Para nadie es fácil volver a empezar después
de una caída, pero en el camino se enderezan las cargas, tal como dice el
adagio.
Volver a empezar no significa acostumbrarse a
lo mismo o abandonarse a las circunstancias para ver qué pasa. Se trata de
volver a empezar con el cúmulo de experiencias y utilizarlas como la
herramienta más poderosa para perfeccionar -si es que cabe el adjetivo- los
pasos para encontrar el punto clave de nuevas formas de seguir, sin ataduras
políticas y sociales totalmente absurdas.
La coexistencia en Venezuela no es la que
corresponde a una auténtica democracia. Esta vez se colocó a una gran porción
de ciudadanos en un proceso electoral
que solo midió la madurez cívica de los venezolanos. Se pasó la prueba y salimos solo con
resultados excelentes por el buen comportamiento en el examen electoral. Sin embargo, quedó el sabor amargo ante tanta
mentira, palabras prefabricadas, estrategias propias de un sistema vergonzoso,
al que por cierto se le unen algunos personajes para hacer el juego.
Las cuentas no dan el resultado esperado,
pero se presume como cierto lo que dice
un organismo que ya ha pasado por procesos similares, dejando una estela de
interrogaciones que ya se han despejado. Había un camino y desembocó en un
precipicio y asumir el barranco no es cuestión de hacer ver que el pueblo
habló, cuando en realidad lo que hicieron fue callarlo y ahora ni se debe poner
en duda, según las voces de los que llevan el estandarte de la unidad, las
asombrosas cifras de los comicios del 7
de octubre.
Hay muchas preguntas sin respuestas claras:
por qué las tanquetas en la calle, por qué la aceptación instantánea del
candidato opositor, por qué se quiere ocultar lo que es evidente, por qué
seguimos con miedo, por que amaneció Venezuela el 8 de octubre muda, casi
paralizada y nadie respondió. Por qué se dijo que era una fiesta electoral, si
por el contrario era el entierro de la democracia, por qué se pretende
neutralizar una situación que tarde o temprano va a explotar, por que la
ignorancia acabo con un sueño, un cambio de vida y la libertad plena.
El asunto es que la sabiduría callejera sabe
la respuesta y las respuestas coinciden, además de otras tantas consideraciones
que saltan a la vista. El país que exige un cambio está ahora en cuarentena, esperando
que hacer para volver a empezar con una vida distinta. Ha crecido la
incertidumbre porque no se cree que habrá respeto, unidad y mejor convivencia.
Una vez más, buena porción de jóvenes saldrán del país apoyados por padres que
no aceptan los resultados y mucho menos la forma de vida actual. El Estado no
puede atajar a nadie cuando se toman decisiones irreversibles que tienen que
ver con la existencia y seguridad humana.
Peor aun se encuentran los que emigraron hace
años de Venezuela, buscando un mejor horizonte y han declinado sus esperanzas
del feliz retorno a la patria. Ahora si estamos en un gigantesco problema,
debido a que el proyecto de vida no
tiene espacio en este golpeado y devaluado país, al que amamos, pero no
aceptamos los sinuosos caminos impuestos. Ahora es cuando la lección de vida
agrega una nueva enseñanza de no continuar dependiendo de los vaivenes de la
política para construir un estilo de vida decente.
Vamos a necesitar mayor esfuerzo para volver
a empezar algo, con la carga emocional o traumática por lo que no hemos
terminado o quizás no hemos comenzado, en una sociedad plagada de ideas estructuradas e
incomprensivas, sin espacio para una innovación. Con todo, seguiremos adelante
y preparados para volver a empezar desde el inexorable devenir.
susana.morffe@gmail.com
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