¿Recuerdan las protestas de la
llamada izquierda latinoamericana sobre el bloqueo del “Imperio” a Cuba? ¿Cómo
explicar, entonces, el bloqueo que los gobiernos de ese tipo pretenden hacerle
al Paraguay? ¿Se va a repetir la misma payasada que se montó a raíz del
supuesto “golpe de estado” en Honduras? ¿Es que los Congresos valen solo cuando
esa izquierda pre o procomunista los copa y, con ellos bajo su control, viola
todas las normas constitucionales de los propios países y las disposiciones de
organismos como la OEA o la CIDH cuando les conviene?
Estamos llegando a una muy
peligrosa encrucijada en esta nuestra América Latina. Es indispensable, en este
mismo momento, que los sectores democráticos de nuestras Naciones se unan y
actúen, con gran seriedad, a fin de tomar medidas muy serias y eficaces, para
defender, efectivamente, el sistema democrático de gobierno en el
subcontinente, porque la amenaza, en su contra, es muy seria y extremadamente
peligrosa. Así como esa izquierda se ha organizado en grupos como el UNASUR y
ya, desde el año 2000 el Foro de Sao Paolo, los sectores democráticos deben
reunirse para defender el sistema democrático hoy seriamente amenazado.
La democracia, mucho más allá
de sistema de gobierno, es una actitud de vida humana de los pueblos. El
objetivo fundamental de la democracia es el logro del Bien Común General, según
el cual todos los ciudadanos, miembros de la Sociedad Política, tienen la
responsabilidad de colaborar en la construcción de la Obra Común, en la cual
tienen su cuota de participación y, también, su cuota de beneficios. En el
fondo, el Bien Común significa el logro eficaz de una buena vida humana para
todos y cada uno de los ciudadanos y, esa meta, puede ser impedida por quienes
adversan a la democracia.
La democracia es naturalmente
débil, pues en el seno de la Sociedad hay quienes se le oponen y tratan de
sustituirla por regímenes autoritarios y totalitarios que, por la fuerza,
pretenden destruirla con ofertas engañosas y falsas en sus formas y contenidos.
Sin embargo, la democracia no les puede negar el derecho de pensar como les
parezca o quieran, pero las personas que la sostienen, tienen el deber de
impedir que sus enemigos la destruyan. El caso patético de la Alemania de
Hitler y de la Rusia de Lenin y Stalin son realidades históricas ejemplares en
ese sentido.
El origen de la conspiración
antidemocrática, que hoy vivimos, tiene
--curiosamente— su origen en la
caída del muro de Berlín. En efecto, ese acontecimiento, tan importante de la
Historia reciente, dejó al régimen tiránico de Cuba sin apoyo ni asidero para
mantenerse en el poder. Fidel Castro, ante el fracaso norteamericano en el
Vietnam trató de reproducir, en América Latina, el ejemplo vietnamita de la
guerra asimétrica que fue la estrategia fundamental. Ese ejemplo quiso reproducirlo en Suramérica,
para lo cual ideó el plan de la “Media Luna” y, para ello, envió al Che Guevara
para que se instalara en la selva boliviana, a fin de captar adeptos e iniciar
un proceso subversivo que se proyectaría sobre las zonas orientales del Perú,
Ecuador y Colombia, el occidente y sur de Venezuela y el norte del Brasil,
cuyas poblaciones pobres y preteridas pensaba que se iban a adherir fácilmente.
El proyecto, como se sabe, fracasó y el Che murió cuando fue sorprendido, en su
refugio, por fuerzas militares bolivianas. La idea era, enfrentar esos países
(que creyó caerían es sus manos) a los Estados Unidos, no con un nuevo Vietnam,
sino con varios (dos, tres, cinco, diez Vietnam como una vez dijera Chávez).
Con la caída del Muro, Castro
quedó desamparado. Su primer paso fue propiciar la fundación del Foro de Sao
Paolo, donde se convocó toda la izquierda latinoamericana, desde las poco hasta
la más radicales. Venezuela –objetivo fundamental de Castro, como lo trató en
los años 60-- Colombia y el norte de
Brasil eran sus piezas principales. Luego, Castro conoció a Chávez, la historia
de su fracasado golpe el año 1992, y se dio cuenta de que era él su pieza
adecuada. En efecto, la relación venezolana con el mundo petrolero del Medio
Oriente, era el vínculo que podría levantar no solo un conflicto con los
Estados Unidos, sino una suerte de guerra bi-hemisférica en la que se enfrentarían el Sur pobre contra
el Norte rico y el Oriente (especialmente el mundo musulmán) con el orgulloso
Occidente que, supuestamente le despreciaba. Eso explica la intensidad y
frecuencia de las relaciones políticas y económicas con países como Iraq
(Hussein), Libia (Gheddafi), Iran (Admanidejab), etc.
De manera que no es un juego.
Es la hora de actuar para defender nuestras democracias, garantizar la paz, el
desarrollo y la libertad estable.
ppaulbello@gmail.com
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