Algunos voceros y analistas vinculados
al chavismo han sostenido en privado que las fórmulas confrontacionales
transitan a la fecha una fase de agotamiento. Tienen toda la razón. El propio
presidente Chávez luce a la fecha decidido a reponer las energías y fluidos
perdidos el pasado 7 de octubre
Con pocos sobresaltos, un presidente
electo inusualmente discreto, y una coalición opositora trabajando duro para
conjurar los fantasmas abstencionistas, transcurre, en un ambiente electoral
técnicamente postcoital, la campaña para elegir gobernaciones de estado.
Aunque no deja de hacer boxeo de
sombra asomando nuevas modalidades programáticas divorciadas de la
Constitución, el alto gobierno parece haber decidido abandonar, por ahora, la
tóxica retórica pugnaz que lo ha caracterizado durante estos años.
Algunos voceros y analistas vinculados
al chavismo han sostenido en privado que las fórmulas confrontacionales
transitan a la fecha una fase de agotamiento. Tienen toda la razón. El propio
presidente Chávez luce a la fecha decidido a reponer las energías y fluidos
perdidos durante el exigente torneo electoral que concluyó el pasado 7 de
octubre. Parece tener claro que le espera un exigente 2013; salvado el objetivo
supremo de retener el poder, queda pendiente recontar bastimento y evaluar con
cuidado el panorama nacional de estos meses. No se le ha visto levantándole la
mano a nadie ni escupiendo amenazas en mítines, como ha sido su costumbre en
estos años.
Llegados a este punto soy de los que
piensan que la Mesa de la Unidad podrá domeñar el germen abstencionista y
obtener un resultado electoral bastante aceptable en este trance. Todo lo cual
no pretende desconocer que es probable que el oficialismo se quede con la mayoría
de las gobernaciones, aun cuando estas sean, juntas, las más pequeñas.
Con un portaviones que presenta los
condicionantes y las lastimaduras reseñadas, sin dejar de tener en cuenta que
la abstención es una mácula que también tocará la piel de las fuerzas
oficialistas, nadie debe perder de vista que, en las actuales circunstancias,
la oposición democrática compite, con un innegable chance de alzarse con la
victoria, en Miranda, Zulia, Lara, Nueva Esparta, Anzoátegui, Mérida, Táchira,
Bolívar, Carabobo y Amazonas. Ninguna de ellas puede darse como ganada por
descontado; pero sería una tontería absoluta dejar de concederle a la MUD una
clara posibilidad de ganar. Podríamos otorgarle un chance inferior, pero al
menos teórico, a plazas como Aragua y Monagas.
Aun aceptando que algunas de estas
entidades pueden perderse, la gesta de una campaña electoral plausible,
apuntalada por buenos candidatos, y una concurrencia ciudadana disciplinada el
día de las votaciones, podría en esta ocasión devolverle una bocanada de aire
fresco a la causa de la democracia.
Liderazgos apostados en los núcleos
urbanos más importantes del país, dispuestos a tratar con respeto al poder
constituido, pero también con una postura intransigente en defensa de los
valores constitucionales vigentes: descentralización, modelo económico mixto, y
colaboración y autonomía de poderes públicos.
De manera reiterada, y no sin razón,
el presidente Chávez se queja ante las contumaces demostraciones de
ineficiencia y despilfarro que ofrece su administración.
La relatoría ha sido hecha en público,
de forma honesta y por demás descarnada.
¿Comprenderá el Ejecutivo que necesita
dialogar con todo el estamento productivo nacional para que no se nos termine
de hundir la nación en una sucesión de proyectos disecados? ¿Podrá Hugo Chávez
hacer una interpretación adecuada de la compleja y sutil superposición de
sentimientos encontrados en torno a su liderazgo? ¿Habrá reparado en
Miraflores, en que, habiendo triunfado la oposición en Caracas, Maracaibo,
Valencia, Barquisimeto, Maracay, San Cristóbal, Mérida y Porlamar, el
descontento es un fenómeno irreversiblemente urbano? Nadie debe hacerse
ilusiones: el debate nacional no va a mejorar sustancialmente en los meses que
se avecinan. La nación fue interpelada en torno a dilemas estructurales durante
las pasadas elecciones y el fallo está a la vista de todos, por muy disparatada
que nos luzca a muchos su matriz.
El agotamiento del alto gobierno,
pero, sobre todo, las múltiples muestras de disfuncionalidad que exhibe en este
momento la economía, y, de manera más amplia, la gestión oficial, sin embargo,
nos indican que con un trabajo compacto, con una actitud contralora, con un
comportamiento participativo e indeclinable en defensa de conquistas
imprescriptibles el derecho a la propiedad, la concepción del Estado, el
debate en democracia y los derechos políticos de la ciudadanía es mucho lo que
se puede hacer para obligar al chavismo, no sólo a conversar, sino a respetar
el fuero de una franja de venezolanos amplísima, que roza la mitad de la
nación, y que está cruzada en todos los segmentos y estratos sociales.
Tocará ver, luego de la cita de
diciembre, cuál será el talante del discurso presidencial en su toma de
posesión de enero.
Si existen en la otra acera fuerzas
suficientes para imponerle a la nación un Estado comunal.
Hasta este momento el gobierno parece
haber hecho una interpretación acertada de lo sucedido en las elecciones
pasadas. Todos rezamos para que la tendencia continúe y se anuncien decisiones
en torno a los presos políticos y los exilados. Cometerá Chávez un costoso
error si persiste en subestimar a sus adversarios suponiendo que con un
discurso destemplado comenzarán a abandonar el país para dejarle el camino a
hacer con este país lo que le dé la gana.
Vamos a citarlo a él mismo: o hay país
para todos o no lo habrá para nadie.
alonsomoleiro@hotmail.com
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