Lo
decimos porque una vez más a lo largo de 13 años de socialismo tendremos la
oportunidad de iniciar la restauración constitucional, y ello dependerá del
factor ético por sobre el numérico-electoral. Veamos.
A
la fecha presente, salvo un evento extraordinario como lo fue el ataque a las
Torres Gemelas en 2001, o bien la explosión en la estación de trenes de Madrid
en 2004, la victoria electoral del candidato presidencial demócrata será un
hecho. Lo afirmamos en razón de irse cumpliendo todos y cada uno de los
indicios característicos a tal resultado, en especial la propensión in
crescendo del socialismo en gobierno por realizar una campaña electoral sin
límites que hace incluso temer por la integridad física del abanderado
demócrata.
Salvo
los resultados de algunas encuestas de dudosa credibilidad en razón de
históricos fallos, las calles de Venezuela brindan un mensaje muy claro a favor
del cambio. Es entonces cuando emerge el problema de naturaleza ética. El
régimen conoce muy bien del asunto: nuestra cultura de anti-valores, que
sembrada por el Estado populista en tiempos de democracia, se profundizó hasta
el desenfreno bajo el presente socialista.
Es
la cultura que hace posible la indiferencia de tantos ante la tragedia que
implica el socialismo en gobierno, siempre que ese Estado socialista le
solvente sus necesidades básicas de alimento o vivienda, así fuere
transitoriamente. Ni qué decir si alcanza a brindarle un empleo de cierta
estabilidad monetaria, verbigracia: en Pdvsa. Ante ello existe una cultura de
valores que nos indica la necesidad de rechazar a un gobierno responsable de la
actual miseria venezolana, y que pretende continuar beneficiando a unos pocos,
engañando con falsas promesas a muchos.
La
misma cultura de ese ejército de asalariados, contratistas y militares del
Estado socialista, venezolanos todos (no más de 4 millones) que prefieren continuar sosteniendo con su labor
al régimen que ya hoy los esclaviza, al precio de un 15 y último. 15 y último
que para los demás, ajenos al socialismo, en lugar de pago significa un costo,
el costo que estamos pagando por esa cultura de antivalores.
Pero
hay un camino. Ciertamente el venidero 7 de octubre todos los venezolanos
adultos, aptos para sufragar, tienen la posibilidad real de vencer a esa
cultura de los antivalores, practicando la fortaleza, virtud cardinal que
conforme a la doctrina cristiana consiste en vencer el temor y huir de la
temeridad. Vencer el temor, los que siendo asalariados del régimen sufren hoy
el costo de perder la dignidad. Aquellos que armados y uniformados comprenden
el precio a pagar si reprimen la voluntad popular de cambio expresado a través
del voto. Valor que deben tener los beneficiarios de viviendas gratis, que al
tiempo pierden el familiar que les acompañaría en el nuevo hogar, todo a causa
del hampa reinante.
En
fin, el precio a pagar por ser valientes ante ese evento electoral consiste en
superar el tamaño de nuestros particulares temores. Pero de continuar aferrados
a la cultura de los antivalores ésta terminará costándonos a todos, lo que nos
distingue como personas: la libertad. ORA y LABORA.
caballeropercival@hotmail.com
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