La simultaneidad en la entrega de los
resultados del Censo 2011 y del total de inscritos en el REP plantea una serie
de incógnitas de imposible resolución. Aunque Ud. no lo crea: o todos los
venezolanos en edad de votar están inscritos en el REP, cosa según me entero
único en el planeta: o en nuestro país hay incluso más votantes que ciudadanos,
caso único en el universo.
Venezuela bajo el imperio de la casposa y descomunal
inescrupulosidad del teniente coronel y sus secuaces es caso de Ripley. Por no
decir, de Ionesco. Nada de realismo mágico, que ya Cuba llenó el expediente del
Gabo: teatro del absurdo, Ionesco puro y simple. Una nación inédita en donde,
burlando todos los preceptos de la lógica copernicana, llueve de abajo hacia
arriba. Y el sol gira en torno a nuestro atribulado planeta. Algo que no se
veía y de lo que no se hablaba desde la temprana Edad Media. Que nos lo niegue
San Agustín y su Civitas Dei.
Pruebas de las estadísticas al canto.
Nos rebela el licenciado Eljuri, nombre como de nigromante, que es el oficio al
que más se acerca, que el total de seres vivientes en nuestra sufrida patria
alcanza la cifra de 27.150.095 habitantes. Cifra que luego desglosa en
categorías biológicas por sexo y edades. A nuestros fines políticos – sin
olvidar el dictum del Dr. Carl Schmitt, según el cual “la política es nuestro
destino” y la lucha amigo-enemigo una insoslayable determinación existencial –
importa el primer desglose.
Pues resulta que de esos poco más de 27 millones de
habitantes, de los cuales poco más de un 4% – vale decir: alrededor de poco más
de un millón de habitantes – no son nativos, sin que se nos especifique si son
nacionalizados y por tanto tienen derecho a elegir al próximo presidente de la
república, un 27, 6% tienen entre 0 y 14 años de edad. Valga decir: de 26
millones de nacionales, alrededor de 9 millones no pueden estar inscritos en el
REP.
Lo cual tampoco significa que el 66,
6% de nuestra población, de entre 15 y 65 años, lo pueda hacer, pues a esa
cantidad – 18.100.063 – hay que restarle un porcentaje, por pequeño que él sea,
de los nativos de entre 15 y 18 años, allí incluidos. No nos dice Eljuri el
nigromante cuál es el volumen exacto de ese segmento adolescente que todavía no
tiene derecho al voto. Como es lógico en un país esencialmente joven, ese
porcentaje no debe ser desdeñable. ¿Lo ponemos a ojo de buen cubero en 1 millón
de habitantes? Si así fuera, la población total en capacidad legal para
inscribirse en el REP y tener derecho al voto debiera andar rozando los 17
millones de habitantes.
Y eso, sea dicho en honor a la verdad,
resulta incluso harto problemático. Pues en una país como el nuestro, en el que
la abstención no baja del 30%, es impensable que abstencionistas crónicos
tengan el más mínimo interés en inscribirse, dado que, además, el no estar
inscrito no es un delito ni la inscripción una condición imprescindible para
realizar cualquier tipo de trámite legal, comercial o administrativo.
Compensemos la indiferencia con
aquella franja de extranjeros que, por nacionalización, han adquirido el
derecho a votar. Lo cual, en ningún caso nos daría como para racionalmente
imaginar o suponer que en Venezuela puedan estar registrados más de, digamos
por caso, 15 millones de habitantes. Y ello apretando las tuercas, movilizando
a la ciudadanía, ofreciendo recompensas mercaltines – digo cupones para retirar
mercadería de los mercales – y bonos, cestas y otras prebendas que el régimen
suele conceder para incentivar la asistencia obligatoria a sus saraos
políticos.
Si estos cálculos de elemental
racionalidad nos demuestran con rigor casi científico que en Venezuela es
lógica, filosófica, sociológica y estadísticamente imposible que haya más de 15
millones de inscritos, ¿por qué las rectoras del CNE nos dicen tan sueltas de
cuerpo que el total de inscritos por estas mismas fechas alcanza la friolera de
18. 903. 143 ciudadanos?
Véase por donde se mire, una nube de
insondable misterio carga con más de 3 millones de votantes fantasmas. ¿De
dónde salieron? ¿Cómo se llaman? ¿Quién y cómo los ceduló? ¿Quién o quiénes les
prestan la materialidad de sus cuerpos para que se apersonen a centros
electorales libres de la incómoda presencia de testigos y hagan multiplicar el
número de votantes como por arte de birlibirloque?
¿Se trata de pluri cedulados por la
eficacia y experticia del G2 que ocupa los laberintos de la DIEX? ¿Se trata de
seres reales que flotan en nuestras urbes, como turistas políticos ocasionales?
¿Se trata de funcionarios, militantes y partidarios dispuestos a aparecer con
un montón de cédulas chimbas y votar en nombre de una decena de ciudadanos
celestes o de realidades ficticias que al amparo del despoblado y la alevosía
de la inmoralidad invaden las maquinitas de votación a la sombra crepuscular de
las horas postreras del no va más? Cuando el funcionario psuvista de turno,
civil o militar, aprieta el botón mágico de Smartmatic y en un centro de 500
electores, Chávez cosecha 500 votos y la oposición ninguno. Sobran los casos.
Una afamada personalidad del mundo de
la gestión comicial independiente me asegura que ese problema existe y es muy
grave.
Pero que hay otros problemas todavía
más espesos. ¿Cuáles son? Señores: o resolvemos estas dudas legítimas,
racionales y fundadas ya mismo, o nos haremos cómplices del matadero de la
República. Llegó la hora de la verdad.
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