Ahora, haciéndola pasar por legítima determinación, el régimen intenta demoler la dinámica funcional del Estado venezolano, regulada constitucionalmente, para imponer un aberrado socialismo que mantiene envanecido a quien nunca quiso tener nada y ahora pretender poseer todo, a expensa de quien se esforzó por tenerlo.
¿SANGUIJUELA DE LA POLÍTICA?
Hay que admitirlo: el país ha venido africanizándose. Sin que esta frase desmerezca el esfuerzo del pueblo africano en su propósito de superar la lentitud histórica que confabula contra sus procesos de desarrollo económico, político y social, en Venezuela luce imposible negar lo que las realidades suscriben en el marco del obstinado y vetusto socialismo cuyos postulados están reñidos con los preceptos constitucionales. Habida cuenta que la Constitución es la base jurídica, social, cívica y moral del Estado democrático y social de Derecho y de Justicia.
En medio de tan contradictoria situación, el país viene feneciendo sin que el Ejecutivo Nacional procure revertir dicha tendencia. Por el contrario, incita un esquema socioeconómico que rompa con el comportamiento de la sociedad organizada en medio de lo cual tiene potencial cabida la doctrina comunista.
Lo que desgraciadamente acontece alrededor de la ya extenuada institucionalidad democrática, es expresión de un despropósito sistematizado dirigido a mellar la temeridad de cualquier factor político por la cual pueda resistirse a los efectos de medidas impuestas mediante la coerción de un régimen que actúa con descarada verticalidad y de espalda al futuro. En el fragor de esta situación, caracterizada por el despótico desmontaje de los valores políticos sobre los cuales ha venido cimentándose la democracia venezolana, aunque con las penurias y necesidades que siguen encofrando su estructura, el régimen se empeña, con abierta ironía, en utilizar el concepto de democracia participativa a manera de argumento político mediante el cual busca madurar un amañado estilo para hacer proselitismo. Lo que equivale a una burda trampa “caza-bobos”.
Con ese cuento, propio del mejor tramoyista o embustero de oficio, los estrategas del régimen concibieron saltarse el precepto constitucional según el cual la organización política del territorio se halla supeditada a la acepción más integral de federalismo. De esta manera, han llegado a marginar lo que la propia Constitución de la República establece cuando declara la autonomía municipal y la descentralización político-administrativa como condiciones inexorables del devenir institucional-democrático.
En consecuencia, se plantearon nuevas formas de constreñir la funcionalidad del Estado para lo cual pretendieron en Diciembre de 2007 reformar la Constitución. Sin embargo, las artimañas de conspicuos personajes del régimen, empalagados por las mieles de la corrupción, se dieron a la tarea de confabular contra la decisión asumida por el pueblo demócrata. De esa forma, maquinaron la concepción de un Estado sumiso, plegado a los dictámenes de un proyecto que ha venido arrebatándole al país su democracia, su historia y sus valores.
A través de un Poder Legislativo rendido, el presidente de la República se hizo de atribuciones que terminaron contaminando al país de leyes no sólo subordinadas a un único ideario, sino además conflictivas. Fue este el canal a través del cual se articularon maniobras que dieron con la desatinada figura de la comuna creada, precisamente, para desarreglar la sociedad a partir de equivocadas ilusiones que siguen inflando infelices y frágiles expectativas sociales y económicas. Ahora, haciéndola pasar por legítima determinación, el régimen intenta demoler la dinámica funcional del Estado venezolano, regulada constitucionalmente, para imponer un aberrado socialismo que mantiene envanecido a quien nunca quiso tener nada y ahora pretender poseer todo, a expensa de quien se esforzó por tenerlo. Es decir, lo que en verdad ocupa el concepto de comuna toda vez que se define como aquella forma de organización que sobrevive usurpando derechos. Cual sanguijuela de la política.
VENTANA DE PAPEL
BASURA REVOLUCIONARIA
Con el problema de basura que sigue azotando a Mérida, pese al esfuerzo en contrario de muchos, vienen derrumbándose distintas premisas, presunciones e ideales sobre los cuales la ciudad alcanzó a depararse entre distintas crónicas que igualmente reportaron otras ciudades con parecidos atributos que enamoraron a propios y extraños.
Ya la ciudad, perdió la magia de una ciudad con identidad, ciudadanía y gobernabilidad. Triada ésta que proyecta las posibles capacidades y virtudes de comunidades que saben vivir el sentido de su gentilicio. A tan apesadumbrada situación, llegó el resultado de un enfrentamiento entre cúpulas de poder sin que hubiese podido revertirse los efectos a que ha llevado tal desastre no sólo ecológico, estético, ético, cívico, moral y de higiene y salud.
Peor aún se ve todo esto, si acaso el problema se analiza a la consideración de las nuevas elecciones a realizarse el 16-D y cuyos protagonistas no son tanto los candidatos a gobernador y legisladores, como realmente son quienes como habitantes han sido parte de la acentuación del cuestionado problema. Los esfuerzos por limpiar la ciudad que convirtió sus calles y avenidas en depósitos de desechos sólidos, algunas veces acomodados en bolsas, cajas o recipientes, son efímeros.
Particularmente, por el hecho que representa la indolencia. Pero también el desaseo de muchos vecinos que no se compadecen de convivir con la basura y los huéspedes que ella convida para imponer enfermedades y situaciones de inseguridad y de violencia. No hay duda de que ante estas eventualidades, ya con visos de comportamiento urbano, hasta la basura se ideologizó.
Por tanto, debe ahora hablarse de basura revolucionaria.
A GANAR FUTURO
Ante los caminos que la vida plantea a toda persona con sentido de las oportunidades, no hay otra alternativa más valiosa y necesaria que la de ganar el futuro que habrá de transitarse. Por encima de las dificultades. La indiferencia, muchas veces, obnubila y obstruye cualquier posibilidad de percibir el futuro.
Es ahí cuando la jerga dice que “no ve más allá de la punta de la nariz”. Esto, precisamente, para estremecer a quien así lo está padeciendo. Los proyectos, sueños e ilusiones deben convertirse en claras oportunidades de gestión para la acción. Lo contrario significa desperdiciar el presente sin alcanzar a comprender la importancia de construir el futuro por el cual, inexorablemente, habrá de llegarse y luego pasarse hasta convertirse en pasado.
Pero tan vital proceso debe acometerse con el vigor necesario a fin de evitar caer en el conformismo que suele enfermar tantas actitudes. Ni el país, mucho menos la vida, merece caer en tan lamentables situaciones frente a las cuales lo único que queda es la lamentación o el arrepentimiento sin que por ello pueda revertirse el problema. En todo plano de la vida humana, esta consideración debe primar toda decisión puesto que de la misma depende el hermoso propósito de superar toda deficiencia o lograr el éxito al que todos tienen derecho de hacer suyo.
Así que no hay de otra, a ganar futuro.
UN RÉGIMEN ESTAFADOR
La politología ha dejado entender que el problema no es ganar elecciones. Lo grave de todo está en el hecho de gobernar atendiendo no sólo las promesas hechas, sino actuando en función de una gestión pública basada en serios análisis tanto como en las necesidades que van siendo detectadas.
Sin embargo, esto poco se ha comprendido. Menos aún, atendido al momento de reconocer o desconocer los resultados de un gobierno. Venezuela, constituye un ejemplo de lo paradójico. Quizás, porque es un país tan atípico que todo luce “al revés”. La historia comienza a develar que la vida política del venezolano, corre en sentido contrario a lo que explica el paradigma del desarrollo económico, político y social. Particularmente sucede así, al inferirse que este mismo venezolano busca parecerse al básico hombre de Cromagnon de hace 50.000 años.
Y es que resulta absurdo pensar, y hasta fuera de toda lógica elemental, que buena parte de estos venezolanos prefirieron que su voto indujeran la marcha hacia atrás del país que la ganancia de todos. Aunque posiblemente, lo extraño de todo no reside en esta explicación más que en el hecho vergonzoso de haber gratificado un régimen embaucador cuyas promesas ni las recuerda pues su labor consiste en revolcar todo lo posible.
O sea, ciegamente enaltecieron un régimen estafador.
@ajmonagas
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