domingo, 19 de agosto de 2012

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, LOS SEMIDIOSES DEL RÉGIMEN, PIDO LA PALABRA

El actual populismo no sólo se caracteriza por la desviación de políticas gubernamentales a favor de causas políticas que sólo buscan detentar mayores cuotas de poder en detrimento de reales necesidades. También, por su repulsión a todo lo que representa un manejo autonómico de recursos que garanticen un mayor respeto hacia derechos humanos trascendentales. 
Sin duda, en el plano gubernamental, este tipo de decisiones requiere del hecho de afianzarse en las emociones de la población. De esa manera, es posible trazar compromisos político-electorales solamente con la intención de ganar espacios desde los cuales se hace fácil capturar la esperanza de quienes, con una cultura política precaria o careciendo de la misma, son prisioneros de tentaciones que con seguridad son meros paliativos sin percatarse que “peor será el remedio que la enfermedad”. Justamente, lo que el oficialismo criollo ha venido trabajando para lo cual apela a múltiples manipulaciones pues es la única forma de convencer al “pueblo” que su participación en el proceso de elaboración y toma de decisiones, asegurará el bienestar que, durante la “IV República”, le había sido negado o sustraído en considerable proporción.
De ahí que bajo la continua invocación de una democracia participativa y protagónica, el presidente Chávez ha buscado desarreglar el entramado institucional intentando armar uno nuevo. Para ello, se ha valido de arbitrariedades que han permitido una encubierta complicidad entre poderes públicos toda vez que, las correspondientes instituciones representativas del gobierno nacional, se han prestado para adoptar medidas que esquiven preceptos constitucionales. Por consiguiente el resultado es un país anárquico, producto de un proyecto político-ideológico estructurado sobre postulados equivocados. Sobre una visión de país superado histórica, social, política y tecnológicamente. El despotismo ha servido para encauzar una gestión de gobierno a desdén de realidades presentes y sus complejas manifestaciones de insatisfacción. Pareciera ser que, debajo de tanta confusión, el objetivo de tan opacas estrategias ha sido el de ensordecerse y cegarse ante la experiencia democrática vivida. Sistema político éste, escarmentado con dificultades pero con determinación y firme convicción. Las contradicciones a que ha obligado el ejercicio de poder que viene realizándose en nombre de un “bolivarianismo” que sólo tiene sentido en el pensamiento político bajo el cual se pretende imponer un estilo de vida exento de razones que avalen una calidad de vida que se corresponda con el nivel de ingreso que percibe la nación por concepto de su riqueza natural, ha constreñido libertades fundamentales y derechos sociales por los cuales toda sociedad democrática se ordena según las conveniencias que pauten un mejor rumbo. Sin el menor rastro de intervencionismo, lo que no se observa ahora en Venezuela.
El país es escenario donde el régimen se empecina en ensayar oportunidades mediante una práctica socialista devaluada por la historia política contemporánea. En consecuencia, todo se decide en las alturas del poder: quién debe o no contar con las subvenciones asignados por el Estado a través de viviendas, becas, financiamientos. Incluso, situaciones relacionadas con la alimentación. De esta forma, funcionarios del gobierno central creen que sus decisiones son infalibles. Decisiones éstas que desconocen razones esgrimidas por organizaciones e instituciones con probadas capacidades profesionales o académicas. Tanto, que algunas oficinas públicas se arrogan atribuciones para determinar qué debe o no hacer el Ejecutivo Nacional sin que para ello tenga un ápice de participación el mentado “poder popular”. Lo que faltaba, terminó siendo resuelto por quienes creen estar por encima del resto de habitantes de este país: la salud del venezolano. Son estos funcionarios, quienes saben qué, cuánto, cómo, dónde y hasta cuándo un mal pueda aquejar a una persona. Ellos han decidido complicarle la salud al venezolano al restringir los canales de adquisición, distribución y comercialización de productos farmacéuticos, quirúrgicos y medicamentos. Resolvieron reducirles divisas al sector, lo que devendrá en graves problemas de todo tenor. Y cómo no va a ser así, si estos funcionarios creen ser los semidioses del régimen.
VENTANA DE PAPEL
¡UBÍCATE COMPATRIOTA!
Es la frase que quizás puede mover a muchos a reaccionar. Mejor dicho, a despertar ante la situación de descomposición social y económica a la cual ha llevado este (des)gobierno a Venezuela a punta de soluciones que aniquilan las libertades “migaja a migaja”. ¿Cómo es posible que muchos sigan pensando que la solución al actual barullo está garantizada ¿O que el almuerzo es gratis, sólo por dar el sí a una gestión de gobierno sin idea alguna de cómo están administrándose las finanzas pública? ¿O cómo este destrozo ha impactado objetivos de desarrollo económico y social, por desafueros cometidos por conspicuos personajes del régimen en nombre de una revolución que se soporta con hambre (hacia afuera), pero que (hacia adentro) se alimenta de un cuantioso botín que sólo disfrutan los más aduladores hombres del régimen? 
Y como dice la canción de Billos, “por más que se tongonee, siempre se le ve el bojote”.  Por más que estos señores del oficialismo se pronuncien a favor de la “revolución bonita”, exaltando la pobreza como razón del pretendido socialismo, no pueden esconder el capitalismo que transpiran pues los acusa por todas partes. Tampoco, los privilegios que sólo ellos disfrutan en cuanto a seguridad y movilidad. Por mucho que puedan lucirse como funcionarios con alguna autoridad, representan la desigualdad que encarna el régimen y que encubre con aquello de que "el poder es del pueblo”. Por más que lo disimulen, "siempre se les ve el bojote". Así que, “ojo a visor” pues nada bueno podría esperarle al país con este régimen que lo ha hundido al extremo. Ante toda esta hecatombe, no hay de otra: ¡ubícate compatriota!
¿PLAZA BOLÍVAR O MERCADO LIBRE?
La desmedida ambición por deleitarse de las mieles del poder de quien ahora debe reconocerse como el “presidente saliente”, lo ha llevado al ejercicio de un proselitismo aberrante. Tal es la angustia que padece, que supo repartir el ingreso petrolero en dos porciones. La que dictamina la Constitución Nacional a través del presupuesto nacional, y la que el mismo se ha tomado para justificar sus pretensiones de “dadivoso”. Pero eso no queda ahí. Encima, ha consentido el desorden extendido a los sitios públicos y además emblemáticos. O sea, las plazas centrales de todas las ciudades. 
Cualquier Plaza Bolívar es ahora lugar común de venta de baratija, aunque muchas veces disfrazada de producto típico artesanal. El propio mercado persa. Ahora, el irrespeto al culto bolivariano, se confunde con el comercio que ahí se tiene. Comercio de arepas socialistas, toldos del PSUV, del CNE, de promoción de la agenda del gobernador, de atavíos femeninos, revistas y libros de contenido político-ideológico publicados por el régimen, ventas de alimentos de PDVAL. 
El bullicio de los puestos para atraer a la gente, es ensordecedor. Este mercado, se convirtió en punto de encuentro de oficialistas politiqueros disfrazados de “diablos rojos” para seguir repitiendo el agotado discurso presidencial. Incluso, para reiterar los mismos insultos que distinguen el odio que exhala cada frase del “presidente saliente”. Entonces, que es esto ahora:¿Plaza Bolívar o mercado libre?
¿DE QUÉ VALIÓ TODO ESO?
Es la pregunta que muchos están haciéndose. Muchos que, en principio, apoyaron al régimen. Sin embargo, no hay respuestas. La Internet ha servido para que venezolanos conscientes del error cometido en 1998 votando por el proyecto del militar, eleven su interrogante y provoquen la reflexión que avalará el cambio presidencial del próximo 7-O. Preguntas que sacuden al más pintado de rojo, como por ejemplo: ¿De qué valió cambiar la hora? ¿mejoró el gobierno? ¿De qué valió cambiar la denominación de la moneda? ¿por ello se arregló la economía? Una estrella más a la bandera, ¿sirvió para algo? Se expropiaron cientos de haciendas. Entonces ¿por qué se importa lo que ahora se come? ¿Eso es soberanía alimentaria? Y qué decir de las cementeras expropiadas. ¿Hay más cemento ahora? Los miles millones dirigidos a las misiones, ¿vive mejor el venezolano? ¿Dónde está el Metro de Guarenas-Guatire, la “ruta del turpial”, el Teleférico Caracas-Macuto, los “parques eólicos” de Paraguaná y La Goajira, el parque temático de La Carlota, la fábrica de electrodomésticos de SIDOR, el tercer puente sobre el Orinoco, la nueva autopista Caracas-La Guaira. Y pare usted de contar. Entonces ¿de qué valió todo eso?
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas

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