Extraña las cosas que ocurren en Venezuela. El
inefable CNE ahora se ocupa de un atuendo deportivo. Sin ningún escrúpulo
muestra su compromiso de sangre con el régimen, que los colocó allí como
cancerberos de sus desventuras. Todo este show lo que busca es frenar al
próximo presidente Henrique Capriles Radonski, y que este siga movilizándose
por todo el país, en donde está alcanzando un espectacular apoyo. El abanderado
democrático anda tocándole la puerta a los venezolanos, lo que lo ha convertido
en un verdadero fenómeno político que barrerá con las huestes chavistas el
próximo 7 de octubre.
Les duele a los taimados oferentes del circo
electoral que el joven reciba grandes manifestaciones de simpatía y adhesión en
sectores que antes apoyaron al presidente. Este parece observar desde la
frontera imaginaria de un afiche colgado por vehículos oficiales, mientras
Capriles se acerca al pueblo para conocer hasta donde llega la desgracia que se
sembró con este gobierno.
El abanderado democrático penetra hasta la
profundidad del alma ciudadana descubriendo sus hondos dolores, mientras en los
postes sin luz se coloca un rostro diez años más joven de un presidente que
tiene el corazón arponeado, por la indiferencia de millones que hasta hace poco
se desvivían por sus locuras.
El poder electoral muestra el material de que
está hecho.
Solo ve nubarrones en una campaña y deja pasar
olímpicamente los numerosos abusos de Hugo Chávez con sus cadenas en donde
agrede, ofende y humilla; además maneja los recursos del estado para promover
su debilitada opción, en una flagrante violación de las leyes de la republica.
Sin olvidar que la utilización de los mecanismos
del estado, para fines diferentes a lo destinado, es un grosero acto de
corrupción. En su atormentada psiquis el primer magistrado nacional, confunde
el estado con gobierno. Agregándole a ello el papel ductor del PSUV como el
delta ideológico en donde desembocan las resultantes de esta mezcolanza de
intereses.
Ahora ante la inminencia de la derrota la
preocupación es una gorra que respira venezolanidad y compromiso. Como se creen
dueños de la patria hasta abrogarse el megalómano título de ser el corazón de
la misma, sufren al ver como Henrique Capriles se ha transformado en la
esperanza de la bandera nacional que nos cobija a todos. Es una soberana
estupidez prohibirle a alguien que exhiba con orgullo los colores de su patria.
No es una propaganda política para captar votos, es el compromiso del próximo
presidente para abrirle campo al futuro con progreso y libertad para todos por
igual.
Terrible es presentar la bandera cubana en
cuarteles y en organismos oficiales como si nuestra vida dependiese
exclusivamente de lo que ordenan los ancianos hermanos Castro. Asqueroso es
vivir sirviendo de cortesana del interés de administraciones terroristas que
quieren seguir acribillando inocentes con la fuerza que produce la manutención
venezolana con sus teteros petroleros.
Una gorra vuela en la muchedumbre. Un pueblo
heroico se levanta para librarse de estos años de oscurantismo y miseria. Se
aproxima un cambio político. ¡Quién iba creer que el poderoso gobierno
revolucionario de América lo hace temblar una gorra…¡
alexandercambero@hotmail.com
twitter @alecambero
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