lunes, 9 de julio de 2012

ARGELIA RÍOS, AL ESTILO JALISCO.

Tan grave como la otra enfermedad que padece, su adicción al poder le impide conducirse con la responsabilidad de un Jefe de Estado. Escamotearles el gentilicio y la ciudadanía a los venezolanos que no simpatizan con su revolución, representa el síntoma más protuberante de su patología, pero también la más peligrosa amenaza que Chávez le haya formulado al país... 

El duelo que acaba de anunciar desenmascara sus intenciones. Colocado ante su medición más crucial -por la que tanto abuso ha cometido desde los tiempos de la reforma-, no le interesa ampliar su auditorio electoral, como tantas veces procuró al seducir al electorado no alineado, resistente a los radicalismos, e indispensable para consolidar cualquier victoria. 

A diferencia de esas otras ocasiones, hoy sólo le importa predisponer a sus cofradías para un escenario de confrontación... Un choque de trenes que viene siendo proclamado desde hace meses, y ante el cual José Vicente Rangel ha actuado como celebérrimo mensajero.

Bueno es hacer memoria para comprender el objetivo de esta evidente declaración de guerra a muerte... En la campaña por la enmienda Chávez intentó poner en desuso el color rojo, como símbolo del cese del sectarismo. Más recientemente, convocó la rehabilitación del Gran Polo Patriótico, buscando recrear la atmósfera de amplitud que se había configurado alrededor de su candidatura, en el año 1998. Con cada uno de esos ensayos -junto a otros del mismo tenor- el Presidente buscó granjearse apoyos distintos al que conforma el lecho de roca bolivariano, ahora insuficiente por el envejecimiento de la revolución y de sus ofertas básicas.

Que Chávez haya decidido enajenarse las simpatías de segmentos electorales decisivos para conquistar un triunfo libre de sospechas, no es una situación inferior: tanto más si se ha planteado ganar por amplísima ventaja... Ya se sabe que el plan del oficialismo consiste en alcanzar un triunfo por no menos de 15 puntos de ventaja, ya sea con votos reales o al margen del verdadero veredicto popular... La trama describe la posibilidad de un arrebatón que, como vemos, no sólo estaría presente en el escenario de una apretada victoria opositora. Describe también una clara propensión a rechazar un resultado que defina un equilibrio de fuerzas y, por tanto, el fin de la hegemonía roja.

Chávez y su revolución sólo aceptan el poder absoluto, justo el que pretenden darse convocando al pueblo chavista para una batalla de calle en contra de los "apátridas"... Eso es lo que José Vicente Rangel -mandado por el Presidente- procura que la oposición reconozca: un resultado viciado, contra el cual existe un único antídoto: ganarle por avalancha al caporal bolivariano para evitar que se imponga al estilo Jalisco.

 

argelia.rios@gmail.com


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