jueves, 11 de octubre de 2012

RAMÓN G. AVELEDO, DEL SIETE EN ADELANTE

Mayoritariamente, los venezolanos han decidido renovar el mandato de Hugo Chávez por seis años más. Lo democrático es reconocerlo, aunque las condiciones de nuestras elecciones distan mucho de los estándares democráticos y aun de la pauta constitucional y legal, y eso forma parte de los motivos para querer cambiar las cosas en este país de nosotros.
El Presidente ha ganado y nuestros votos son porque en este nuevo sexenio entienda que es presidente de todos los venezolanos, que para todos debe gobernar y que a todos debe respetar; a quienes votaron por él, y a quienes no lo hicimos.
Seis millones y medio de compatriotas dieron su confianza a Henrique Capriles y a la Unidad que lo presentó; una cantidad enorme, aunque no suficiente. Incluso, un tercio de ellos lo hizo en la tarjeta que simbolizaba expresamente el proyecto unitario, buscándola sin mayor ayuda publicitaria. Las demás maneras de votar por Capriles fueron válidas y legítimas, pero esta era precisamente el símbolo escogido por unanimidad de la Mesa como emblema. Gracias.
Esta campaña desigual la libramos con toda la energía de nuestra voluntad y toda la fuerza de nuestra convicción. Luchamos para ganar porque sabíamos cuán importante era para Venezuela esa victoria. El resultado adverso debemos aceptarlo, asimilarlo, aprender de él. De lo hecho, bueno o malo, y de lo no hecho. También de nuestro modo de hacerlo. Porque la lucha no termina. No importa a quién le incumba la dirección. La lucha continúa.
Sabíamos que ganar era difícil. Hicimos todo aquello a nuestro alcance, y más, para lograrlo. Sentimos que la victoria era posible e incluso cercana. Las últimas encuestas y los primeros resultados de ese día eran alentadores. Nos duele en el alma no haber logrado el objetivo, porque mucho se jugaba Venezuela en este lance. Nadie puede decir que no ha cometido errores. Ya hemos designado un equipo para analizar el trabajo hecho y su entorno condicionante, para proponer líneas estratégicas y de acción para la Mesa de la Unidad, sus partidos miembros y su liderazgo.
El ejemplo de nuestro candidato presidencial es gigantesco. Trabajó como ninguno. Tuvo un mensaje consistente. Conectó emocionalmente con sus seguidores y supo hablarles a todos los venezolanos, más allá de los linderos divisorios que la tenaz y abrumadora propaganda oficial traza interesadamente. Se ganó el afecto de millones y el respeto de muchos más.
La tristeza no nos vence. Nuestra responsabilidad es más grande. También nuestro amor por Venezuela.
Ramón Guillermo Aveledo

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