domingo, 16 de septiembre de 2012

SIMÓN GARCÍA, ¿QUIÉN DIJO MIEDO?

El uso político del miedo es incompatible con la democracia. No es una emoción cívica, como podrían serlo la esperanza, la generosidad o la bondad. El miedo desfigura el sentido de la realidad: obstruye la capacidad de análisis del candidato que está abajo y bloquea la racionalidad de sus acompañantes.
El uso electoral del miedo es un elemento de campaña defensiva. Pero es de los cartuchos al alcance de los perdedores. No busca ganar votos sino restar apoyos, desmovilizar o neutralizar el avance de Capriles.
A medida que baja la cuenta regresiva sube el desesperado pavor en la cueva del saliente. El desconcierto y el manotazo instintivo para aferrarse al poder abren un boquete del que brotará lo peor del contrahecho corazón oficialista: se intensificarán provocaciones, intimidaciones y amenazas. A menos que los fabricantes de campaña negra recobren la mesura.
La tentación estará allí mientras el único objetivo, la obsesión y el todo del saliente sea intentar satanizar y enlodar la figura de un Capriles que se impone como un verdadero fenómeno electoral. Ojalá que no haya que esperar al inevitable final, cuando al candidato del gobierno no le quedará más que desahogarse con sus pataletas y entregar el puesto que se proponía conservar por más tiempo que Fidel Castro.
SERÁ INÚTIL
Pero hasta ahora el miedo no les ha funcionado. No es fácil intimidar a un pueblo que se atrevió a establecer un récord mundial de ostentación democrática en las primarias realizadas para seleccionar al candidato de la unidad.
La gente también sabe que el gobierno, como lo ha hecho con sus promesas, no podrá cumplir sus amenazas. Primero porque seguirá fiel a su ya insoportable ineficacia. Segundo porque mandará menos que militar retirado.
Existe una explicación adicional. Alguien dijo que la prudencia es el temor de los sabios. Por eso es frecuente confundir una con el otro. Pero agazapar la decisión tomada, hacerla invisible para el poder opresivo no es miedo sino un acto de astucia popular.
VENTAJISMO Y VANDALISMO
También el gobierno debe controlar sus miedos. Prácticamente agarrado a las cuerdas levanta el trapo rojo de una guerra civil que envuelve a su vez otra afrenta a la democracia: blufear con no entregar el poder.
La opción, además de descabellada, luce inviable. La contundente victoria electoral de los venezolanos a favor del progreso no dejará margen para el regateo. Las circunstancias internacionales son contrarias a ese tipo de salidas. El apego institucional de la Fuerza Armada volverá a expresarse siguiendo al país civil. El sentimiento mayoritario de los mismos oficialistas es contrario a esa aventura de última hora.
El ataque que se montó en el Aeropuerto Bartolomé Salom, con empleados y recursos públicos, fue una barbaridad. La agresión contra periodistas extranjeros evidenció el grado de violencia que puede alcanzar una nómina municipal alentada por una prédica autoritaria. Afortunadamente la mayoría de los empleados municipales condena estos procedimientos que ellos mismos padecen.
EL MIEDO DE LOS OTROS
La verdad es que el gran representante del pasado y del atraso, el responsable de la violencia y de la impunidad tiene miedo. El pavor en su cúpula crece a medida que aumentan los indicios sobre el interés y la receptividad que le dispensan a Capriles sectores y poblaciones tradicionalmente tenidas como zonas marcadamente rojas.
Se ve venir el deslizamiento. Chávez no podrá evitar que los barrios populares que antes le dieron apoyo, ahora se vuelquen hacia Capriles. Es un sentimiento que, aunque aún sea una pequeña grieta, se siente por todas partes porque el cambio se ha convertido en una necesidad pública. En un asunto de país.
@garciasim
 simongar48@hotmail.com    

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