La suerte electoral que enfrentamos en las décadas 80’ y 90’
del siglo pasado tuvo signada por muchas incógnitas y desvaríos políticos, cuya
mayor desviación fue la de entronizar el concepto denominado “antipolítica”.
Algo así, como “dejar de hacer sin dejar hacer”, pero sin los partidos; con el
cuento de que la democracia estaba agotada, y que hacía falta emprender un
sistema que dejara de lado la política como medio para gobernar. Es decir,
narrar sin palabras o cantar sin música, pero con prosa y ritmo. Imposible.
Muchos países habían iniciado la tónica, y parecía que
funcionaba, hasta que se encontraron con lo predecible: “sin política no puede
haber planes, proyectos ni programas, porque ella es la orientación necesaria
para no dar tumbos y caer en los desvaríos”. Es imposible pensar sin engranar
palabras, y mucho menos cantar sin seguir una melodía que solo lo da la música.
El ritmo, que lo da el tiempo, es la orientación, como lo es la política para
gobernar.
Anotamos, que alguien dijo: “no hay peor plaga que los
políticos”. Expresión que acompasa a la antipolítica y asumimos que es el
pensar de los que llamamos “ni-ni”, que calificamos como seres humanos que
viven en sociedad sin ser sociales, es decir, vivir pero sin convivir. Aquí
traemos a colación a Aristóteles en su libro de Política refería al zóon
politikon, traducidas las dos expresiones del griego: animal social o político,
más específicamente "animal político", haciendo referencia al ser
humano, que a diferencia de los animales posee la capacidad natural de
relacionarse políticamente, o sea crear sociedades y organizar la vida en ciudades,
la "polis". En tal sentido, cuando referimos a “ciudadanos” que
quieren o aparentan ser apolíticos, debemos remontarlos a los siglos para que,
entendiendo a Aristóteles, comprendan que el ciudadano es un hombre con
dimensiones social y política.
Que el hombre y el animal por naturaleza son sociales, pero
solo el hombre es político, siempre que viva en comunidad. En ella, la
dimensión social ayuda a constituir la base de la educación y la dimensión
política contribuye a la extensión de esa educación.
No es nuestra
intención conjugar los términos aristotélicos, pero muchas veces, hay seres
humanos que quieren aparentar, por intereses personales, en sociedad o fuera de
ella, que no son políticos. Aquí nos sumamos a Aristóteles, quien decía que el
individuo solo puede realizarse plenamente en sociedad, ya que posee la
necesidad de vivir con otras personas. Decía además, que aquellos que son
incapaces de vivir en sociedad o que no la necesitan por su propia naturaleza,
es porque son bestias o dioses.
Creer en los indecisos y en los ni-ni, ubicándolos en la
sociedad como seres pensantes, es querer ser intolerantes o imprecisos, y
continuar haciendo el juego a los “antipolíticos” que auparon al frustrado
militar y fracasado político, hoy “presidente saliente”, quien después de 14
años al mando de la jefatura del Estado venezolano, no haya comprendido su
fracaso y gravemente enfermo, se aferre a la terca idea de postularse para un
cuarto período presidencial, autoengañado con la idea de que ha fundado una
nueva república y ha establecido un nuevo sistema político, parodiado como
“Estado socialista”, cuyos aderezos sociales son un morboso Estado capitalista,
bajo la férula de un “socialismo” impuro y confuso, fundamentado en un
anacrónico y rancio populismo, que ha cambiado el hambre por la miseria y
destruido la clase media intelectual y productiva, bandera elogiosa del pasado
en América.
Creer en los indecisos y en los ni-ni como sabios apolíticos,
es como seguir el juego en la poesía de Hugo Cabral, quien decía, que “la circunstancia
mas peligrosa de los ‘pendejos’, es que siendo muchos pueden elegir
presidente”.
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