Allí están: justo donde era previsible que
estuvieran tras la derrota. En el transcurso de la campaña, muchos se cansaron
de decirlo sin exhibir el menor sonrojo y, al hacerlo, muy pocos lograban
disimular la morbosa complacencia que les produciría una victoria de Chávez.
La
conducta dominante -secuela del fracaso de sus "maquinarias" el 12-F-
se resumía en una expresión descriptiva de la conjura: "aquí los esperamos
en la bajadita"...
Durante los seis meses que terminaron el 7-O, la
intriga fue el telón de fondo del enorme esfuerzo personal desplegado por
Capriles, para plantarle presidente y a todos aquellos que, desde las entrañas
de la MUD, maquinaron a favor de su revés. No por nada, el abanderado opositor
llegó a señalar que su batalla era -como lo sigue siendo-, contra el pasado
representado por el envejecido proyecto bolivariano, y contra el otro,
encarnado por sus detractores internos, que siguen y seguirán resistidos al
refrescamiento del elenco político nacional.
En medio del agite de la disputa
presidencial, Capriles llegó a referirse a ambos "pasados"
calificándolos como "la misma miasma": y es que, pareciendo
enfrentados, unos y otros hicieron -y hacen- causa común para impedir el
fortalecimiento de las fuerzas que hoy simbolizan la renovación de la política
venezolana.
Aunque derrotados en las primarias, el muy activo
"anticaprilismo" opositor -el mismo que postergó interesadamente la
escogencia del candidato- nunca bajó la guardia. Al contrario, se mantuvo
siempre apostando sinuosamente a la derrota de "la muchachada" -como
la llaman peyorativamente-, cuyo éxito habría desplazado a los últimos
vestigios de la "cuarta república", a los que Chávez nutre para
sostener la polarización "pasado-presente" de la cual se ha
beneficiado tanto.
La historia de la Tarjeta Unitaria está
íntimamente vinculada con este sordo pugilato. Salta a la vista que, en el
round más reciente -y buscando retomar los controles de la oposición-, el
anticaprilismo militante airea los casi 2.2 millones de votos obtenidos por la
congregación de 16 partidos que se "aparaguaron" bajo la tarjeta de
la MUD, omitiendo un hecho fundamental: los casi 3.8 millones de votos sumados
por apenas 4 agrupaciones, que -desprovistas de complejos- sí quisieron
contarse, porque se tienen a sí mismas como el músculo de la renovación de la
política nacional.
Los votos de la Tarjeta Unitaria son los votos de la
"Unidad", entendida ésta como una "marca", o como un ideal
aspiracional: en modo alguno pertenecen a quienes pretenden emprender un
miserable "ajuste de cuentas" contra una "muchachada" que
se fajó duro en la campaña, mientras estos detractores esperaban, de brazos
cruzados, una lluvia espontánea de sufragios ajenos.
Argelia.rios@gmail.com
Twitter @Argeliarios
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