Pueden
intentar darle un palo a la lámpara, como se dice popularmente, una patada a la
mesa, pero no lograrán alterar la voluntad general de la nación, favorable al
cambio sin retroceso que Capriles representa. Sería peor para ellos y muy malo
para el país. Existe un rechazo universal al clima de violencia
Los
días ya pueden contarse en horas y minutos. Se trata de una cuenta regresiva
trágica para el régimen de Hugo Chávez. “No hay historia de piratas que tenga
un final feliz”, nos recuerda la canción de Joan Manuel Serrat.
Ésta
tampoco la tendrá. A estas alturas la suerte está echada y los venezolanos
tienen clara su intención de voto. No tengo la menor duda con relación al
triunfo de la alternativa democrática. Hay votos suficientes para convertir a
Capriles en el próximo Presidente de Venezuela. En el alto gobierno, civil y
militar, tampoco hay dudas. La angustia que los invade es mala consejera.
El
objetivo es tratar de retener el poder a como dé lugar, como sea, con votos o
sin votos, apelando a todos los recursos posibles, lícitos e ilícitos, para impedir
el desenlace que temen. Saben que unos cuantos tendrán que responder ante la
justicia por la multiplicidad de delitos nacionales e internacionales
perfectamente cuantificados. En lo estrictamente político serán testigos de la
más impresionante labor de rectificación de disparates insólitos del régimen en
todos los campos de acción. No lograrán mantenerse en el poder. Tampoco Chávez
conservará la presidencia. Se acabó.
El
mejor consejo que podemos darles es que preparen seriamente la entrega del
poder. Incluso no es exagerado pedirles que faciliten la transición y que
civilizadamente el gobierno y la alternativa democrática discutan y acuerden
las cosas fundamentales que esa transición exige para que sea exitosa.
Todos
estamos obligados a ahorrarle a la nación tensiones y violencia perfectamente
evitable e innecesaria. Nosotros no propiciaremos situaciones de esta
naturaleza, pero es bueno que los jefes del alto gobierno sepan que estamos
preparados para hacer respetar el triunfo y combatir en el terreno que sea
necesario.
Pueden
intentar darle un palo a la lámpara, como se dice popularmente, una patada a la
mesa, pero no lograrán alterar la voluntad general de la nación, favorable al
cambio sin retroceso que Capriles representa.
Sería
peor para ellos y muy malo para el país. Existe un rechazo universal al clima
de violencia, de calumnias e infamias que el régimen pretende desatar para
sembrar miedo y temores que inhiban a la población con relación al voto. La
guerra sucia de los últimos días se le ha revertido al régimen. Sigue en caída
libre, mientras que el crecimiento ascendente de Capriles es notorio e
irreversible.
Sigamos
adelante, sin caer en provocaciones ni dejarnos arrastrar al complejo cloacal,
al chiquero, en que los “expertos” en guerra sucia quieren convertir el final
de esta campaña electoral. Capriles ha tenido una conducta admirable. Digna de
un jefe de estado. Ha actuado con gran prudencia que nadie confunde con
debilidad y con una firmeza que no atropella a nadie, pero que ha servido para
levantar la confianza, afianzar la fe y elevar la combatividad democrática en
grado superlativo. El momento ha llegado, la hora está cerca. Nunca había sido
tan necesario un cambio radical en la conducción de la República.
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