A mayor control del régimen sobre la
gente y sus bienes menor es la libertad. A menor resistencia mayor será el
control.
El ejercicio de la libertad es
imposible en el totalitarismo. Las tácticas para su conculcación son versas y
este régimen ha sido muy hábil para disfrazarlas. La más reciente, el chip para
controlar el consumo de combustible, por ahora, de quienes viven en la frontera
Colombo-Venezolana. El disfraz: el combate al contrabando de gasolina.
Son 13 años de políticas
restrictivas. Leyes injustas, destrucción de la justicia, control de cambio,
escasez, inseguridad, listas discriminatorias, hegemonía comunicacional, toma
de los medios de producción, destrucción de la iniciativa y la propiedad
privadas, purgas (despidos en las instituciones rojas del Estado), compra de
conciencia (misiones, créditos, dádivas), adoctrinamiento comunista, caos vial,
control de la organización social (consejos comunales y de trabajadores,
contralorías sociales, etc.), establecimiento de comunas, otros. El corolario
es el sometimiento y la aceptación de la injusticia y el miedo como forma de
vida.
La colocación del chip significa la
restricción de su libertad en el uso de su propiedad y de tránsito, pero lo
peor es la humillación de ser tratados como delincuentes. Esto se extenderá a
todo el país y a otros productos. El régimen prueba la resistencia a la libreta
de racionamiento que rige en Cuba.
Si la intención fuese evitar el
contrabando estarían enjuiciando a los guardias nacionales y los transportistas
que se enriquecen con esto. Con la tecnología y controles que existen hoy es
factible descubrirlos. No lo hacen porque la corrupción es intrínseca al
totalitarismo.
Ver a los venezolanos haciendo cola
para colocar los chips en sus carros me recordó a los judíos entrando en los
trenes que los llevarían a los campos de la muerte Nazis.
Dios creó a los seres humanos a su imagen y semejanza, dignos e iguales. La libertad es un bien que no tiene precio y que ha costado grandes sacrificios a la humanidad.
Lo grave de una pérdida de la
libertad paulatina y sistemática es que la gente se va acostumbrando a vivir
sin ella, muchos ni siquiera se percatan de su pérdida, especialmente cuando
asumen como verdad el disfraz para su conculcación.
Los venezolanos tenemos que retomar
el control de nuestras vidas. No podemos permitir que el régimen decida por
nosotros qué pensar, qué comer, qué usar,
dónde trabajar, cómo organizarnos, en fin, dónde y cómo vivir.
La sumisión y la indiferencia nos llevan a la pérdida total de la libertad. Solidaridad y resistencia son las consignas para rescatarla.
elmon35@gmail.com
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