martes, 14 de agosto de 2012

CAROLINA JAIMES BRANGER | ACOSTUMBRADOS AL INFIERNO

Todos pasivos ante el abuso de una línea aérea que ya llevaba casi 3 horas de retraso
La costumbre es la fuerza más poderosa entre los seres humanos. Nos acostumbramos a cualquier situación, por buena, regular, mala, penosa, embarazosa, incómoda o trágica que sea.
En Venezuela nos hemos acostumbrado al abuso. El miércoles pasado mis hijas y yo teníamos pasaje para un vuelo nacional, supuesto a salir a las 4 pm de Maiquetía. Desde que chequeamos nos dijeron "que no podían responder si el avión estaba en hora". Mala señal.
Inútil preguntar. Un único empleado de la línea aérea en nuestra puerta no tuvo otra respuesta distinta a "no sé" cuando se le requería información. Me sugirió ir a otra puerta donde un empleado con walkie talkie me ofreció llamar a la supervisora y me aseguró que el vuelo no podría salir "porque había mal tiempo en el lugar de destino". Atónita, presencié cómo el avión de otra línea aérea con el mismo destino despegó a la hora pautada. Esperé y esperé pero la supervisora no apareció.
Regresé a mi puerta. Había gente parada en fila frente a la puerta del avión. Gente sentada en las sillas, la mayoría jugando con sus celulares, unos pocos leyendo. Todos pasivos ante el abuso de una línea aérea que ya llevaba casi 3 horas de retraso y ninguno de sus empleados se había apersonado a informar a los pasajeros. Ni un vaso de agua nos ofrecieron.
Entonces me paré en la puerta del avión a tocarla para ver si alguien de adentro salía a informar. Un niño que viajaba solo y que ya estaba bastante inquieto me hizo el favor de abrirme la puerta con el switch. Entré al pasillo del avión. Ahí sí había gente de la línea aérea, incluyendo la supervisora que había esperado por casi una hora.
Me pidieron que saliera. "No me salgo hasta que me digan qué pasa con nuestro vuelo". Cuando salí, en la puerta estaban dos guardias nacionales. "Si vuelve a entrar la llevamos detenida", me dijeron. Típico: amedrentando mujeres en vez de resolver situaciones. En ese momento un grupo de mujeres empezó a gritar pidiendo ayuda. No se presentó nadie, pero en 20 minutos abordamos. Yo estaba sentada en la segunda fila y muchos de lo que pasaban me daban las gracias.
¿Gracias? La verdad es que hemos debido protestar todos con la misma energía con que unas pocas y yo lo hicimos. No sigamos acostumbrándonos a que la vida se nos haya vuelto un infierno. No nos lo merecemos...
@cjaimesb

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