sábado, 10 de noviembre de 2012

ALBERTO RODRIGUEZ BARRERA, LA INTRASCENDENCIA HISTÓRICA DEL CHAVISMO

   En momentos en que la libertad y la moralidad se encuentran amenazadas por un aparato de improvisación política jamás visto, la autonomía de consciencia y pensamiento adquieren preponderancia, junto a la intuición y la experiencia sensibles. Así también nos encaminamos a establecer los derechos de la humanidad, porque la sensibilidad, la revelación, la tradición, la lengua, son elementos verdaderamente fundamentales de la razón. La historia de la humanidad va en su desarrollo de los comienzos más bajos hasta el ideal de la humanitas: del desenvolvimiento y activación armónicos de todas las capacidades humanas. En relación con el chavismo, el pensamiento oscuro debe elevarse a la consciencia clara por medio de la reflexión.

 El principio básico de la ética es la fe, que surge de nuestro corazón, en la realidad de lo bueno “como de algo eternamente valioso, por lo tanto, en la capacidad de determinar los valores de las cosas; su tarea más elevada, el ennoblecimiento de la humanidad”. (Fries.) Por ello al chavismo hay que echarle en cara que el ladrón “ordinario” acostumbra a ponerse en contradicción con el contenido de su acción, porque de ninguna manera quiere renunciar a la protección del orden de propiedad que infringe en lo particular.

     Cabe recordar una famoso frase de Kant contra el totalitarismo: “El hombre, y absolutamente todo ser racional, existe como fin en sí mismo, no sólo como medio para el uso arbitrario de esta o aquella voluntad, sino que siempre debe ser considerado al mismo tiempo como fin en todas sus acciones, tanto en las que se dirigen a sí mismo como en las que se dirigen a otros seres racionales”. (En esto no se pueden hacer trampas, puesto que no hay ningún entendimiento que mire inmediatamente la verdad.)

     Todo a lo que el chavismo pretende hacernos renunciar completamente, para encajonarnos en su achicharrada metafísica única, es como si para no aspirar siempre aire impuro dejáramos mejor de respirar completamente. Tal cosa es imposible. Por eso hay que rechazarlo, criticarlo, porque la pureza del corazón, la mansedumbre y la solidaridad son  valores superiores a las restricciones psíquicas que pretende encasquetarnos sin justificación científica, moral y política alguna. Se nos hace difícil e imposible renunciar al método crítico que conjuga el conocimiento, aunque el hombre no esté compuesto solamente de las fuerzas de su entendimiento; la esencia del hombre consiste en el hecho de ser para sí mismo y para su alrededor el mayor enigma.

  No debemos dejar que el chavismo degrade al hombre, que elimine la consideración inmediata de los valores y aplique la matematización del estancamiento; en su afán por alcanzar la cuadratura del círculo, termina derritiéndose en la utopía del absurdo. El chavismo, al afirmar la existencia masiva del hombre como su existencia concreta, como hizo Kant, representa o encamina el materialismo craso de un marxismo-leninismo (el materialismo de un Lenin se hizo posible partiendo del autonomismo kantiano).  Pero es el caso que el sano entendimiento humano tiene consciencia general que se engaña menos que la individual; cuatro ojos ven mejor que dos, se requieren dos buenos testigos para establecer las circunstancias de un hecho... Porque el entendimiento también tiene su medida en las cosas que debemos juzgar mejor en comunidad.

     El hombre profano se remite a sus límites; la persona común es expresión de la humanidad. El hombre no puede vivir sin una trascendencia auténtica. La trascendencia del chavismo es artificial; el propio yo no es instancia única del conocimiento verdadero. La fe o la incredulidad no se pueden demostrar científicamente. Pero declarar al hombre autónomo o soberano ha llevado al hombre por generaciones al caos de la nada, o a la divinización de la Razón, el Universo, la Naturaleza, etc. Al centrarse en la mezquindad inmanente del yo, se aparta el sano entendimiento humano y de muchos hombres razonables multidisciplinarios que podrían decir si lo trascendente y los valores objetivos serían posibles, y cómo. Eso se llama solidaridad, solidaridad trascendental; y no es posible confundirla con la descarada manipulación insensata que caracteriza al chavismo.

     Si toda trascendencia es incierta, lo sería menos ampliando nuestras bases, buscando y creando interrelaciones que se han descuidado, y que nos han impedido resultados asegurados. Pero la entronización de la razón sola puede ser un extravío.


     Hoy es una necesidad el más sano entendimiento humano del hombre común y corriente, cuya orientación no es individualista sino solidaria, hacia la meta de los valores por todas partes reconocidos, tales como los derechos humanos de las Naciones Unidas.


     La medida del juicio no debería aceptarse de antemano, sino “primero que nada” -como señaló Kant- debería buscársele, con la tolerancia necesaria y la necesidad comunitaria.

chinorodriguez1710@yahoo.com

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