jueves, 2 de agosto de 2012

JAIME REQUENA, DE PALABRAS Y HECHOS, CONCIENCIA

     La campaña electoral por la Presidencia de Venezuela se encuentra ya en pleno desarrollo. Arrancó. No hay vuelta atrás. Los comandos de campaña están operando a máxima velocidad e intensidad. Los recogedores de plata están afanosamente tratando de llenar las arcas del comando, mientras que los hacedores y componedores de la imagen de su candidato la gastan en mensajes a quienes ellos piensan le hace falta. Los expertos dan a conocer programas de gobierno. Líderes, comunicadores, afectos y asomados trabajan preparando mítines, paseos o caminatas. En fin, estamos en plena carrera electoral, en el mero medio de ella.
     Los candidatos con opciones a ganarse el puesto de director de los destinos del país están definidos y ya plenamente identificados; o es el emergente Henrique Capriles Radonski o es el añoso  Hugo Chávez Frías. Cada uno  – y dentro del estilo que ha escogido para captar el favoritismo de los venezolanos–  está dedicado a enarbolar su consigna  El oficialista pide más años aún para continuar con su muy personal y particular revuelta, enfrascado en un yo-ismo –cicatero y egoísta– y marinado en un menosprecio a su contendor. El otro, joven y vital, empecinado en convocar a todos sus conciudadanos a la gran tarea de juntos resolver las dificultades y problemas que los agobian y en, muy buena medida, creados por muchos años de desgobierno.
     La campaña gira hoy en tornos a palabras y hechos. Para Chávez, las palabras son muchas –en realidad demasiadas– repetidas sin cesar en interminables cadenas que muestran un grosero ventajismo; mera propaganda electoral desde instituciones y medios públicos. Pero más allá de esas palabras –cansonas  y repetitivas– vacías de ideas pero llenas de clichés, están los hechos. Son ya 14 años de desaciertos que se precipitan sobre un Presidente que no tiene nada  que exhibir como obra palpable. Y si la hay, puras pancartas sobre escombros a medio construir. Un millón de millones de dólares dilapidados –esfumados– en 14 años de cháchara.
     Para Capriles Radonski, las palabras son pocas. A decir verdad no son muchas. Empero cada una traduce una idea y apunta a una solución. Capriles Radonski no habla de credo o de cultos sino identifica problemas y pide ayuda para resolverlos juntos. En cuanto a hechos, ellos son muchos y están a la vista. Los más recientes en la Gobernación de Miranda y, antes, desde la Alcaldía de Baruta.
      Todos los logros de Capriles Radonski llevan la impronta del auténtico servidor público. De aquel que ejerce el cargo no para disfrutar personalmente las mieles del poder (y repartir entre sus partidarios las migajas que sobran), si no de quien vela bien por la prosperidad de todos a quienes le debe el poder que detenta. La verdadera diferencia entre las dos opciones de poder sobre la que los venezolanos tendremos que decidir el 7 de octubre, se reduce a ideas y acciones. Y allí Henrique Capriles Radonski está sobrancero.
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