lunes, 20 de agosto de 2012

SUSANA MORFFE, COMER PARA CRECER O CRECER PARA MENTIR (ENTRE EL CIELO Y TIERRA)

Al tratar de indagar sobre el proceso evolutivo del hombre nos encontramos que “la desventaja corporal del ser humano frente a la mayoría de los animales se compensa con un órgano invaluable: un cerebro grande y complejo”. 
Es decir, lo que nos distingue del resto de las especies animales es nuestro cerebro, su tamaño y nuestra capacidad de razonar y crear cultura. Además sostienen los científicos que el mecanismo del cambio evolutivo reside en los genes las unidades básicas hereditarias.
En la actualidad, según lo declarado por el presidente del Instituto Nacional de Estadísticas, el promedio de las venezolanas y los venezolanos creció dos centímetros, en comparación a la última década de los gobiernos anteriores”, debido a la política masiva de alimentación. 
Si es así, algunos de mis compatriotas y quien suscribe no nos estamos alimentando bien. Somos vulnerables en la medición de la estatura ya que sigue igual como hace años. Lo que nos indica que hemos sufrido una atrofia, producto de no contar con una guarnición de buenos suministros alimenticios. Esto, sin duda alguna, es un aspecto preocupante ya que la “masiva política de alimentación” no está llegando  a todos los estratos de la población.
Sobre tantos estudios acerca del ser humano, extraemos lo siguiente: “Los genes determinan el desarrollo del cuerpo y de la conducta de un determinado organismo durante su vida. La información contenida en los genes puede variar y este proceso es conocido como mutación.
Ahora bien, si la comida nos hace crecer, tal como lo afirma el presidente del INE, cómo se explica que exista tanto enano en la sociedad.  No sólo los enanos de estatura, también tenemos los enanos mentales que no se dan cuenta que estamos en un franco proceso de involución, por el cual algunos venezolanos no alcanzan a ver un poco más allá de sus narices, que han perdido el sentido del olfato porque los genes le han modificado sus condiciones, como por ejemplo, crecer para los embustes. Dice un proverbio: “La lengua de los sabios destila conocimiento; la boca de los necios escupe necedades”.
¿Que podría envidiar el hombre de la prehistoria al hombre moderno? Evidentemente que “la inteligencia”, pero regresarían a sus orígenes, al darse cuenta que  el alimento de aquella Era, no pasaba por procesos inadecuados de almacenajes, los alimentos por tanto se encontraban en mejor condición de ser consumidos, al instante, para que no se pudrieran. La verdad, el hombre prehistórico tenía un grado superior de inteligencia en relación al hombre moderno en ese sentido. Animal que cazaban, inmediatamente era triturado por sus anchas mandíbulas.
El presidente del Instituto Nacional de Estadísticas, además considera que “No se puede crecer si no hay buena alimentación”. Algo debe estar fallando entonces  y no es el centímetro, porque sino como se entiende que los niños de mi patria se encuentren desnutridos y roben para comer en un país con abundancia petrolera y los que pueden medianamente hacerlo, no consumen alimentos saludables porque no se consiguen o son exageradamente caros. Esos niños vulnerables, serán los enanos del futuro, si seguimos la hipótesis de Elias Eljuri.
susana.morffe@gmail.com

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