Sino fue por falta de mantenimiento, por imprudencia, negligencia,
descuido o desconocimiento, entonces alguien debe justificar lo que ocurrió.
Nuevamente una tragedia enluta a hogares de Venezuela y el país en su totalidad
lamenta el hecho ocurrido en la madrugada del sábado con la fuga de gas que causó la explosión en
la refinería de Amuay en Punto
Fijo, dejando más de cuarenta muertos y más de 80 heridos, victimas de las
repetidas veces que se producen incidentes de tan alto riesgo.
No se admite que en un país que ha vivido y vive del petróleo durante
tantas décadas y con la tecnología que se ha desarrollado en el área, se
produzcan tales acontecimientos catastróficos, siendo previsibles los riesgos
para una industria altamente delicada, que requiere de supervisión permanente
para evitar y cuidar que el recurso humano sea lesionado por impericias y falta
de mantenimiento. Es imperdonable un hecho de terror como el de Amuay cuando de
cada 100 dólares que entran al país, 94 provienen de las exportaciones
petroleras y en lo que va de todos estos años la nómina de PDVSA se ha abultado
para mantener a una porción de trabajadores reposeros.
Ante la tragedia, lo primero que corrió del lado de los seguidores del
gobierno fue el mismo lamento de
siempre, como por ejemplo decir que ojalá no haya sido intencional porque las
llamas no saben de política y además maldicen a los culpables que le pagaron a
la CIA para cometer este atroz
suceso. Lo peor es que estos
argumentos se repiten para desconocer la
irresponsabilidad y nunca dar con la razón o el culpable. Como quiera que haya
sido, pudiera haber un asesino si
provocó el incendio, pero también es doblemente asesino el responsable de no
haber tomado la debida previsión, mantenimiento y seguridad industrial. Es el
cuento de terror que nunca acaba y estamos en la batalla entre la mentira y la
verdad.
Lo que si está claro es que la industria petrolera es tan peligrosa hoy
día, como lo es el hampa desatada en el país. Otras vidas se han perdido en
lamentables circunstancias en la industria del petróleo, con magnitud similar a
la de este sábado pasado. Se habla de una indemnización, pero para que sirve
eso cuando se han perdido vidas humanas, o
acaso importa más lo material que lo humano. Con la vida, se actúa, se piensa
y se denuncia lo que está mal. Después de muerto señores los lamentos salen de
sobra.
Vemos como el gobierno ha gastado mil millonadas de dólares en compras
de armamento de guerra y no invierte en el recurso más importante de la nación
como es la industria del petróleo, la cual debería ser la más moderna y segura
del mundo.
Como explicarle a los que aún pecan de ignorantes, que las prioridades
del país no tienen color, se trata de mantener la vida de los ciudadanos
venezolanos que son los únicos dueños del territorio, hoy día en manos de un
caporal y una tribu que no asume el control de las instituciones por miedo y
comodidad. Al parecer continuarán pasando hechos insólitos en el país.
Solo queda pedirle a Dios que justifique a los héroes venezolanos que
murieron en Amuay.
susana.morffe@gmail.com
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