jueves, 20 de septiembre de 2012

RICARDO VALENZUELA, DESDE IBERIA PARA PEÑA NIETO, REFLEXIONES LIBERTARIAS

Durante los últimos veinte años he producido decenas de artículos explorando las raíces de la patética diferencia entre nuestro desarrollo y el de nuestro vecino del norte; los EUA. Sin embargo, siempre al final arriendo mi caballo ante primero de los barrancos, algo que Octavio Paz afirmaba al referirse al perfil de dos muy diferente Américas: “Una de habla inglesa, es hija de la tradición que fundó el mundo moderno: la Reforma y sus consecuencias políticas—sociales, democracia y capitalismo. La otra de habla española y portuguesa, es hija de la monarquía universal católica y la contra Reforma produjo la autocracia y el mercantilismo.”

Ya Simón Bolívar me daba una pista en uno de sus escritos del siglo XIX: “En tanto nuestros compatriotas no adquieran los talentos y virtudes que distinguen a nuestros hermanos del norte, los sistemas populares lejos de favorecernos, temo vengan a ser nuestra ruina. Desgraciadamente esas cualidades parecer estar muy distantes de nosotros y, por el contrario, estamos dominados por los vicios  que se contraen bajo la dirección de una  nación como la española que solo ha sobresalido por su fiereza, ambición, venganza y codicia.”

Los EU nacían como la primera democracia moderna y la poderosa frase de Jefferson en su declaración de independencia, dictaba su futuro; “Dios creó a todos los hombres iguales”—pero iguales ante la ley, concepto que no entendieron los revolucionarios franceses, mucho menos los mexicanos. Emergían como la primera economía de mercado de la era moderna sin ligas al feudalismo, y ambos conceptos le daban vida al capitalismo democrático para crear el milagro del siglo XIX.

México, en contraste, al lograr su independencia se deshacía del yugo de España, pero mantendría el mismo esquema económico—político de la era colonial. La concepción del Estado benefactor, tutelar, paternal que conciliaba al interior o, si no era posible, suprimía todas las disidencias, es obra de los neo tomistas españoles del siglo XVI. Es el diseño que echó raíces en la colonia, fue luego adoptado por Porfirio Díaz con ropaje liberal, y finalmente fue consagrado en la Constitución de 1917.

Durante décadas los orígenes culturales de ambos países han sido la explicación más popular de este desconcertante fenómeno, y en actitudes de algunos de nuestros líderes encontrábamos algo semejante a la condena de un destino predeterminado y, al igual que nuestro valle de lagrimas, dócilmente deberíamos de aceptar algo totalmente fuera de nuestro control: “Somos latinos y ellos son anglosajones.” Nuestro modelo fue España y lo debería seguir siendo per secula seculorum. Sus modelos en nuestro país son inoperantes.

Pero nuestros sesudos analistas congelaron la historia de España y se han dedicado a ignorar su transformación de los últimos 40 años. Han ignorado cómo el Rey Juan Carlos, quien fuera preparado por el mismo Franco para continuar su dictadura, primero coqueteara con el liberalismo y luego le daba al pueblo español la ansiada libertad negada por el dictador. Han ignorado cómo Adolfo Suárez emergiera como el cirujano político de España, logrando los acuerdos para cimentar la democracia liberal y pluralidad.

Ignoran la transformación de Felipe González de ser un carismático líder socialista, a un estadista abrazando los mercados libres, luego de entender que la derecha y el conservadurismo moralista de Franco, no era el credo liberal. Pero lo que más han decidido ignorar, es el papel del ex Presidente José María Aznar quien, habiéndolo identificado—en su limitado mundo—como un hombre de “derecha,” se resisten tozudamente a reconocer su aportación de los años en los cuales España se consolidó como un ejemplo admirable y un país de primer mundo.

Aznar había convertido a España no sólo en un gran aliado de los EU—dejando en el pasado el complejo de ultraje tan popular en México—la había convertido en un dinamo económico y algo más; dejaba el poder en sus propios términos, sin buscar otra reelección que fácilmente ganaría. Este hombre de corta estatura y gran determinación, había transformado la política española. Habiendo heredado los remanentes del conservadurismo de Franco—activista, aislado y místicamente español en su catolicismo—los transformó en una estructura liberal clásica y moderna.

Con orgullo afirma ser esta la primera vez en su muy larga historia que en España se habían aplicado políticas liberales en toda su pureza. Ello había producido prosperidad para todos los españoles, una economía envidiable y de las pocas que crecían en la Europa unificada. Sus asertivas políticas desde mercados libres hasta el Supply—Side, tan impopulares en el resto de los países de la Unión largamente controlados por el socialismo cristiano, produjeron una rugiente ola de bienestar no conocida en Iberia. Cuando en un país de 40 millones de habitantes se crean 4 millones de empleos, ello es una verdadera revolución social.

Al cuestionarlo de su retiro en la cúspide de su carrera y a tan temprana edad; con sabiduría responde: “Porque es lo que prometí al pueblo de España y debo respetar mi promesa. Porque no quiero que la serie de cambios y políticas implementadas, se confundan como logros personales, debemos institucionalizar nuestro proceder en la política. Esos logros no se deben de observar como de Aznar, sino como los de una gran generación de españoles.” “Hasta ahora” continua, “me he dedicado a actuar y poco a persuadir. Es ya la hora de dedicar todo mi tiempo a la persuasión en el universo de las ideas.”

Pero Aznar no contaba que con el miedo los españoles entregaran el poder a un Peje churumbel, luego de los ataques terroristas a los trenes de Madrid. Zapatero dedicó dos periodos de gobierno para destruir la obra de Aznar y a España, de ser el gran ejemplo a seguir, la convirtió en otro paria de la Unión Europea que tal vez, como Grecia, deba ser rescatada de la Euroeclerosis aguda en su segunda avenida. Entonces ¿fue cuerda la retirada de Aznar?

José María Aznar se ha convertido en la cabeza de una Fundación de liberalismo clásico: Fundación para Estudios Sociales y Análisis. Pero todos se preguntan si eso es suficiente para este dinamo que había logrado cambiar la sociedad más conservadora del mundo civilizado. España es uno de los países europeos que cuenta con más centros de ideas liberales, mientras que nosotros todavía navegamos en el subdesarrollo, retraso mental y nostalgia, a través de las venas abiertas de Galeano.

Hace unos días al escuchar un mensaje del Presidente electo, Enrique Peña Nieto, no pude evitar hacer la comparación con Aznar. No sólo porque sean dos hombres de corta estatura, inteligencia y, me parecen ambos, determinación. Sus mensajes liberales suenan muy claros, similares, coordinados y provenientes del mismo canal. Sigue esa vereda Presidente Peña, metiéndole el machete a los chirahuales y rastreando los chóllales para sacarlo de raíz.

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1 comentario:

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