lunes, 10 de septiembre de 2012

CAROLINA GÓMEZ-ÁVILA, ANALEPSIS (HECHO DEL PASADO)

Redoblo el paso. En la esquina, la muchedumbre se vuelve empujones. La vadeo con atávico reflejo prensil. Alcanzo metro y medio de espacio vital y estiro el cuello hacia el cielo para aspirar. En las nubes veo volutas de fuego y cuerpos desintegrándose. Me atraganto. Miro al piso y recuerdo que los buscan bajo los escombros. Un joven me observa sin conmoverse. Lloré terremotos ajenos, lloré vaguadas propias, ¿cómo no llorar nuestra explosión?

Me refiero a la de la república.

Sostengo, con la mía anegada, aquella mirada inexpresiva que se pierde en un semáforo. Me pregunto si sabrá de qué se trata una república; si podría identificarla, incorporarla, internalizarla.

Proyecto el recuerdo mientras busco retratos de mi adolescencia. Trato de confirmar si la impasibilidad es propia de la edad de los cambios, de verificar si yo tenía esa mirada indolente que parece no comprender ni interesarse por nada ni nadie. Me encuentro de 8, inquieta; de 12, asustada; de 14, rebelde; de 16, voluntariosa; de 20 ya lucía como una señora. No; parece que nunca tuve esa expresión de apatía feroz. No hay huellas de alexitimia.

Me pregunto cómo despertar interés en los conceptos propios de la vida republicana. Hacerlo sin saber si se dominan los fundamentales, si se les considera útiles o si se prefieren los goces intrascendentes. Sin indagar en los avatares que definen la estrategia personal ante la vida, en defensa propia.

Se trata de mostrarles el perjuicio que trae el desempeño de un cargo público por tiempo ilimitado y los gravísimos riesgos que entraña el accionar secreto de los gobernantes. De explicarles que la responsabilidad de los funcionarios no es un discurso, sino su separación inmediata del cargo y sometimiento a juicio. De llenarlos de ejemplos que demuestren que la independencia y contraloría entre los distintos poderes disminuye el abuso y da estabilidad a la nación. Que comprendan que la Carta Magna, y todo el orden legal que de ella se desprenda, es el imperio de la ley; y que el ejercicio ciudadano es el control de los habitantes sobre sus mandatarios. Se trata de probarles que si no se respeta el disenso del vecino, la vida propia está en riesgo; que la igualdad ante la ley no es potestad de una ideología sino una exigencia jurídica. De razonar por qué la idoneidad es la condición única para acceder a cargos públicos.

Y que todo esto está dicho desde hace siglos. Y cuando no se cumple, el peligro es igual para todos. Porque la república es para la democracia lo que el vaso que contiene agua: el marco para frenar el abuso de los poderosos, de los gobernantes y de las mayorías. Sí; especialmente hacerles entender que la democracia, más que versar sobre la voluntad de las mayorías, se ocupa de otorgar garantías a las minorías.

Es urgente hacerlo.

Porque la república, hoy, es apenas una analepsis sobre la cual soñar.

@cgomezavila
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentario: Firmar con su correo electrónico debajo del texto de su comentario para mantener contacto con usted. Los anónimos no serán aceptados. Serán borrados los comentarios que escondan publicidad spam. Los comentarios que no firmen autoría serán borrados.