lunes, 13 de agosto de 2012

GUSTAVO MARTINEZ CLARUS, ¿PROSTITUIRME YO?

El término prostitución viene del latín prostituere: “exhibir para la venta”. Pero no siempre se ha asociado con el intercambio de sexo por dinero. Hace cinco mil años, las mujeres de Babilonia tenían el deber cívico de fornicar al menos una vez en su vida con un desconocido, como muestra de hospitalidad hacia el extranjero y para aumentar las ofrendas al templo de la diosa Ishtar. En esa cultura el matrimonio sólo servía para perpetuar el linaje, pero no se relacionaba con amor ni con fidelidad, pudiendo el hombre ceder los favores sexuales de su esposa para pagar deudas. 
En la Grecia Clásica la prostitución era aceptada para mujeres y efebos y llamada porne (vender), raíz de la palabra pornografía. En la Atenas del siglo VI A.C. surgió el primer burdel del que se tiene registro, para que trabajasen las cuadrantarias (que cobraban un mísero cuadrante para ser usadas sexualmente por cualquier orificio corporal) y las fellatoras (expertas en chupar el pene) que escalaron posiciones y evolucionaron hasta llegar a las hetairas, algunas de las cuales destacaron por su cultura y poder como en el caso de Aspasia, compañera de Pericles. En la Roma Imperial, un hombre penetrado por otro resultaba socialmente más aceptable que si le practicaba el cunnilingus a una mujer, mientras Egipto era el primer país civilizado que vetaba a sus ciudadanos el prostituirse, eligiendo para esa actividad a extranjeros y esclavos de ambos sexos. Por el año 800 D.C. y bajo la influencia del cristianismo, Carlomagno fue el primero en intentar prohibir (inútilmente) los burdeles y las relaciones extramaritales. Durante las Cruzadas, las libertinas idearon vestirse de hombres para acompañar a los ejércitos y ofrecerles sus servicios, popularizando con ello el travestismo y el comercio sexual. En el siglo XII las tabernas que también funcionaban como burdeles se anunciaban colocando un ramo en la puerta, por lo que las trabajadoras del oficio más viejo del mundo también comenzaron a ser conocidas como rameras. Durante los siglos XIII y XIV la recesión económica hizo que las prostitutas europeas se estableciesen dentro de las grandes urbes y villas estudiantiles, en locales fácilmente ubicables. En la España del siglo XVI, un juez daba una plática moral a cualquier chica pobre mayor de doce años que quisiese vender su cuerpo a ratos y, si no la convencía para ganarse la vida de otra manera, la autorizaba a hacerlo así mediante un documento. En las grandes ciudades italianas renacentistas las cenas ostentosas pusieron de moda a las cortesanas, cuyo número creció tanto que se organizaron legal y administrativamente al mando de una matrona llamada Reina(equivalente a la matrona Queen dentro de la prostitución inglesa). En todos los países y épocas han surgido meretrices y favoritos que han influido sobre los gobernantes y los sucesos de su siglo, aunque utilizar el sexo para obtener beneficios no sea exclusivo de la historia humana. En otras especies además de la nuestra también se da la prostitución: se ha observado que muchos animales ceden a sus hembras para evitar represalias del macho dominante; variedades de pingüinos canjean sexo por piedras y materiales para hacer nidos, y los bonobos lo hacen a cambio de comida o para resolver conflictos, recordándonos que su ADN se asemeja al nuestro en un 98%.  Ejemplos que colocan a la prostitución a la par que el instinto y más allá del simple intercambio sexual por dinero.
Considerando que algunos países estudian legalizar la lucrativa industria del sexo, los que se oponen a esta posibilidad aducen que la legalización y despenalización de la prostitución no supone un mayor control sobre ella, sino un estímulo para su expansión que además favorecerá a los proxenetas, comerciantes y proveedores de dicha industria; promoverá el tráfico sexual de menores; reducirá significativamente el poder de los valores y principios que sostienen a la familia y a la sociedad, sin aumentar la calidad de vida de los trabajadores sexuales ni sus posibilidades de elegir otro medio de supervivencia. En el lado opuesto, los que están a favor de legalizar la prostitución sostienen que ésta, como pasa con la droga, es un problema que crece junto con la población mundial, por lo que exige sincerarse y ser regido jurídicamente, apoyando los derechos laborales de las personas involucradas en ese comercio; aducen que su legalización reportaría enormes beneficios económicos a los países tercermundistas (sin que dejen de serlo) y, por tratarse de una actividad que conlleva una mayor probabilidad de transmisión de enfermedades, admitiría controles sanitarios más efectivos; con la prostitución reglamentada, muchas mujeres dejarían de ser explotadas por proxenetas y podrían dirigir su propio negocio, organizarse y ejercer mayor poder de decisión en cuanto a cómo, cuándo y dónde ejercer su trabajo; se favorecería el comercio indirecto cercano a cualquier zona de prostitución legal (cafeterías, hoteles, taxis, comercios, clínicas, farmacias, tiendas de ropa y de artículos sexuales, etc); se reduciría drásticamente el problema de las mafias así como la inmigración ilegal. Y, como razón final, los que están a favor de legitimar la prostitución recuerdan que nadie está obligado a ejercerla o a ser cliente. Obviamente, éste y otros de los argumentos antes expuestos pueden rebatirse fácilmente, pero son los más utilizados por ambas partes.
Según un tercer enfoque, el materialismo -por su culto al dinero, al placer y al escapismo- hace que la gran masa consumista se comporte como una puta alienada y siempre insatisfecha, que se atiborra de prótesis existenciales para poder vivir, sean teléfonos celulares, moda, sexo, drogas o tetas falsas. Quienes lo plantean sostienen que el término prostitución define toda conducta que compra y vende la dignidad personal y que no se limita al comercio del cuerpo por dinero, pudiendo aplicarse al comportamiento social de muchísimas personas que son consideradas –y se consideran a sí mismas- respetables: se prostituye el político que miente al pueblo o usa los recursos y bienes comunes como propios; el corrupto que ocupa un cargo para el que es incapaz y desde el que favorece a otros inútiles; el militar u oficial que abusa de su autoridad; el juez o abogado que defiende al que sabe delincuente a cambio de prestigio y dinero; el profesional de la salud cuya tasa de honorarios lo convierte en un vulgar comerciante de la salud; la mujer que exagera sus atributos físicos con artificios, vestidos e implantes, para atraer la atención del sexo opuesto y beneficiarse a su costa; la juventud que entrega su acompañamiento social o sexual a cambio de bienes; el artista que utiliza el cuerpo propio o ajeno para ganar popularidad y dinero. Se vende cual prostituta el comerciante que pone sobreprecio a su producto, contribuyendo a la inflación nacional y mundial. Se vende el que deteriora el planeta buscando lucrarse, así como el que tiene o busca pareja por conveniencia social o por la seguridad y comodidad del dinero y de otras ventajas materiales. Se vende quien toma los hábitos religiosos para tratar de huir de su preferencia sexual o de la pobreza o de cualquier otra situación insatisfactoria, y en general prostituye su dignidad todo individuo que discrimina o ataca los derechos humanos, en cualquier contexto. Ante estos casos, tan frecuentes como tolerados, sus defensores automáticamente responden con puritanismo o mojigatería a las acusaciones de hipocresía o doble moral, mientras el tabú con el que la tradición y las religiones han rodeado a la prostitución levanta ronchas de indignación en aquella persona que se siente incluida en cualquiera de los escenarios mencionados -entre otros- y que emplea eufemismos para distinguirse de la desprestigiada trabajadora sexual. Este enfoque del asunto convierte a la mayoría de las personas en prostitutas, al extender el significado de esta palabra al campo de los valores morales. Pero sin tomar partido por ningún enfoque relacionado con la prostitución, ni caer en estériles análisis semánticos, la razón del blog es llamar a la reflexión acerca de éste y otros temas polémicos, abordándolos con objetividad, procurando desenmascarar hipocresías sociales, denunciando prejuicios y discriminaciones, tradiciones y creencias destructivas o injustas, con el fin de sincerar las cosas y fomentar el bien común. El ser humano es experto en atacar a su especie y a su entorno. Y, ya que negar u ocultar su oscuridad no la hará desaparecer, lo mejor es llevar hasta ella la luz disponible desde todos los ángulos, para poder verla y combatirla con mayor efectividad. Y parte de la oscuridad mundial se condensa en la violación a sus derechos humanos que sufren niños y adultos a causa de la prostitución, sea ésta legal o no.
soyotuel@hotmail.com

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1 comentario:

  1. Excelente artículo, bien enfocado con objetividad y buenos fundamentos históricos.

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