En política todas las victorias son efímeras, y todas las derrotas son provisionales". (M. Fraga I.).
El domingo fue de
celebración para una mitad del país, y de tristeza para la otra mitad. Lo
último es natural, dado que no se alcanzó el objetivo propuesto. Nos faltó
tiempo. Hay que darse permiso para ese sentimiento. Pero luego de expresar
nuestra tristeza, lo inteligente es levantarse, y estar preparados para los
acontecimientos por venir.
Es prioritario
analizar lo ocurrido, porque la conducta futura del país va a depender de su
interpretación de lo que pasó. La votación de Chávez es cualquier cosa menos
homogénea. Allí coinciden aquellos movidos por su simpatía hacia el actual
presidente y los satisfechos con el rumbo del país, con los amenazados con
perder su trabajo, las víctimas del miedo (a perder beneficios reales o
prometidos), los todavía creyentes de que el voto no es secreto (y por tanto,
no era conveniente arriesgarse), hasta los beneficiarios de los más de 200 mil
millones de dólares de los que ha dispuesto el actual presidente en los últimos
6 años para gastar a discreción. Y a pesar de eso, el crecimiento de la
votación oficialista con respecto al 2006 es mínimo, sobre todo comparado con
el aumento de más de 43% de la votación opositora. Definitivamente, nos faltó
tiempo. Si la elección hubiese sido en diciembre, como era la tradición en
Venezuela, el resultado habría sido muy diferente.
Para el país del
progreso, esta fue una gran victoria política, que no llegó a traducirse en una
victoria electoral. Se conformó una plataforma unitaria sólida, se llevó un
mensaje a todos los rincones del país, se edificó una propuesta política
fresca, atractiva, de fuerte inspiración popular, que va a servir de alimento a
las luchas que vienen. Y además, el país cuenta con un nuevo y legitimado
líder, con la capacidad intelectual, física, y la claridad política para
capitanear el equipo de la nueva Venezuela. Hay un camino, hay un equipo, y hay
un líder.
Por eso es tan
importante evitar 3 errores que pueden acecharnos en estos primeros días:
1. Creer que Chávez
ganó por fraude. Si bien la campaña fue muy desbalanceada y corrupta por parte
del bando oficial, Chávez ganó porque sacó más votos. La tesis del fraude
(sospechosamente propagada por los laboratorios mediáticos del gobierno) lo que
busca es la desmovilización del pueblo del progreso, ya que si hubo fraude, y
la oposición lo sabe y lo permitió, no puedes votar por ella en diciembre,
donde nos jugamos no sólo la presidencia de la República, sino toda la
geografía del país. Si la tesis del fraude se impone, los poderosos harán
fiesta, porque lograrían evitar lo que hoy es una amenaza para ellos: que la
mitad del país que se expresó el domingo, lo vuelva a hacer en diciembre e
impida que nuestra patria se tiña de un solo color. Los asesores del
oficialismo van a jugar psicológicamente en estas semanas con la frustración
opositora, y a alimentarla hasta que se convierta en desesperanza, y luego en
inacción y abandono.
2. Creer en las
derrotas definitivas. Hay que evitar esta visión lineal, determinista de la
vida, según la cual es posible predecir los acontecimientos futuros a partir de
los presentes. Esto está muy lejos de ser el fin de la historia. La política,
al igual que la vida, no es lineal sino sistémica, y frente a ella lo que hay
que hacer es ir continuamente agregando elementos a ese sistema para que pasen
cosas. Nadie sabe lo que nos espera ni lo que va a pasar en Venezuela. El
futuro es altamente incierto e impredecible. Y de cara a esa incertidumbre, lo
único seguro es la organización y el espíritu de lucha que tenga adentro cada
uno de nosotros.
3. Ahora, a esperar 6
años. ¡Falso! No solamente por lo que acabamos de decir sobre la incertidumbre
de los acontecimientos por venir, sino porque es un error existencial y
político fijarse metas tan lejanas y tardías. La próxima meta es apenas dentro
de 2 meses. Y si no afrontamos bien esos retos, la amenaza que sentimos sobre
el país, la vamos a sentir mucho más cerca de las puertas de nuestras casas. No
es lo mismo tener de presidente al actual, pero tener de gobernador a Henrique
Capriles o Adriana D Elia, para quienes vivimos en Miranda, que a alguien como
Jaua o Jorge Rodríguez. No es lo mismo Pablo Pérez que Arias, ni mucho menos
Henri Falcón que Reyes. Estamos hablando de 2 países radicalmente diferentes, y
eso se decide en diciembre, no el pasado domingo. Salvo, por supuesto, que
permitamos que eso pase porque estemos tristes. Y no es solamente levantar un
muro de contención regional, estadal y municipal contra estas amenazas, sino
que no es lo mismo seguir construyendo un camino desde la inmensa altura que
hemos alcanzado, que volver a comenzar desde cero.
El pueblo del
progreso es un pueblo guerrero, y los guerreros no saben sino pelear. El camino
que nos queda es pedregoso y duro, pero -según el Evangelio- es el camino
difícil el único que conduce a la tierra prometida.
@angeloropeza182
oropeza@usb.ve
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