«Con fines obviamente perniciosos, les obsede controlar los poderes públicos y los medios de producción; el destino, la alimentación, pensamiento y emociones de los ciudadanos: quieren apropiarse de todo, es decir, son totalitarios, pero pretenden maquillar su infamia institucionalizándola»
Es su destino, del Vulgo. Nuestro
destino, el de todos los ciudadanos, sin menoscabo de alguien por su oficio
[aun cuando el pueblo difuso, a causa de la manipulación de la Propaganda,
sospeche que algunos no formamos parte del enjambre] está predeterminado en los
regímenes totalitarios.
El intelectual, estudiante,
funcionario público, profesional universitario, obrero o empleado [del Estado o
Empresa Privada cómplice] aceptará o acatará que se le trate como a un mendigo.
El despótico en funciones de mando
siempre «nacionaliza» empresas privadas prósperas para luego izar la bandera de
la «Patria» a la cual envilece tras intimidar y ulteriormente exterminar a los
ciudadanos que, por sentirse oprimidos, se le oponen con la Crítica Política.
Para Él, tales no son civiles disidentes: sino bastardaje insubordinado. Su
desenfocado y febril razonamiento lo fuerza a percibir un soldado en cada
ciudadano aun al civil que se resiste a ser uniformado o recibir entrenamiento
militar. La Doctrina Castrense o Miliciana, de hecho limitada por una clásica,
universal y mediocre reglamentación, le impide comprender lo que la naturaleza
del ciudadano comporta profundamente. En la praxis de su iniquidad pretórica,
la Crítica Política es una peligrosa forma de [rebelión perniciosa] insurgencia desestabilizadora del «Poder
[Podrido] Constituido o Constitucional».
El Tirano Constitucional se apropia
del ingenio de los ciudadanos, para exhibirlo al modo de una presea de
olimpiada. Se apropia de los bienes del ciudadano emprendedor y exitoso con el
pretexto de recuperarlos para repartirlos equitativamente a la «mayoría del
segregado o [desposeído] «marginado».
Se apropia abruptamente de empresas
productoras de alimentos [en favor de
supuestamente garantizar lo que hipócrita, majadera y cínicamente define
«seguridad alimentaria»], inmuebles u objetos suntuarios que culminan en sus
mansiones revolucionarias.
Al cabo, ejecutan inmorales e ilícitas
confiscaciones «de los bienes ajenos» resultado del ingenio y esfuerzo personal
[oficialmente] ultrajados en perjuicio de personas con talento para los
negocios.
Al cabo, reitero, arrebatan
ilícitamente los frutos de la inversión de capitales: privados, nacionales o extranjeros.
Impulsan, revolucionariamente, la castración del trabajo individual y postergan
la reparación de sacrificios económicos y hasta aniquilan la inteligencia de
quienes eran exitosos empresarios. Él [Tirano- Estado] se apresura, mediante la
Propaganda Infame y Oficial, a criminalizar el Ingenio.
Al despótico le obsede monopolizar la
búsqueda, procesamiento y difusión de las informaciones para desinformar.
Fustiga [y atraca con tributaciones fiscales] a los medios privados de
comunicación, empresas independientes de los avatares políticos u
organizaciones no gubernamentales que bogan por el respeto a los Inalienables y
Humanos Derechos, a fundaciones con fines de bienestar social y centros
privados para la atención médica: «porque con La Salud no debe
comercializarse», aducen los canallas a quienes poco importa el bienestar del
manipulado Vulgo.
Y hasta luce bonita esa nefasta
apropiación, con supuestos propósitos «humanitarios» [que sólo delata la
inoperatividad e ineptitud del funcionariado ante las necesidades del
vasallaje] de las Empresas Privadas de Atención Médica.
Los bien remunerados asesores para la
diseminación de infamias se lo sugieren y ovacionan la consumación del robo
institucionalizado de la Propiedad Privada.
Los enfermos «dignificados» por el
Estado Bienhechor [perdón, por Él,
porque es bicéfalo] comienzan a experimentar un humillante calvario para
recibir atención médica gratuita. Todos, en procesión, son más felices porque
el oprobioso e ineficiente trato oficial frente a su condición de enfermo ahora
tiene positivos efectos psicológicos. Mendiga ser auxiliado, pero lo hace con
«dignidad».
El Estilo Totalitarista de Gobierno se
apropia de casi todo, incluso del pensamiento de los propensos a ser
adoctrinados. A los que se resisten a ser alienados se les estigmatiza como
miembros de la Escoria Contrarrevolucionaria, o Cofradía de Parias y Enemigos
de los Pueblos [porque los hombres nuevos, por suprema voluntad condenados a la
miseria perpetua, tienen status internacional de revolucionarios entre comillas
y comidillas de juergas cancilléricas]. El Déspota Sempiterno quiere gobernar a
un pueblo por «dignísima voluntad» pobre, condenado a la minusvalía hasta su
extinción. Bajo las «revoluciones», el Vulgo mendiga hasta el Derecho a Morir
sin tanto sufrimiento y hasta ser sepultado en fosas comunes. Sin previo y
cuestionable tedeum, porque los clérigos son dispensadores del «opio de los
pueblos».
El Dignatario de la Tiranía convierte
en funcionario público a la mayor cantidad posible de trabajadores, porque
serán sus vehículos para la Propaganda Revolucionaria o de Gobierno Nacional Socialista
[de cualesquiera Siglo]. Los veja, les hace rogar por el pago puntual de sus
salarios y mejoras en sus condiciones de existencia. La puja por discutir
contratos laborales es penalizada. El usufructo de los bienes y el confort son
exclusivos para la Cúpula Gubernamental Armada, Ministerial, Electoral y
Judicial. La Historia dicta que, sin la impudicia e impunidad de la renovable
casta de los tiranos y quienes los sostienen, en el mundo los individuos y sus
gobernantes no se habrían convertido en irreconciliables factores de
obstrucción de la Verdadera e Inmutable Justicia Natural.
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