LA REVOLUCIÓN ABURRE
No
es un hombre enfermo. Es un sistema enfermo, arruinado, que huele piche. Nada
puede esconder el atrevimiento Chávez de querer permanecer por lo menos 20 años
en el poder (él dice que más); casi una generación completa. Hay varios
trastornos atravesados en ese hecho: un hombre se considera indispensable, lo
cual quiere decir que no ve a nadie a su alrededor con las aptitudes de
sustituirlo; pero, peor aún, no se ve a sí mismo como una persona corriente,
que podría caminar libremente por alguna calle de Venezuela, ni siquiera como
una referencia ajena al poder, a la que los ciudadanos consulten o admiren;
sólo se piensa en el poder y pensarse fuera de éste se le convierte en tragedia
personal.
Un
segundo trastorno es el de la corte que lo acompaña. Los venezolanos han sido
respondones, alebrestados, rebeldes; y la verdad es que suena muy raro esa
sumisión ruinosa de los colaboradores del Presidente que no se cansan de
exaltar sus virtudes, valores, características, cualidades, sin que la
exhibición de adulancia les provoque un mínimo rubor.
Unos tarajallos,
creciditos, con alguna experiencia existencial, derretidos en torno a las
virtudes que le han descubierto al Comandante. Uno ha llegado a decir que todos
quieren ser como él; el de más allá moquea cada vez que el hombre hace un
arrumaco sentimental; todos ríen de los miserables chistes que hace su jefe a
costa de quienes le adversan. Por lo bajo algunos manifiestan hastío, pero
nadie se atreve a una conversación -ni siquiera confidencial- porque el último
que se atrevió a proponer en un pequeño grupo que se discutiera la sucesión
presidencial fue denunciado por un acuseta presente.
Un
tercer trastorno es el de centenares de miles de venezolanos que siguen a
Chávez. Sin duda hay miedo, pero también hay apoyo. A pesar de que el régimen
ha hecho un indudable esfuerzo redistributivo dado el elevado ingreso fiscal,
la situación de pobreza continúa en forma aguda en términos de calidad de vida.
La pobreza medida por el ingreso ha disminuido pero el índice de miseria
(desempleo más inflación) es muy elevado. Sin embargo, es constatable que hay
un alto porcentaje de venezolanos que aun con esa situación sienten que Chávez
los representa. Faltan estudios sobre este tema para ver hasta qué punto el
resentimiento que revela el caudillo, la procacidad como forma de relación
humana, el irrespeto al prójimo, el sarcasmo ejercido por el poder contra quien
no lo tiene, son formas que tienen resonancia con elementos culturales
profundos de un sector importante del país.
¿MIENTE O SE LO CREE?.
Son
evidentes las promesas incumplidas y muy especialmente las incumplibles. Sin
embargo, las hace una y otra vez sin que el músculo de la vergüenza se le
mueva. Podría atribuirse a impudicia, la del guapo retrechero que junto a otros
malandros, escarnece a la joven pareja que pasa por la esquina, le espeta una
insolencia o le da un agarrón a la muchacha. Sin embargo, hay más. Así como
existe un mundo virtual que implica otra dimensión de la existencia; existe
también el mundo discursivo del poder: existe lo que Chávez nombra. Las
promesas de las casas van creando una realidad que es la de los
"posibles", las viviendas que serán, los empleos que serán, los sueldos
que serán, las universidades que serán, las estaciones aeroespaciales que
serán... El mundo de lo que habrá de ser en forma progresiva se convierte en
una realidad irreal en la que los ciudadanos circulan, se adjudican
propiedades, se disputan derechos. Claro que habrá casas como las de Ciudad
Caribia o las monstruosidades de la Av. Libertador de Caracas, espacios urbanos
que serán invivibles para los viejos y los nuevos habitantes, pero que son el
testimonio fugaz, incompleto, del país lleno de viviendas que el discurso
promete para todos cuantos las necesiten.
En
ese mundo de espejos, en el cual una vivienda tangible se reproduce
indefinidamente en los fragmentos de azogue, retoña la promesa revolucionaria.
Son partículas de realidad que chocan unas con otras y que en la energía que
despliegan mantienen el discurso del Comandante, siempre dispuesto a hacer lo
que no ha hecho y tal vez hasta le conviene no hacerlo para poder prometerlo en
cada rotación del planeta.
HASTÍO.
Ha producido cansancio. El país voltea hacia otro lado. Aparte de los
opositores firmes y radicales, esa franja de la sociedad que ha apoyado el
bochinche bolivariano o que descree de todos o que se encuentra en la labor
agotadora de la sobrevida, pareciera mirar en la búsqueda de una salida. En ese
lugar parece instalado Henrique Capriles, como para ser visto por los que
quieren ver.
La
presencia del candidato opositor ha creado un polo gravitacional interesante,
hacia el cual se desliza no sólo los que por razones políticas se oponen al gobierno
sino muchos que quieren cambio: cambio de rostros, de lenguaje, de colores, de
actitudes, de sonidos, de estridencias, de miedos,...
El
Gobierno sabe que Capriles marcha hacia lo que es más que una propuesta
política y se torna una especie de llave de salida ante una situación opresiva
que para muchos se ha vuelto irresistible por tóxica y violenta. Al margen de
las encuestas, es obvio que Capriles viene en ascenso. Esta evolución es la que
explica la violencia verbal de Chávez y sus parejeros contra él.
En
este punto es que el candidato opositor y su grupo privado de asesores tienen
la obligación de prevenirse frente a las zancadillas. Haber aireado un supuesto
comunicado militar para impedir que Capriles fuera escuchado en los cuarteles
entra dentro del campo de los errores que una franca excusa puede cubrir; pero,
haber firmado el acuerdo propuesto por Chávez, por vía interpuesta del CNE (en
contra del de Capriles) es un descalabro. Si el candidato le ha dicho al mundo
que el CNE no es confiable; si todo el mundo sabe que no es verdad que las
elecciones son, limpias y transparentes, si la MUD acordó no firmar ese
acuerdo, ¿qué sentido tiene haber ido a firmarlo por trascorrales? Quién
decidió?
LA CANDIDATURA
DE CAPRILES CRECE.
El
trecho que queda es difícil y decisivo. Es una opción producto de la
deliberación libre de la sociedad democrática que consideró que era su mejor
abanderado. Nadie tiene derecho -y lo voy a decir en forma deliberadamente
confusa y vaporosa- a sacrificar lo que representa Capriles en función de
intereses parciales; ni siquiera el candidato tiene ese derecho. La oposición
le dio el mandato de reunir las fuerzas, liderarlas, enfrentarlas a Chávez y
vencer; no le dio el mandato de construir un partido, ni proyectarse para 2018,
ni servir de portaviones a nadie. Un mandato similar y fuerte se le dio en el
pasado a E. Mendoza, luego a M. Rosales. De cumplirse, que Dios, la Patria y
todo lo que respire, se lo agradezcan; si no, que se lo demanden con furia.
Twitter
@carlosblancog
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