es una de las mejores estructuradas económica, social y políticamente, el día a día es un hervidero de protestas por cuyos efectos las realidades nacionales son caóticas. 
Por todos lados se tienen protestas. Sin embargo, a la hora de dar cuenta de quienes son los “rezongones” que demandan servicios, promesas y necesidades, la respuesta no deja de sorprender. Son quienes votaron a favor de la reelección del mismo presidente de la República. O sea, “chavistas”. Si bien esta situación resulta paradójica, tiene una explicación que de alguna forma pareciera convincente. Debajo del despelote que conduce tanta pataleta, se infiere un diseño político-social que, sin ser casual, conviene al gobierno para justificar su incompetencia ante la gerencia del país. 
No hay duda de que la gobernabilidad en los actuales momentos, no constituye un criterio según el cual la democracia podría consolidarse en virtud del juego de relaciones constructivas que estarían dándose. El actual desorden es un factor que alimenta el autoritarismo que marca el estilo de gobierno en el país y que terminará convirtiéndose en el medio funcional de articular la impudicia, la impunidad y la corrupción de lo que se han valido estos gobernantes para atrincherarse en el poder. 
El régimen acude a razones que determinan el caos. Para ello hablan de “empoderamiento” del pueblo con lo cual se hace sentir la barahúnda o terrible embrollo que ha dañado a Venezuela. Así se ven motorizados, obreros de Guayana, damnificados, quienes no tienen luz, agua, vivienda, quienes reclaman la inseguridad que se vive, quienes demandan el incumplimiento de contratos colectivos o porque las vías de comunicación ya no sirven. En fin quienes protestan perjudican los derechos de otros. Todo esto, le brinda razones al régimen para continuar desacomodando y estimulando la limosna que bien sabe repartir para convalidar su posición política en el país de las pataletas.

CANAGUA SIN LIBERTAD

TRANSMISOR DESTRUIDO
La obstinación de quienes se saben perdidos pero que siguen conspirando contra los derechos de otros si medir consecuencias, es la causa por la que en este país las libertades se vulneren con la más abierta ilegalidad. El caso que representa el hecho de haber destruido la única emisora de radio que informaba a los habitantes de los lejanos pueblos del sur del estado Mérida, es expresión de ese vandalismo amparado por un gobierno cuyos cuadros políticos que viene despedazándose por la desvergüenza que existe entre sus miembros. 
La descarada insolencia que encubre la violencia soterrada o al descubierto, protagonizada por gente del mismo partido de gobierno, llevó esta vez a dejar sin la posibilidad de informarse a quienes residen en los más apartados rincones de tan hermosa geografía andina. 
La destrucción de la emisora de radio Libertad FM, propiedad de la Arquidiócesis de Mérida, es un patético ejemplo de lo que significa atropellar derechos tan fundamentales como el de expresarse, informarse y comunicarse en función de consolidar la ciudadanía. Por culpa de bravucones, con ínfulas de dictadores, se tiene una Canagua sin Libertad.

Antonio José Monagas 
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
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