lunes, 16 de julio de 2012

IRENE CASADO SÁNCHEZ, EQUILIBRAR LA BALANZA

Mientras alrededor de mil millones de personas sufren malnutrición, el consumo de alimentos en el planeta ha aumentado un 15% por la explosión demográfica. La pobreza no disminuye y la población de los países ricos está cada vez más gorda y desperdicia más. La obesidad se ha convertido en una epidemia que perjudica también la salud del planeta.

Las personas con sobrepeso necesitan más cantidad de energía para moverse. Cerca de 111 millones de personas podrían alimentarse con lo que consumen de más los adultos con sobrepeso. Esos excesos servirían para cubrir las necesidades nutricionales de los países más pobres.

“La producción mundial de alimentos daría para comer a toda la población, pero el acceso es desigual”, afirma Amador Gómez miembro de Acción Contra el Hambre. Mientras la obesidad es uno de los principales factores de muerte en una parte del mundo, en la otra mueren millones de desnutrición.

Al reparto desigual de alimentos se suma el crecimiento descontrolado de la demografía. La población mundial alcanza hoy los 7.000 millones de habitantes, las previsiones estiman que en 2050 la cifra rondará los 9.500 millones. Sin un consumo más sensato, sin educar a los más pequeños, sin concienciar a todos los pueblos del problema de la explosión demográfica, la vida en el planeta se hará insostenible.

“La lucha contra la gordura puede ser crucial para la seguridad alimentaria y la sostenibilidad ecológica”, se afirma en un estudio de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres. La batalla empieza en la educación: enseñar a los más pequeños a comer en función de sus necesidades; evitar el derroche de alimentos que genera millones de toneladas de desperdicios de productos comestibles; erradicar los hábitos de consumo voraces e innecesarios. De tal manera, que la balanza se lograra equilibrar y se cubrieran las necesidades alimenticias de la población.

“La educación es clave para que las nuevas generaciones entiendan que el actual es un mal modo de desarrollo y un mal modo de vida”, afirma Francisco García Novo, catedrático de la Universidad de Sevilla. Un estilo de vida en el que predominan los excesos y el despilfarro y que tiene consecuencias. Cada año fallecen alrededor de 2,8 millones de personas adultas como consecuencia del sobrepeso o la obesidad. En 2010, alrededor de 40 millones de niños menores de cinco años tenían sobrepeso.

La obesidad se ha convertido en el “enemigo público número uno” de los países desarrollados, en palabras de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. Sin embargo, las pautas de consumo desmedido se empiezan a extender por los países empobrecidos. Millones de teléfonos móviles y comida basura comienzan a invadir los hogares más pobres. En dichos países no existen políticas de planificación familiar ni de prevención de embarazos tempranos. Un binomio peligroso que sólo se puede combatir desde la educación.

“El doble debate sobre población y consumo es un asunto que nos afecta a todos, países desarrollados y en desarrollo, y debemos asumir nuestra responsabilidad colectiva”, afirman los presidentes del Global Network of Science Academies.

La lucha contra la obesidad no sólo se debe centrar en los alimentos, se tiene que educar sobre el consumo. Al mundo le sobran toneladas de peso, pero la balanza no está equilibrada. Los países ricos crean excedentes de producción que se pudren en los contenedores y alteran los precios en el mercado. El envío de esos excedentes a países empobrecidos no resuelve el problema del hambre y se convierte en un despilfarro de energía y de recursos por lo que cuesta transportarlos.

Somos responsables de un consumo desaforado al que debemos poner fecha de caducidad. Empezar por comprender que no necesitamos tantos alimentos, tantos teléfonos, tantos coches, ropas, y demás productos. Y educar a los más pequeños en la idea de que tener más no es mejor. Sino que lo mejor es tener en la justa medida.

El ritmo de consumo exacerbado e insensato de los países ricos y el crecimiento de la población en los países empobrecidos amenazan la sostenibilidad del planeta, sobreexplotado y sobrepoblado. Es responsabilidad de todos dar un respiro al mundo. No necesitamos todo lo que consumimos. No necesitamos vivir así.

ccs@solidarios.org.es

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