No se nace dictador, se transforman en ello, Adolfo Hitler, Ceausescu, Mao Tsé-toung, Stalin, Mussolini, Juan Vicente Gómez, Saddam Hussein, Gadafi, Rafael Leónidas Trujillo, Kim Jong-il, Pinochet, Mustafá Kemal, Somoza, Stroessner, Mubarak, Hafez al-Assad, Mugabe, Alexander Loukachenco, Fidel Castro, son algunos nombres que no traen buenos recuerdos.
Llegaron al poder por diferentes medios, elecciones, golpes de Estado, revoluciones, con la venia de otros países y hasta heredado de sus progenitores, muchos se aprovecharon de crisis, del desorden, de la humillación, de la miseria, de los errores de sus predecesores, de la falta de esperanza de sus pueblos, de la fuerza, para instalarse en la primera magistratura.
Algunos durante la primera parte de su gestión, comenzaron realizando obras positivas que rápidamente se esfumaron cuando pasaron del otro lado del límite de la cordura, desatando a su paso, persecuciones, muertes, guerras, asesinatos, exilios, terror, a fin de mantenerse en el poder a como diera lugar.
Una obsesión de sentirse imprescindibles, les permitió utilizar el poder político y militar para instalarse indefinidamente, poniendo a su servicio, al de sus familias y secuaces toda la riqueza de sus países.
A su paso cerraron negocios, expropiaron industrias, periódicos, persiguieron políticos, religiones, iglesias, sindicatos, estudiantes, todo lo que no podían controlar. Los dirigentes de esos sectores fueron considerados enemigos, a los que no se les reconocían derechos y era conveniente eliminar.
Se dedicaron a torturar y matar a gran escala, otros emprendieron revoluciones culturales, cerraron universidades, persiguieron artistas, intelectuales, escritores y quemaron libros. Como compensación decidieron promover sus propias revoluciones culturales que cantaban loas a sus regímenes, todavía en el siglo XXI encontramos ejemplos de esa propaganda oficial.
Comenzaron como autoritarios, intentado callar sus opositores, para luego convertirse en verdugos de su pueblo, aterraron, deportaron, torturaron, asesinaron y redujeron la condición del género humano.
Las causas de esas conductas son variadas, se señalan la locura, la megalomanía, la psicosis, la paranoia, el ansia de poder, el revanchismo social extremo, desórdenes hormonales o educativos en su infancia, tragedias familiares, en todo caso si esas son las únicas causas, hemos tenido grandes enfermos que nos han gobernado.
Pero desengañémonos, muchos de los dictadores modernos han sido niños sanos y queridos, estudiantes aventajados, políticos llenos de ideales que terminaron convertidos en tiranos.
Los dictadores se nutren de la desesperación, de la pérdida de confianza en los dirigentes, lo que hace manipulable al pueblo gracias a un supuesto discurso liberador, que les hace creer de nuevo, que les devuelve su orgullo y los hace soñar con algo mejor.
Por esa esperanza primaria sacrifican su libertad y cuando despiertan del ensueño se encuentran prisioneros, frente a la ambición desmedida de un jefe de Estado, quien poco a poco comienza a mostrar su verdadera cara.
A partir de ese momento y en búsqueda del poder absoluto, se implementan los instrumentos para conservar el poder, en el pasado era la guillotina, hoy se contentan con tortura, pelotones de ejecución, policía secreta o milicias privadas, también se conciben otros métodos, la represión, la prohibición de pensar diferente, los fraudes electorales, el exilio obligado, la dependencia económica para poder subsistir.
En muchos países existió un momento en que todo pudo detenerse y no lo hicieron, por eso generaciones enteras pagaron con sus vidas.
Cuando a un tirano se le deja el tiempo suficiente para controlar todo el sistema no le queda vuelta atrás, ha derramado mucha sangre, se han producido muchas violaciones a los derechos humanos, abusos, robos y compromisos ilegales, como para vislumbrar una salida segura.
Solo el pueblo tiene la solución en sus manos, con voluntad y coraje se puede cambiar el destino sombrío que se cierne sobre nosotros.
Si un camino de esperanza democrática se vislumbra es el momento de no equivocarse, dejar de oprimirnos nosotros mismos, apostar por la democracia, la paz y el progreso.
Ex Cónsul de Venezuela en París
Presidente de Venezuela-Futura, Francia
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