El chavismo ha desestimado la
fuerza de la oposición a pesar de que esta ha ganado varios procesos
electorales. Obtuvo mayoría en las parlamentarias (disminuidas por la sesgada
modificación de la Ley del Sufragio); ganó el referéndum que Chávez incumplió
con la complicidad de los poderes que controla. Triunfó en los más importantes
estados del país en las regionales y derrotó a figuras del chavismo como
Diosdado Cabello y Jesse Chacón.
El control de los medios y su
atosigante propaganda oficial; el abuso de poder (expresado en terrorismo
judicial, multas, escamoteo de un presupuesto justo para gobernaciones
opositoras y otras múltiples amenazas); encuestas de maletín, e insultos
presidenciales ridiculizando al candidato y a los partidos opositores crearon
un triunfalismo oficial que convenció a muchos de la imposibilidad de ganar la
elección presidencial del 7-O.
Ciegos de poder no quisieron ver los indicadores
que tenían frente a sus narices. Desde VTV, muladar propagandístico de la
revolución, repetían que la oposición estaba dividida y que la unidad había
fracasado. Sobre las primarias hasta Chávez juraba que no se realizarían y que
la MUD escogería “a dedo” a su candidato (sería Pablo Pérez).
Ante la
inminencia de la elección opositora los rojos vaticinaron su fracaso “máximo
obtendrían de 500 mil a un millón de votos”: fueron 3 millones y pico “por el
buche”, de cuyo impacto aún no se han repuesto.
Prueba de que los poderes
públicos son siervos de Chávez fue la orden del TSJ de confiscar las actas para
reeditar otra lista Tascón. La siguiente torpeza fue anunciar que “de un
momento a otro” la MUD cambiaría al candidato porque no “cuajaba”. El golpe de
gracia y cuyo efecto no han podido esconder ni con montajes televisivos, ni con
el abundante “carreteo” de empleados públicos exhibidos al día siguiente, fue
el millón de venezolanos que acompañaron al candidato Capriles en su caminata
de 10 km para inscribir su candidatura presidencial en el CNE. Fue una
inequívoca manifestación de calle, de masiva convocatoria popular y de fuerza
de voluntarios entusiastas decididos a sumarse al cambio que el país reclama.
Chávez ha convertido su
enfermedad y su vida política en una farsa. Del “milagro” del Cristo de La
Grita y de la reaparición de su cáncer (en un año ha estado más de 200 días de
reposo) pasa a su reciente autodiagnóstico: “los exámenes revelan que estoy
bien de salud”, que da pie a los gritos del 11 de junio “¡Chávez ya está
recuperado!”. Dio 4 pasos para acercarse a la directiva del CNE (llegó montado
en un camión) y levitó para subir a la tarima. Todo en Chávez es una impostura;
desde el ocultamiento de su enfermedad (los esteroides, el exceso de calmantes
y el maquillaje se evidenciaron con el calor de la plaza cómo mostraron las
terribles imágenes que circularon en las redes sociales), hasta las mentiras
sobre las 150 mil viviendas, o los delirios de los fusiles y drones iraníes que
“fabricará y exportará Venezuela”.
El derroche de fondos públicos
llegó al clímax ese lunes: “el centro de Caracas fue una gigantesca sopa de
letras, sazonada con las siglas de cuanto organismo público existe” escribe el
agudo colega Pedro Pablo Peñaloza. Un Chávez visiblemente acelerado soltó una
arenga política ante rectores del CNE bajo la mirada complacida de las 4
amazonas. Solo el rector Vicente Díaz advirtió a Chávez que no debía seguir
utilizando recursos públicos para financiar su campaña. La sumisión de la
mayoría de los medios privados a la voluntad del Gobierno es ostensible.
Mientras la multitudinaria marcha de Capriles solo fue transmitida por
Globovisión (ningún otro canal hizo pase directo alguno) la inscripción de
Chávez devino en una cadena (por “solicitud” de Izarra).
Violando la Ley Resorte que
establece la obligatoriedad de los medios de transmitir
mensajes“institucionales, educativos o de servicio público” y prohíbe utilizar
esos espacios para propaganda electoral o de organismos del Estado, Izarra está
obligando a los medios privados a transmitir gratuitamente publicidad y
propaganda electoral a favor de Chávez (como la del hombre que dice“primero
Dios y después mi comandante” y además exige que tales mensajes electorales de
la campaña de Chávez sean colocados al inicio de cada bloque comercial, que es
el más visto. Esta semana añadió una cuña publicitando la programación de TVes
(¡así estará su audiencia!).
El recientemente fallecido Ray
Bradbury, quien develó el horror de los chávez e izarras del mundo a través de
obras como Fahrenheit 451, escribió: “no tienes que quemar libros para destruir
una cultura, sólo haz que la gente deje de leer”.
mcolomina@gmail.com
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