Durante los años 40 y 50, en al panorama
nacional cabalgaba un pintoresco personaje quien, sin lugar a dudas,
representaba al clásico cacique político—empresarial mexicano; Gonzalo N
Santos, El Alazán Tostado. En cierta ocasión alguien le recriminaba no conocer
el significado de moral.
El Alazán Tostado con rapidez y excitación
responde…”como no, es el árbol que da moras.”
Alguien describía la moralidad de un
prominente miembro del Opus Dei cuando afirmaba: “Este cabrón piensa que el único
pecado en la lista es el coito fuera del matrimonio.”
El término República tuvo un significado
especial para los mexicanos que lucharon por la independencia, contra los
imperios y finalmente por tierra y libertad. La forma de gobierno que reclamara
Hidalgo y culminara en la Constitución de 1857, era única y muy claramente
señalaba los límites de los poderes otorgados al gobierno. Esa Constitución
liberal de forma muy precisa expresaba que, el gobierno no debería de
interferir para coartar esa energía pacífica y creativa de sus ciudadanos. Ello
era la sangre de la nación que debería catapultar a México para alcanzar sus
grandes visiones.
Sin embargo, después de 200 años perdidos en
el laberinto de la oscuridad, encontramos que la naturaleza de la república y
el estado actual de nuestro gobierno, se ubican en el fondo del barril de
nuestras prioridades.
Si comparamos el gobierno actual con el marco
descrito por esa constitución liberadora, debería de ser motivo de gran
preocupación para quienes piensen con responsabilidad, visión y sentido común,
en el futuro del país más allá de sólo la siguiente elección. Los materiales
originales que fueron utilizados para elaborar la mezcla del edificio nacional,
se han abandonado totalmente y ahora, la estructura presenta graves grietas y
cimientos arenosos.
Al inicio de nuestra historia, sabíamos que
una sociedad libre es sustentada por dos pilares: libertades civiles y la
economía de mercado. Pero de inmediato el concepto fue atacado creando lo que
en 1860 Francisco Cosmes bautizó como; la “honorable tiranía.” En el México
actual se enfrentan dos grupos: Aquellos que promueven “cierta libertad”
económica pero, coartan las libertades personales. En el otro extremo los que
vomitan ante la libertad de la economía y según ellos, abrazan las libertades
civiles. Desgraciadamente hay muy pocos mexicanos que defiendan esa libertad en
todo su amplio significado.
Así hemos arribado al siglo XXI sin entender
con claridad, o sin creer, en esos principios cardinales de la constitución
original—la separación de poderes y el federalismo. Renegando de ellos hemos
permitido se construya un gobierno omnipotente y centralizado. Órdenes
ejecutivas, agencias reguladoras, un sistema judicial corrupto y una separación
de poderes que se asemeja a una rabiosa coyotera devorando un indefenso
becerro, son ahora las herramientas de navegación de nuestro gobierno, nuestra
economía y nuestras vidas.
Tuvimos un congreso reducido a sirviente del
ejecutivo y ahora convertido en una cena de cosacos embriagados con ese vodka
de la irresponsabilidad. Por ello, se escuchan las voces de la gente es a
través de las encuestas, referéndums o machetazos, permitiendo a los políticos
el medir su irresponsable audacia y el aguante de los mexicanos. Este nuevo
estilo de mercadotecnia política, se contrapone totalmente a los principios
fundamentales de la constitución la que debería de proteger los derechos de las
minorías de los abusos de las mayorías. Ese voto mayoritario de los
influyentes, jamás estuvo considerado en la carta magna como una fórmula de
control del resto de la gente.
En las sociedades libres los individuos deben
de tener el control total de sus vidas recibiendo los beneficios o los
castigos, como consecuencias de sus acciones. Pero cuando el individuo se
convierte en una pieza del ajedrez del estado, la sociedad está sentenciada a
marchitarse y desaparecer. Esa ha sido la vereda que México ha recorrido
durante toda su vida independiente. Tenemos una sociedad en la cual la libertad
individual es un producto sin valor, esa energía creativa tan urgentemente
requerida para propósitos productivos, al igual que las flores sin agua se,
marchita. Los gobiernos no producen absolutamente nada y en sus esfuerzos para
redistribuir riqueza, lo único que logran es destruirla.
Es una cómoda comisión el rechazar la libertad
cuando se piensa que ese gobierno dadivoso será perdurable. La libertad es
rechazada porque debe ir acompañada de responsabilidad y el aceptar esa
responsabilidad individual, practicar la ética del trabajo y las reglas de
coexistencia pacífica, y en eso México se ha convertido en tarea
desagradable. Es más grande la tentación de aceptar la falacia de que todos nos
podemos beneficiar de la benevolencia del estado.
A los amantes de la libertad, la gente nos
dice el que es una pérdida de tiempo el tratar de cambiar la dirección del
camino recorrido. El que nadie nos escucha puesto que, el desarrollo de ese
gobierno centralizado es algo que no se puede revertir. Nos dicen que a las
masas sólo les interesa el que se les siga prometiendo el paraíso y las elites
son las más ferozmente opuestas a los cambios y así, seguir recibiendo los
beneficios del estatismo.
Thomas Jefferson al final de su vida advirtió
el que los logros materiales que aguardaban en el futuro de los EU, serían el
canto de las sirenas que podrían provocar los ciudadanos olvidaran sus
responsabilidades como sociedad libre. El elemento clave para él, era algo que
las leyes no pueden instalar; el “carácter” de la gente. Ese carácter para
respetar a otros, sus libertades, sus propiedades. Otro de los grandes, Samuel
Adams, también previno a las futuras generaciones cuando se refería a la “buena
conducta” como el ingrediente vital para el desarrollo de una sociedad, y
afirmaba: “No la mejor constitución ni las leyes más sabias serán capaces de
asegurar la libertad y la felicidad de la gente, cuando esa buena conducta ha
sido corrompida.”
Pero carácter e integridad no son
responsabilidad de gobiernos. Son reflejo del material de los pueblos y solo
ellos lo pueden modificar. Cuando un gobierno asume el papel de promotor de la
virtud, se le abre la puerta a la tiranía. El ingrediente para promover virtud,
armonía y hermandad, es ese raro producto llamado libertad. El futuro de México
depende de ello, del carácter y la buena conducta de sus ciudadanos. Algo que
traducido sería creencias, actitudes, valores, esquemas mentales que si no se
modifican, no habrá constitución, sabias leyes, ni grandes hombres capaces de
modificar nuestro futuro.
Mientras sigamos manejando conceptos como,
¿Moral? árbol que da moras, Justo ¿Qué no fue el revolucionario Justo Sierra?
¿Palabra? fue una película de Pedro Infante; ¿Libertad? arrebatinga dijo la
gringa; ¿pecado? el coito; Caridad ¿No fue una vieja que escribía novelas?
¿Honor? algo que sale en las películas de guerra. Continuaremos produciendo el
mexicano enano que ha mantenido al país anclado a la mediocridad.
Twetter@elchero
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