El socialismo es una maldita enfermedad que ha
llenado este planeta de tumbas. Nació con el designio de mejorar nuestro mundo,
transformar una realidad que se creía injusta, permitir a los hombres mayores
alegrías. Mas esas ofertas que competían con las promesas bíblicas, quizá
superando a éstas en cuanto al número de predicadores, jamás pudieron ser
concretadas.
En diferentes países, esa ideología fue adoptada por gobernantes
que tenían lo necesario para realizar sus planes; no obstante, ni siquiera el
poder absoluto mostró las bondades del sistema. Resalto que dicha doctrina,
fundada por utopistas y consagrada gracias a Karl Marx, el filósofo más tóxico
de todos los tiempos, sedujo a muchos electores. Es que, si bien han sido
históricamente contrarios a la democracia, los izquierdistas supieron utilizar
las urnas para terminar con un orden basado en la libertad.
Aunque nunca se cansaron de cuestionar la
propiedad privada y el mercado, las alternativas que concibieron fueron
calamitosas. Desde la perspectiva económica, es imposible acordarse de alguna
medida que haya sido útil para beneficiar a los ciudadanos; lo normal era
favorecer al grupo mandante. Remarco que, mientras las autoridades disfrutaban
de grandes comodidades, los administrados no podían satisfacer necesidades
elementales. Los socialistas deben asumir su responsabilidad en las hambrunas
que afectaron a numerosos sujetos. Son millones las personas que, por culpa de
sus tonterías, aspiraron únicamente a subsistir. Siendo todavía uno de los
símbolos comunistas, Cuba es un ejemplo de cuán perjudicial puede ser vivir
bajo esos regímenes. El castrismo cometió las brutalidades suficientes para
volver miserables a miembros de una sociedad que, antes del triunfo en Sierra
Maestra, tenía un nivel aceptable.
Cuando conquista el poder, la izquierda emplea
balas y calabozos para castigar a sus críticos. Desde Lenin hasta Hugo Chávez,
queda claro que la intolerancia forma parte de su naturaleza. Aborrecedores de
cualquier autonomía, la insumisión del pensamiento les resulta peligrosa. Ellos
saben que, si hubiese la posibilidad de discutir seriamente sobre sus
postulados, las mentiras serían expuestas sin dejar sitio para los pretextos.
En suma, las persecuciones obedecen al deseo de impedir que la verdad sea
divulgada. Porque, pese a las patrañas
difundidas por sus propagandas, lo cierto es que son diestros en violar los
derechos humanos. No hay dignidad que sea respetada. El desprecio al individuo
se refleja, entre otros casos, en las sanciones que se le impone por atreverse
a contradecirlos.
Aun cuando las monstruosidades que se originan en
el referido mal son irrefutables, algunos mortales persisten en glorificarlo.
Desde la tribuna de los intelectuales, uno puede escuchar alegatos que son
bastante absurdos. Pienso en la negación del manifiesto vínculo entre la
izquierda, Hitler y Mussolini, por el que sus difuntos pertenecen también al
bando siniestro. Al respecto, debe subrayarse que la principal antítesis del
fascismo será siempre el liberalismo. Por lo visto, ese argumento busca evitar
que se imputen más perversidades a su ideología. Quiere mantenérsela libre de
toda condena. Yo he notado que, con este objetivo, reprueban las abominaciones
del socialismo practicado por Morales Ayma, pero, curiosamente, se intenta algo
insostenible: desconocerlo como representante de su facción. Corresponde
admitir que sus abusos no son casuales, sino las consecuencias de esas
terribles teorías.
http://www.institutoilde.org/areas-de-accion/3-prensa/1272-la-imposible-absolucion-del-socialismo
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