Si
bien es claro que, con su compromiso de visitar trescientas poblaciones en tres
meses, Capriles fija un nuevo estándar en política contra el cual serán
comparadas futuras campañas electorales, resulta significativo que en
cualquiera de esos recorridos no falta un cartel que reza algo así como “En
Estanques lo estamos esperando”.
Se trata de comunidades abandonadas a su suerte por este régimen, cuyos reclamos han querido ser silenciados y que ahora encuentran en Capriles una voz que los reivindica.
De
eso es que se trata hacer campaña: el que no tiene calle no tiene votos.
Frente
a esta realidad, el candidato oficialista se mantiene encerrado en su mundo
virtual, donde hasta los “actos de calle” son realmente simples montajes
teatrales, pensados y orquestados para la cámara de televisión.
Lo impresiónate
es que ni siquiera esa fantasía es algo nuevo. Ya fue descrita hace más de
cuarenta años porGabriel García Márquez en su cuento “Muerte constante más allá
del amor”, en el cual se narra la campaña reeleccionista del proverbial senador
Onésimo Sánchez.
No
puedo sino transcribir completo el trozo sobre el mitin del senador en algún
pueblo perdido de la Guajiracolombiana, y dejar que sea el lector quien diga si
le recuerda algo que haya visto en cadena nacional:
“ ‘Estamos aquí para derrotar a la naturaleza –empezó, contra todas sus convicciones–. Ya no seremos más los expósitos de la patria, los huérfanos de Dios en el reino de la sed y la intemperie, los exilados en nuestra propia tierra. Seremos otros, señoras, señores, seremos grandes y felices’.
Eran las fórmulas de su circo. Mientras
hablaba, sus ayudantes echaban al aire puñados de pajaritos de papel, y los
falsos animales cobraban vida, revoloteaban sobre la tribuna de tablas y se
iban por el mar. Al mismo tiempo, otros sacaban de los furgones unos árboles de
teatro con hojas de fieltro y los sembraban a espaldas de la multitud en el
suelo de salitre. Por último armaron una fachada de cartón con casas fingidas
de ladrillos rojos y ventanas de vidrio y taparon con ella los ranchos
miserables de la vida real.
El
senador prolongó el discurso, con dos citas en latín, para darle tiempo a la
farsa. Prometió las máquinas de llover, los criaderos portátiles de animales de
mesa, los aceites de la felicidad que harían crecer legumbres en el caliche y
colgajos de trinitarias en las ventanas. Cuando vio que su mundo de ficción
estaba terminado, lo señaló con el dedo: ‘Así seremos, señoras y señores.
Miren. Así seremos’…”. El resto del cuento, como todo lo de García Márquez, no
tiene desperdicio.
Jose
Guerra
@JoseAGuerra
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