martes, 21 de agosto de 2012

MARIANELLA SALAZAR, EL REFRITO DEL MAGNICIDIO

De tanto repetirse, Hugo Chávez se convirtió en un ser predecible y hasta carente de ingenio. El tema del magnicidio aburre, le falta el toque humorístico de cuando metía en el mismo saco a supuestos conspiradores de la talla del presidente George W. Bush o del ministro colombiano Juan Manuel Santos con Alberto Ravel, Miguel Henrique Otero, José Miguel Vivanco y el periodista peruano Jaime Bayly.
Como es costumbre en época electoral, Chávez apela al magnicidio y, con el cuento bufo de un supuesto marine norteamericano con apariencia de “mercenario”, vuelve con sus piruetas distraccionistas, que no sorprenden ni conmueven a nadie. Chávez necesita utilizar el imperio norteamericano para catapultarse en la epopeya de su trágica imaginación y no desaprovecha oportunidad para denunciar a Estados Unidos como el enemigo que quiere derrocarlo y asesinarlo para apoderarse del petróleo.
En febrero de 2005, sin pruebas ni detalles reveladores, denunció que el presidente de Estados Unidos George W. Bush intentó asesinarlo. Chávez se ha pasado 14 años exprimiendo su condición de “condenado a muerte”, sea por una supuesta enfermedad mortal o por diversos atentados. Lo hace para victimizarse y evadir su responsabilidad en los graves problemas que aquejan a los venezolanos, y es su única respuesta a los planteamientos del candidato presidencial de la unidad cuando pone de manifiesto la incompetencia devastadora de la revolución bolivariana.
Hay un primer responsable en toda la debacle nacional y está plenamente identificado: Hugo Chávez Frías. Es el mismo guión utilizado permanentemente por el líder cubano para distraer la atención de los conflictos que mantiene con su martirizado pueblo. La cifra oficial de atentados contra Fidel Castro, proporcionada por su gobierno, es de 638 atentados. ¡Una pelusa! El Gobierno cubano ha reconocido públicamente que de todos los atentados sólo 167 fueron preparados con hombres y armas.
Los otros 500 magnicidios no pasaron ­seguramente­ de ser simples comentarios y deseos, expresados a viva voz por exiliados en Miami.
Los venezolanos también estamos perdiendo la cuenta de los francotiradores y mercenarios contratados por el imperio norteamericano para matar a Chávez. Cuando salió en libertad Luis Posada Carriles, implicado en la voladura del avión cubano, se desplegaron todos los operativos de inteligencia militar para evitar que Posada, con el apoyo de Estados Unidos, infiltrara un grupo terrorista para asesinar a Chávez.
Las teorías sobre el magnicidio han abarcado casi todas las variables, desde el clásico envenenamiento, pasando por el secuestro del Presidente o hacer estallar el avión presidencial. El Gobierno perdió también toda compostura y circunstancia al fabricar ­2003­ un grave incidente con República Dominicana y suspender la venta de petróleo por la presencia en Santo Domingo del ex presidente Carlos Andrés Pérez, que, según Chávez, utilizaba el territorio dominicano para planificar un magnicidio y, sin presentar las pruebas, intentó convencer a Hipólito Mejía de que lo declarara persona no grata y lo expulsara de ese país.
Recordemos que la respuesta de Pérez no pudo ser más sugestiva al asegurar que un magnicidio contra Chávez sería un “tiranicidio”, lo cual fue interpretado por sus detractores como incitación al asesinato político.
De nuevo intentan reforzar la imagen de invencibilidad del líder con la estrategia del magnicidio ficticio y anuncian la captura de un supuesto mercenario, armado con una libreta de apuntes, que entró en el país en un autobús. ¡De vaina no dicen que venía montado en el autobús del progreso!
msalazar@cantv.net

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