Y el hombre llegó en carroza, ataviado con su boina, su drama y la duda.
La suerte está echada. Chávez se convirtió -por ahora- en el candidato no sólo de su partido sino de su destino, mismo que nos dirá si todo lo que no se ve era verdad o lo que se vislumbra es otro hartazgo de impenitente propaganda, que busca iluminar su divinidad perdida.
Por otra senda pasó el flaquito con cara de Presidente, trotando sus 10K con una multitud que no se veía desde el 11-A. Dos imágenes, dos realidades. Una plena de juventud y entusiasmo, otra misteriosa y teatral…
La gente -harta- como diría la amiga Carolina Jaimes, caminó y transpiró con Capriles su anhelo de cambio y de futuro. No cabe duda que la marcha de la oposición encarnó la certeza de lo que llegará y de lo que se tiene que ir… En contraste, el Presidente tuvo que recurrir a muñecos inflables, tarimas preparadas, es decir, a un guión ajustado a su calamidad, para borrar el secreto que arropa su presente. Es lo que Alberto Benegas parafraseando a Maquiavelo, llama lateatralización del poder, o Georges Balandier, El poder en escenas; en fin, la teatrocracia de nuestra época, el Estado-espectáculo, la movilización festiva, todo para “adornar la mediocridad y la desmesura” con un “decorado destinado a provocar veneración y temor”.
La brecha comienza a sentirse, esto es, la del hombre que marcha vs. el que da pasos cortos. No hay encuesta capaz de ocultar el ocaso del comandante, dondeel fantasma de la opinión pública hace estragos. Como lo sentencia Walter Lippmann en su obra, “La manufacturación del consentimiento”, por más que “el trabajo de inteligencia” se empeñe en colorear la realidad, las verdades se hacen elocuentes, impactando lo más íntimo de la corteza reptil de la opinión pública. Es el hombre que grita ¡viva la patria!, porque la patria soy yo, con el alma fatigada vs. el que aclama con sencillez, aquí estoy Venezuela soy tu fiel servidor… con el alma nueva. Y el pueblo distingue entre lo bueno y lo malo, entre quien le garantiza más -por ser y estar- y quien menos le da, por esconder su realidad… Capriles hace un ruido desenfadado en la consciencia popular, un silbido estridente de esperanza, incapaz de ser superado con antifaces.
El camino comienza a despejarse. Capriles no teme y escucha. Chávez ordena y disfraza. Uno derrocha disposición de sacrificio y oye consejos (por cierto hay que mejorar el discurso); el otro se siente Goliat, obligando a cortejarle… Es la desventura del que hasta ayer se veía imbatible, el súper hombre, disponiendo de todos los recursos del Estado, pero inhabilitado de contener la del hartazgo-país. ¿Pa’lante comandante? Un falso ideal diría Lippmann… por el que el espectador ya no espera, la caída del telón.
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