Recientemente el FMLN anunció oficialmente
que no incluiría la desdolarización en el plan de gobierno del candidato
Salvador Sánchez Cerén. El partido todavía sostiene que dolarizar fue un grave
error, pero añade que los costos de desdolarizar serían demasiado altos para el
país.
Esta historia —que la dolarización es mala
pero que es peor deshacerla— tiene una grave contradicción interna. Si la
dolarización fuera mala, eliminarla sería bueno, y la transición produciría
resultados buenos. Esto fue, por ejemplo, lo que pasó cuando se dolarizó. Las
tasas de interés cayeron de 20 por ciento a seis por ciento y los plazos
máximos de los préstamos pasaron de dos años a quince o veinte años, reduciendo
drásticamente los gastos financieros de empresas y personas privadas y
permitiendo que la clase media salvadoreña y gran parte de la baja pudieran
comprar sus viviendas sin necesidad de subsidios.
Los bancos y otras entidades financieras se
volvieron mucho más estables con la dolarización porque la calidad de sus
préstamos (es decir el porcentaje de préstamos pagados a tiempo) mejoró
enormemente cuando los intereses bajaron. Las empresas pudieron usar los
ahorros obtenidos al pagar menos intereses para comprar nuevos equipos y pagar
mejores sueldos.
En el largo plazo, la inflación de El
Salvador se ha mantenido como la más baja de Centro América y entre las dos más
bajas de Latinoamérica (la otra siendo la de Panamá, otro país dolarizado).
Este hecho es muy significativo porque hemos tenido dos gobiernos altamente
populistas, de los que se desbandan cuando pueden imprimir dinero llevando a
sus países a altas tasas de inflación. Si no hubiéramos dolarizado, tendríamos
desastres monetarios como los tuvimos en el tiempo del presidente Napoleón
Duarte, cuando la inflación anual alcanzó más del 35 por ciento y cuando el
colón se devaluó de 2,50 a 8,75 por dólar (una devaluación que hizo que los
precios de todo lo importado, incluyendo el petróleo, se multiplicaran por más
de tres en colones).
Es decir, la dolarización bajó las tasas de
interés, subió los plazos de los préstamos, y le dio estabilidad y
competitividad a la economía, porque permitió que las empresas subieran sus
inversiones a costos financieros más bajos.
Lo que se podría esperar de una
desdolarización sería lo opuesto porque no es lo mismo ofrecerle dólares en vez
de colones a la gente que ofrecerle colones en vez de dólares. La gente toma la
primera oferta con confianza mientras que rechaza la segunda por la
incertidumbre que rodea a una moneda manejada por populistas, que la gente
asume quieren crearla para poder imprimirla a voluntad, sin ningún respaldo,
para financiar los gastos excesivos del gobierno. Debido a esto lo que se puede
esperar es una corrida en contra del colón, es decir, que la gente que se viera
obligada a tomar colones trataría inmediatamente de cambiarlos por dólares,
generando devaluaciones fuertes en los colones. La gente sacaría los dólares de
los bancos para sacarlos del país. Esto redundaría en tasas de interés enormes,
mucho más altas que el 20 por ciento que prevalecía antes de la dolarización.
Las cuotas de los préstamos aumentarían violentamente, poniendo en peligro las
finanzas familiares y las de las empresas, que tendrían que bajar aún más la
inversión para pagar intereses más altos. Mucha gente no podría pagar sus
casas. Esto desestabilizaría a los bancos y llevaría a una crisis financiera en
medio de altas tasas de inflación y devaluación. Este tipo de crisis es el que
bota gobiernos. Es lo que botó a los sandinistas del poder en Nicaragua y los
mantuvo fuera del poder por muchos años.
El reconocimiento de que esto es lo que
pasaría es los que detiene al FMLN. Es bueno que esto pase. La dolarización es
de las pocas instituciones fuertes y duraderas del país, que tanto necesita de
estabilidad en medio del caos actual.
Este artículo fue publicado originalmente en
El Diario de Hoy (El Salvador) el 14 de septiembre de 2012.
http://www.elcato.org/el-salvador-el-sentido-comun-y-la-dolarizacion
Manuel Hinds es ex Ministro de Finanzas de El Salvador y co-autor de Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009).
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