miércoles, 4 de julio de 2012

TRINO MÁRQUEZ FORO DE SAO PAULO E IZQUIERDA CAVERNÍCOLA

Cientos de participantes han sido invitados y costeados con los dólares de todos los venezolanos
La reunión del Foro de Sao Paulo en Caracas forma parte de la campaña electoral obscenamente ventajista del Presidente de la República para obtener la reelección. Ya que no puede viajar por el interior del país, ni realizar giras internacionales, se trae a sus amigotes para que le hagan compañía. Los cientos de participantes que han sido invitados y costeados con los dólares de todos los venezolanos, vendrán a cantarle loas a la fantasmal revolución bolivariana y a rendirle culto a un autócrata vanidoso con un ego más robusto que el Macizo Guayanés. Todo el despliegue publicitario parece fríamente calculado para levantarle el ánimo al caudillo y para que la izquierda cavernícola internacional -esa que sigue aferrada al marxismo en la versión de Mao Zedong, el Che Guevara, Pol Pot, Kim Il Sung y Fidel Castro- alcance una tribuna desde donde denigre de la economía de mercado, la libre iniciativa, la propiedad privada, la libre competencia, el gobierno restringido y el Estado de Derecho.

El Foro de Sao Paulo fue creado en 1990 por el Partido de los Trabajadores de Brasil, en medio de la crisis del comunismo internacional provocada por distintos factores que convergieron: el movimiento Solidaridad en Polonia, liderado por Lech Walesa, las reformas en la URSS impulsadas por Mijaíl Gorbachov, el liderazgo mundial del Papa Juan Pablo II y la existencia de dos poderosos gobernantes: Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Estas personalidades se unieron al portentoso desarrollo alcanzado por las sociedades abiertas de Occidente, frente al inocultable fracaso del comunismo en la Unión Soviética y Europa Oriental, para terminar ambos factores impulsando el colapso del Imperio Soviético y la caída en cascada de todos los regímenes satélites del Este de Europa. El emblema de este espectacular proceso fue el derrumbe del Muro de Berlín por el pueblo alemán. Ninguna invasión norteamericana o de la OTAN ocasionó el fin del comunismo. Solo la incompetencia, la corrupción y el autoritarismo, intrínsecos a los modelos estatistas, fueron la causa de su sepultura.

La izquierda atrasada, nostálgica por la pérdida de liderazgo planetario debido al ocaso de un modelo que lleva en su origen la marca del fracaso, intentó mantener viva la hoguera del comunismo. Trató de reeditar las internacionales comunistas que en su momento habían promovido Marx, Engels, Lenin y Stalin. Fidel Castro no podía ser el hombre que arriara esas banderas porque carecía de la fuerza que exhibía cuando era subsidiado por el Oro de Moscú. La falta del oxígeno proporcionado por el gigante asiático obligó a Cuba a entrar en un período especial (realmente la isla lleva más de cinco décadas en la misma situación). El problema para los antillanos era cómo sobrevivir sin la bombona rusa, porque ellos no producían ni jabón de baño.

El que toma el testigo es Lula da Silva, quien ya había sido candidato a la presidencia en Brasil. El objetivo de los primeros encuentros del Foro consistió en impedir que la economía de mercado se convirtiera en la principal opción para el progreso de América Latina, tal como proclamaba Fukuyama. En esta faena buscó de aliados a criminales de la talla de Manuel Marulanda, Tiro Fijo. La crítica mordaz al capitalismo fue el leitmotiv. Paradójicamente, cuando Lula llegó a la primera magistratura se olvidó de todas esas majaderías y siguió aplicando la receta de Fernando Henrique Cardoso: tanto Estado como sea necesario y tanto mercado como sea posible.

El Foro necesitaba un músculo financiero en vista de la ausencia de países comunistas que lo costearan. Aparece, entonces, providencialmente el caudillo de Barinas con una botija cargada de dólares y revestida con el maquillaje del socialismo del siglo XXI. Los viajeros impenitentes que se desplazan por el mundo entero denunciando las injusticias del capitalismo a nombre del Foro de Sao Paulo, son sufragados con las divisas de los venezolanos.

Pero este mecenazgo no es gratuito. Alimentar la monserga del antiimperialismo y el anticapitalismo implica un costo: hay que venir a Caracas a adular al benefactor. Para seguir contando con el Oro Negro es necesario acoplarse a los caprichos del financista. Hay que ser parte del ventajismo y del abuso de poder en todas sus más agresivas manifestaciones. Hay que integrarse a la política interna y reírse de los chistes a costa de los adversarios, y aplaudir a rabiar los insultos a la oposición. Hay que perder la dignidad.

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